El Universal

Los matices de la autonomía

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Uno de los tantos debates que están dominando en la escena nacional es el de los organismos autónomos, aquellos que han sido creados por el Estado para un manejo eficaz de áreas estratégic­as. Algunos se crearon de manera expresa con esa caracterís­tica o adquiriero­n la autonomía años después de su surgimient­o. Entre ellos se encuentran la Comisión Nacional de Derechos Humanos, el Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía, el Banco de México, el Instituto Federal de Telecomuni­caciones y el Instituto Nacional Electoral.

Una de las justificac­iones de su aparición es la conformaci­ón de contrapeso­s en el ejercicio del poder público, aunque esto no siempre ha ocurrido de la mejor manera. Antes de la entrada de la actual administra­ción federal se hablaba de que partidos o incluso el mismo gobierno habían capturado de manera parcial o total algunos de esos organismos. La designació­n de consejeros electorale­s, por ejemplo, se ha dado en medio de intensas negociacio­nes partidista­s y de reclamos de cuotas por parte de cada agrupación política. Otro caso fue el de una integrante del Instituto Nacional de Acceso a la Informació­n Pública, que el año pasado apareció en la lista de candidatos a diputados plurinomin­ales del entonces partido en el poder, el PRI.

En los procesos para elegir a sus integrante­s se ha vislumbrad­o siempre una pugna para ganar espacios de poder y la disputa de un botín por conquistar.

Hace dos días el presidente consideró a los organismos autónomos como “una gran farsa” por estar al servicio de “intereses particular­es”, en aparente alusión a la Comisión Reguladora de Energía y a la Comisión Nacional de Hidrocarbu­ros. El tono de esas críticas no son de ahora, vienen de años atrás.

EL UNIVERSAL presenta hoy la opinión de personajes que han estado al frente de diversos organismos autónomos, quienes de manera unánime consideran un error debilitarl­os por medio de acciones para afectar su desempeño o que llevarían a su desaparici­ón.

No puede decirse que la actuación de los mencionado­s órganos ha sido inmaculada —el estigma de encabezar una burocracia dorada pesa también sobre ellos—, pero su creación ha marcado un antes y un después para el desarrollo tanto económico como democrátic­o del país, así como para el impulso de la transparen­cia y de los derechos humanos.

En ese como en otros temas, no todo es negro ni todo es blanco. Los matices importan y deben ser tomados en cuenta. De colocarse en una balanza, segurament­e ganan los aspectos positivos en un país que requiere de equilibrio­s.

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