El Chapo ¿trofeo de aparador? Postales del “juicio del siglo”
El proceso a Joaquín Guzmán es visto por las autoridades de Estados Unidos como un triunfo en la guerra contra el narcotráfico; sin embargo, el tráfico y consumo de cocaína van en aumento
ENueva York l show del juicio contra Joaquín El Chapo Guzmán terminó esta semana en Nueva York con el resultado esperado: 10 declaraciones de culpabilidad para el capo del Cártel de Sinaloa, el mayor trofeo de la historia para Estados Unidos en su guerra contra las drogas.
El premio esconde una falacia. Si bien es cierto que la condena (y, dentro de tres meses, sentencia) de Guzmán es un logro en el plan de descabezar las estructuras de poder de las organizaciones narcotraficantes, el flujo de droga no se ha frenado, al contrario. ¿Cómo teniendo a
El Chapo en la cárcel cada vez hay más droga en las calles de Estados Unidos?
“La guerra contra las drogas es un completo fracaso. El veredicto contra El Chapo no cambiará nada”, auguró uno de los abogados de Guzmán, Eduardo Balarezo, después de escuchar 10 veces la palabra “culpable” sobre su cliente.
“¿Va a frenarse el flujo de cocaína después de este juicio? ¡Claro que no!”, se sumaba Jeffrey Lichtman, otro de los integrantes del equipo de la defensa.
Los estudios respaldan su tesis. De acuerdo con cifras oficiales, las muertes por sobredosis de cocaína en Estados Unidos aumentaron en más de 34% —14 mil estadounidenses— en 2017, último año del que se tienen cifras. Se estima que casi 5 millones de personas consumen regularmente cocaína en el país, un 2% de la población, cifras que se han mantenido invariables durante al menos una década.
La demanda doméstica de drogas sigue escalando en Estados Unidos. La mayoría de las oficinas regionales de la Agencia Antidrogas (DEA) aseguran que la cocaína es muy accesible en su área de control; en cinco de ellas la disponibilidad ha aumentado en los últimos tiempos.
“Nada de lo aprendido en el juicio va a hacer nada para reducir el problema de las drogas ilícitas en Estados Unidos”, asegura Ethan Nadelmann, expresidente y fundador de la Drug Policy Alliance, organización que trabaja para acabar la guerra contra las drogas, en declaraciones a EL UNIVERSAL.
Para el experto, el juicio ha sido “interesante” en los detalles que se han hecho públicos durante el proceso de tres meses maratonianos, pero de nada ha servido para avanzar en la lucha contra la drogadicción ni para frenar el flujo de drogas hacia Estados Unidos.
El gobierno estadounidense y el juez de la causa, Brian Cogan, se encargaron de antemano de que no se hablara de los flujos inversos: de armas y dinero ilícito hacia el sur, cerrando el círculo virtuoso del crimen organizado y perpetuando una situación que las estrategias actuales no han conseguido aplastar.
“Hay algunos que dicen que la guerra contra las drogas no merece la pena combatirse. Esta gente está equivocada”. El fiscal de distrito de Nueva York, Richard Donoghue, en el frenesí del veredicto, no pudo hacer más que felicitarse tras décadas de trabajo para acabar con El Chapo, recurriendo a los lugares comunes en estas ocasiones: hay que acabar con la gente que “inunda” e “infesta” las calles de Chicago, Los Ángeles o Nueva York de “veneno”.
La afectación real de poner a Guzmán en una cárcel de máxima seguridad para el resto de su vida en relación con la lucha contra las drogas es más dudosa.
En su más reciente informe anual, la Agencia Antidrogas de EU (DEA) confesaba que el Cártel de Sinaloa mantenía en 2018 “la mayor y más expansiva huella internacional” de entre todas las organizaciones criminales mexicanas y que seguía creciendo en Estados Unidos. Ello, pese a que hacía un año que El Chapo estaba encarcelado en una cárcel de Manhattan con ninguna opción de comunicación con el exterior.
Descabezar cárteles no parece ser una solución. “Tenemos que ver por qué hay esta necesidad de drogas en EU. Eso es lo que debería estar sucediendo, esa es la guerra contra las drogas que deberíamos estar luchando”, dijo el abogado Lichtman tras perder el caso.
Para Nadelmann, la sentencia de Guzmán sólo será un detalle en todo este ámbito, casi una anécdota de la narrativa y la historia del narcotráfico. “La guerra contra las drogas está abocada al fracaso porque está basada en una visión equivocada de que la policía, los fiscales y los militares deben jugar un rol predominante para regular lo que es esencialmente un mercado global de producto”, explicó.
El experto ve el problema del narcotráfico como un asunto casi comercial transfronterizo en el que la política de “medidas prohibicionistas” obliga a “perseguir y destruir las más poderosas y flagrantes organizaciones narcotraficantes”, sin tener en cuenta que, quizá, el problema radica en otra parte.
Mientras la demanda no se suprima desde la Unión Americana, la oferta proveniente principalmente de los cárteles de México seguirá existiendo. A fin de cuentas, como explica Nadelmann, los capos narcotraficantes “son, fundamentalmente, creaciones del acercamiento fallido del prohibicionismo en el control de las drogas”.
La caída definitiva de Guzmán no implica ningún gran cambio en el mundo del narcotráfico, más allá de un cambio de nombres. Seguirán el paso de droga, la violencia, los asesinatos, el lavado de dinero, las armas…
El propio Chapo lo dijo claro en la famosa entrevista que dio al actor Sean Penn para la revista Rolling Stone. “El día que yo no exista, esto no va a mermar, lo que es nada, el tráfico de drogas. Eso es falso”, sentenció en la grabación.
“Nada de lo aprendido en el juicio va a hacer nada para reducir el problema de las drogas ilícitas en Estados Unidos”
“La guerra contra las drogas [en EU] está abocada al fracaso porque está basada en una visión equivocada de que la policía, los fiscales y los militares deben jugar un rol predominante para regular lo que es esencialmente un mercado global” ETHAN NADELMANN Fundador de la Drug Policy Alliance
••• Nueva York.— Durante unos segundos, El Chapo desapareció de la vista de los asistentes a su juicio. La sala 8D de la Corte Federal del Distrito Este de Nueva York, en Brooklyn, había quedado a oscuras. “¡Escapó!”, gritó alguien en la sala, bromeando con la fama de escapista del capo. La risa fue contagiosa —a excepción de los alguaciles y el juez de la causa, Brian Cogan—. Joaquín Guzmán Loera nunca abandonó su silla.
En el proceso judicial contra el líder del Cártel de Sinaloa, que terminó hace unos días cuando se le declaró culpable de 10 delitos, lo que implica que pasará el resto de su vida tras las rejas, se han vivido momentos memorables como estos.
Algunos tuvieron que ver con los testigos. Por ejemplo, cuando subió al estrado Juan Carlos Ramírez Abadía, alias Chupeta, el narco colombiano de cara desfigurada, más parecido a un lagarto que a un ser humano.
El jurado no olvidará el instante en que la fiscalía puso sobre su mesa 10 kilos de cocaína incautada a Guzmán, o cuando se mostraron decenas de AK-47 y un par de lanzagranadas en la sala, antes del receso navideño.
Para Guzmán, el momento más emotivo fue la primera y única aparición de sus hijas gemelas en la sala. Emali Guadalupe y María Joaquina, con 7 años recién cumplidos, provocaron lágrimas de alegría a su padre.
Para el caso, la clave fue la declaración de Christian Rodríguez, el informático que permitió al FBI infiltrarse en la red de comunicación del Cártel de Sinaloa y apoderarse de miles de mensajes y llamadas. Fue ahí que todos comprendieron que El Chapo no tenía escapatoria.
El juicio incluso tuvo su “banda sonora oficial”: Puño de Tierra, uno de los corridos favoritos de El Chapo y con el que uno de los testigos, Miguel Ángel Martínez, El Gordo, ex teniente del narco, se dio por enterado de que querían matarlo. Por tuitear un video de esa canción, uno de los abogados del capo se metió en problemas.
La falta de comunicación de Guzmán con el mundo no impidió que mandara mensajes cifrados. El más claro, casi cruel, fue para su examante y testigo en el juicio, la Chapodiputada Lucero Sánchez.
Rompiendo con su cánon de vestimenta habitual, El Chapo apareció con chaqueta de terciopelo granate y sin corbata. Minutos más tarde, su esposa, Emma Coronel, apareció vestida igual, enviando una señal inequívoca a la examante.
Tres meses de juicio dieron para mucho. Un proceso que se convirtió en un espectáculo con entradas más difíciles de conseguir que aclamadas obras en Broadway y al que acudieron personajes muy singulares que hicieron fila desde altas horas de la madrugada: supuestos abogados, presuntos estudiantes de leyes, fanáticos de Guzmán venidos de todas partes, pastores que rezaban constantemente por su futuro e incluso falsos familiares que, tras el escrutinio de los agentes de seguridad, fueron detenidos y a quienes se les inició un proceso de deportación que acarreaban.