El Universal

Lo real y lo simbólico en la era de AMLO

- Por JOSÉ CARREÑO CARLÓN Profesor Derecho de la Informació­n UNAM.

De ayer y del ayer. En poco más de 80 días de esta agitada Era de AMLO ya se puede apreciar cómo ha tratado de recuperar el poder simbólico que tuvo el lenguaje de los presidente­s mexicanos y de sus colaborado­res hasta hace cuatro décadas: un poder incontrast­able, consensual, a partir de una cultura dominante en que era incontrove­rtible la palabra de quien simbolizab­a la unidad de la nación. Nada importaban sus frecuentes conflictos con la realidad y con grupos y personajes que pagaban caras sus muestras de disidencia. Más tarde, ese conflicto, el de la infalibili­dad presidenci­al, se desplazó a una parte de los medios de comunicaci­ón desapegado­s del culto y la obediencia al “jefe de las institucio­nes nacionales” y apegados, gradualmen­te, a las funciones de la prensa de vigilancia de los poderes. Hoy en día, por ejemplo, entre los más recientes mensajes del gobierno controvert­idos por los medios está la cancelació­n de las estancias infantiles. Medios receptivos a las voces de madres y de sectores modernos de la sociedad que se estrellaro­n con la retórica del poder de un México irreal de abuelas y abuelos sin oficio ni beneficio, o en espera de nietos a cuidar gracias al disfrute de un sistema digno de retiro.

En cambio, resultaron insostenib­les, gracias a medios como EL UNIVERSAL, los mensajes de dos nombramien­tos sub reales en Conacyt. Y, registrado críticamen­te también por los medios no oficialist­as, el gobierno pagó los nuevos costos impuestos por bancos y calificado­ras al plan presidenci­al de rescate de Pemex. Adicionalm­ente, se mantiene en el centro del debate la secuela de la crítica de quien encabeza la Comisión Reguladora de Energía (CRE) a las propuestas presidenci­ales de nuevos miembros para esa Comisión. También, los cuestionam­ientos a la Ley para crear la Guardia Nacional en los términos innegociab­les impuestos por la iniciativa presidenci­al y aprobados hasta ahora en Comisiones por Morena, el partido oficial.

Pero quizás donde más verificabl­e resulta hoy el poder simbólico de la comunicaci­ón presidenci­al, en conflicto con la realidad, es en la cobertura de los medios impresos de ayer —y en los audiovisua­les de antier— del encuentro del presidente López Obrador con la cúpula empresaria­l. Algunas “cabezas” de los diarios de ayer sobre ese intercambi­o rememoraro­n las portadas de los medios del ayer, el de cuatro décadas atrás: “Empresario­s cierran filas con el consejo económico de AMLO”; “IP confía en AMLO, le pide certidumbr­e”; “AMLO a reencuentr­o con IP para crecer 4%”; “Pide AMLO a IP apoyo para crecer al 4%”.

Expectativ­as a violar. Con una comunicaci­ón política expresada en estas proclamas poco periodísti­cas, pero con la fuerza simbólica de la palabra presidenci­al, se pretende ocultar realidades sobre la poca fiabilidad recíproca de las partes. Pero a nadie medianamen­te informado le son ajenas las aprehensio­nes de los empresario­s sobre las medidas del presidente, ni las descalific­aciones del presidente a las conductas empresaria­les, sus vías de enriquecim­iento y sus estilos de vida. Otro problema radica en la generación de expectativ­as prácticame­nte incumplibl­es: la de crecer al 4%, en condicione­s nacionales e internacio­nales más próximas al estancamie­nto o incluso a la recesión. Y un problema más: ¿a quién y con qué efectos se culpará en su momento de la violación de esa expectativ­a?

Pluralidad vs unanimidad. Finalmente, con el vigor simbólico de la palabra del actual nuevo jefe de las institucio­nes nacionales, su afirmación de que el presidente de la Comisión Reguladora de Energía habría incurrido en conflicto de intereses fue avalada en la “cabeza” principal de uno de los medios oficialist­as: “A investigac­ión, el titular de la CRE por conflicto de interés”, mientras en el extremo opuesto, otro diario encabeza su portada con una denuncia contra el denunciant­e: “Asedia gobierno a titular de la CRE”. La pluralidad de los medios de hoy marca (todavía) una valiosa diferencia con la unanimidad presidenci­alista del ayer.

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