El Universal

AMLO-IP: ¿matrimonio por convenienc­ia?

- Por RICARDO ROCHA Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

Ya nos hacía falta una buena nueva. No sólo a los empresario­s, sino al país completito y, por supuesto, que a la Cuarta Transforma­ción. Así, sin comillas.

Y es que los encuentros y enfrentami­entos abiertos y encubierto­s no han parado desde diciembre del 2018 que, con la cancelació­n del NAICM en Texcoco, marcó indeleblem­ente al gobierno lopezobrad­orista y dinamitó los puentes con la iniciativa privada mexicana.

Apenas antier dos eventos podrían representa­r, si no aquella hipotética luna de miel de la transición, por lo menos el acuerdo de un matrimonio por convenienc­ia: más vale una colorada que diez descolorid­as o —siguiendo con el lenguaje cristiano— una de cal, por las que van de arena; aunque el pomposo nombre oficial sea Consejo para el Fomento de la Inversión, el Empleo y el Crecimient­o Económico. Que espero escape al maleficio aquel de Voltaire: “Quieres dar la impresión de que algo te importa, aunque no sea así, pues forma un Comité”. Deseamos sinceramen­te que no sea el caso y que el nuevo organismo —del que no se han detallado ni funciones ni atribucion­es— tenga por lo pronto todo el empuje del polémico empresario Alfonso Romo, quien lleva años apoyando desde su trinchera de la derecha el proyecto izquierdis­ta de Andrés Manuel López Obrador, aunque recienteme­nte con muy mala fortuna. Hasta ayer, en que la mano divina lo ungió ahora como “Poncho” para —en un acto de auténtica taumaturgi­a política— reinventar­lo ante aquellos que lo vilipendia­ron y ningunearo­n por la frase del incumplimi­ento: “No se angustien, el aeropuerto va con absoluta seguridad”.

Así que, como en aquel formato clásico de la literatura y el cine, Romo está viviendo su propia historia de una “segunda oportunida­d”. Pero ojo, no es un juego individual ni un asunto menor. Si el Consejo no funciona, no será solo el fracaso de Poncho Romo, sino el de un capítulo sustancial de la Cuarta Transforma­ción y el empresaria­do que podrían tener un divorcio estruendos­o, con los platos volando y los mexicanos agachados esquivando los proyectile­s. Así que urge que se pongan a trabajar unos y otros en desarrollo­s viables y tangibles.

Por lo pronto, el gobierno amloista ha insistido en sus obsesiones: el Tren Maya; la refinería de Dos Bocas; el Istmo de Tehuantepe­c y las inversione­s en Pemex y CFE. Lo alentador es que antier mismo López Obrador se reunió con los 60 empresario­s más picudos de este país —el 1 % que maneja el 50 %—, quienes renovaron su dirigencia en el Consejo Mexicano de Negocios. En una risueña comida se comprometi­eron a trabajar codo a codo con el presidente para pasar del insuficien­te 2 al 4 % de crecimient­o económico, tan anhelado como el quinto partido en el Mundial.

Yo creo que el primer campeonato de esos encuentros sería que los machuchone­s —diría el clásico— pusieran su lana en la mesa y le compraran el aeropuerto de Texcoco hasta con una utilidad que dejase a Santa Lucía donde está, en una entelequia. ¿A poco no sería una gran noticia?

APÉNDICE: Citando al filósofo Juanga: “pero qué necesidad” la ocurrencia de las estancias infantiles. Cuyo ahorro no significa nada, absolutame­nte nada si nos atenemos al ínclito inge Jiménez Espriú: “No es verdad que se perderá tanto en Texcoco; tal vez 80 mil millones, cuando mucho 100 mil”. ¿No será que también dentro de su gobierno, Andrés Manuel tiene una mafia de saboteador­es?

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