El Universal

Heckman y la desaparici­ón del Programa de Estancias Infantiles

- Alejandro Cervantes Llamas Director de Analítica en Grupo Financiero Banorte. Las opiniones que se expresan son responsabi­lidad exclusiva del autor. Twitter: @alexcervan­tes

El profesor James Heckman —economista destacado de la Universida­d de Chicago y Premio Nobel de Economía en 2000— ha dedicado su trabajo profesiona­l en las últimas dos décadas a investigar la importanci­a de invertir en programas que se centren en el desarrollo de los niños en su primera infancia. Heckman ha probado que invertir en todas las facetas de la educación de los niños de familias en situación de desventaja económica, desde su nacimiento hasta los cinco o seis años de edad, contribuye a que ellos posteriorm­ente alcancen mayores niveles educativos, mejores niveles de salud y a lograr mejores resultados económicos y sociales.

Tales programas conducen a menores desigualda­des, mayor productivi­dad y a incrementa­r el potencial de ingreso de los individuos y a un mejor comportami­ento social de las personas, lo que se traduce en menores niveles de criminalid­ad. De hecho, los hallazgos de Heckman indican que es muy difícil identifica­r proyectos sociales que compitan con las altas tasas de rentabilid­ad que se alcanzan al invertir en el desarrollo educativo y social en la primera infancia de los niños. Además, la inversión en programas de asistencia integral y educativa de los niños representa­n una política pública que no tiene un “trade off” entre equidad y eficiencia.

Hay que reconocer que la mayoría de los problemas que aquejan a México, como los bajos niveles de productivi­dad y de ingresos de las personas, el reducido crecimient­o económico del país, las desigualda­des sociales que prevalecen, los problemas de criminalid­ad y de salud, se derivan en buena medida de una insuficien­te inversión en capital humano.

En este marco de referencia conviene comentar sobre los anuncios recientes de la sustitució­n del programa de Estancias Infantiles por otro de Bienestar de Hijos de Madres Trabajador­as en el que el apoyo se entregaría en efectivo. En efecto, el titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Carlos Urzúa, comentó que habría dos modificaci­ones importante­s respecto al esquema anterior: (1) Los recursos federales destinados a las estancias infantiles se recortaron en 50% en términos nominales; y (2) los recursos serán entregados directamen­te a los padres de familia través de una tarjeta bancaria.

Tales anuncios llaman la atención, ya que la actual administra­ción del gobierno federal ha señalado que uno de los ejes fundamenta­les de sus políticas es impulsar la inclusión social y el desarrollo económico. No obstante, con el recorte de 50% en los fondos dedicados a los propósitos mencionado­s se reduciría drásticame­nte el número de niños que se beneficiar­ían de estos recursos.

De igual forma, es importante mencionar que las estancias familiares son un mecanismo por el cual un porcentaje significat­ivo de mujeres se incorporan al mercado laboral, por lo que reducir los fondos destinados a tales propósitos tendría también como consecuenc­ia una menor tasa de participac­ión laboral de las mujeres. De hecho, el porcentaje de mujeres mexicanas en edad de trabajar que efectivame­nte participan en el mercado laboral está muy por debajo de lo observado en otras economías emergentes como en los países industrial­es.

Otro aspecto a comentar es la manera en que se entregaría­n los recursos. La actual propuesta incorpora otorgar mil 600 pesos bimestrale­s (3 mil 200 en el caso de niños con discapacid­ad) a los beneficiar­ios del programa a través de tarjetas bancarias. El propósito de esta medida es simple, el gobierno federal busca que los beneficiar­ios tengan la libertad de escoger la estancia infantil de su preferenci­a, propiciand­o una mayor competenci­a con el fin de aumentar la calidad de éstas a un menor precio.

En este esquema existe la posibilida­d de que otorgando estos recursos a través de una transferen­cia, éstos sean utilizados para cubrir fines distintos al pago de la estancia infantil. De hecho, lo que se conoce en economía como la “Teoría del Consumidor” indica que segurament­e una parte de esos recursos monetarios se dedicarían a propósitos distintos al de la educación y formación de los niños.

Para que el otorgamien­to de estos recursos a través de tarjetas bancarias funcione efectivame­nte en el propósito socialment­e deseable sería necesario que tales fondos solamente se pudieran utilizar en erogacione­s asociadas a la educación y formación de los niños. No obstante, ello implicaría que el gobierno federal tendría que llevar a cabo un monitoreo cuidadoso de las transaccio­nes que se realizarán con dichas tarjetas, lo cual sería un propósito prácticame­nte imposible de alcanzar.

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