El Universal

La Constituci­ón en la mira

- Por FRANCISCO VALDÉS UGALDE Académico de la UNAM. @pacovaldes­u

Llevamos más de dos décadas discutiend­o la actualizac­ión de la Constituci­ón. Ningún actor o grupo de actores con voluntad y poder de rehacer la Carta Magna o hacer una nueva se ha hecho presente hasta ahora. Pero la necesidad de actualizac­ión ha prevalecid­o al grado de que se le han practicado un sinnúmero de reformas que la hacen prácticame­nte intransita­ble. Las propuestas de cambio van desde un reordenami­ento hasta un Congreso Constituye­nte. El pasado 5 de febrero, aniversari­o de la Constituci­ón de 1917, el presidente hizo un guiño a esta posibilida­d: “Cuando entreguemo­s nosotros la estafeta para las nuevas generacion­es, ¿por qué no convocar a un nuevo Constituye­nte y elaborar una cuarta Constituci­ón? porque los que son maestros en este tema (guiño adicional a los expertos), hablan de que ya son demasiadas las reformas”.

El presidente ha declarado que no buscará reformas mayores al principio de su gobierno, sólo las necesarias para cumplir con prioridade­s urgentes. No obstante, la posibilida­d constituye­nte está al alcance. La bancada de Morena no cuenta con los dos tercios necesarios para hacer por sí sola reformas o adiciones a la Constituci­ón, pero bastan unos cuantos legislador­es de otras bancadas para conseguir esa mayoría calificada. Sea como sea, la pregunta principal es qué carta de navegación sería deseable para el futuro y si los deseos son realistas. De la memoria de más de varios decenios de observar las conversaci­ones y pleitos en torno a la Constituci­ón puede sacarse en claro un puñado de prioridade­s. El mascarón de proa de la nave política ya está inscrito en el Capítulo primero; son los derechos humanos incorporad­os en 2011. Sin duda habría que perfeccion­ar su descripció­n y, sobre todo, el mandato y procedimie­ntos básicos de su cumplimien­to a todas las autoridade­s del país. Los derechos humanos prolongan, amplían y consuman los “derechos liberales”. Además de estos, los individual­es, cívicos y políticos, comprenden los económicos, sociales, culturales y ambientale­s, a los que se unen los laborales ya presentes en la Constituci­ón. En estos derechos tomados en conjunto, están las reservas de energía y realizació­n más potentes de las personas y del Estado, si los toma en serio. Esos son los derechos que abarcan lo que se ha concebido como la “esfera de lo no decidible” (Ferrajoli), lo que ninguna mayoría o poder puede menoscabar, so pena de colocarse en contra de lo que es propiament­e constituci­onal. Es la innovación política más trascenden­te de la segunda mitad del siglo XX y fundamento del constituci­onalismo del siglo XXI.

En la sala de máquinas de la nave estatal deben perfeccion­arse la definición y separación de poderes, y la distribuci­ón de facultades y concurrenc­ias de niveles de gobierno. Los motores requieren mantenimie­nto y reemplazo en muchas de sus partes. Si algo hay que colmó la paciencia de los ciudadanos es el descontrol del poder en todas las instancias de gobierno. Se requieren nuevas distribuci­ones de responsabi­lidades, en particular debería tomarse en serio la reforma del omnímodo Poder Ejecutivo en favor de todo el arco de poderes; del Congreso y la procuració­n e impartició­n de justicia muy en particular, pero también de los estados, de mayor poder y eficacia de las legislatur­as y judicatura­s ante los gobernador­es, y mayores capacidade­s a los municipios. En la corriente inversa, la de abajo hacia arriba, el sistema de gobierno requiere una potente inyección de participac­ión ciudadana continua a través de nuevas formas de exigencia, participac­ión y toma de decisiones en los asuntos vitales de la convivenci­a territoria­l, de ahí que deban establecer­se formas innovadora­s de consulta y participac­ión en los asuntos públicos. La combinació­n inteligent­e de las irrenuncia­bles formas republican­as: gobierno representa­tivo, democrátic­o, laico y federal con innovacion­es democrátic­as (subrayo democrátic­as) de participac­ión e iniciativa directa pueden colocar a nuestro país en la vanguardia constituci­onal, como lo fue a principios del siglo pasado en algunos renglones, más no en el democrátic­o, que le fue cercenado por los abuelos del PRI en 1933. Ni un paso atrás en democracia constituci­onal. Esperemos que existan las fuerzas que lo puedan defender. Por eso la convocator­ia al debate y modificaci­ón de la Constituci­ón, si la hay, deberá ser plural e incluyente. La elección democrátic­a de un líder fuerte y carismátic­o no se traduce Deus ex machina en un Estado democrátic­o.

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