En el olvido, lado norte de Paseo de la Reforma
En 1950, expertos comenzaron a proyectar la extensión de la icónica avenida. En 1964 la prolongación atravesó lo que en tiempos del Porfiriato se consideró una zona marginada
Paseo de la Reforma, quizá la avenida más famosa de la Ciudad de México, tiene dos caras. Desde Lomas de Chapultepec hasta la glorieta de Bucareli, es el lado monumental.
Más al norte, a partir de la iglesia de San Hipólito, el panorama cambia. Se trata, según testimonios, del lado olvidado de Reforma, donde las banquetas, pavimento y camellones, no son de la misma calidad del tramo anterior.
La división se debe a que esta parte de la avenida fue una prolongación del tramo original justificada para dar salida al tránsito de la zona.
Aunque se realizó en los primeros años de la década de los 60, esta obra se comenzó a discutir en 1950, cuando el ingeniero Luis Ángeles, subdirector de la Comisión de Planificación del entonces Distrito Federal, presentó un plan de reformas a las calles de la zona central de la Ciudad.
Por ser un plan ambicioso y hasta irreal (se calculaba que tardaría 50 años en ejecutarse) fue llamado por la prensa “proyectazo”, el cual preveía prolongar, al norte, las calles 20 de Noviembre y San Juan de Letrán; al sur, Pino Suárez y al noreste, Paseo de la Reforma.
Las discusiones del proyecto fueron acaloradas e incluso hirientes, según se reportó en la Revista de la Semana, suplemento dominical de este diario.
Uno de los tópicos controvertidos fue la destrucción de inmuebles considerados monumentos históricos y artísticos. Algunos arquitectos opinaban que se trataba de pequeños “sacrificios” en beneficio de la Ciudad.
Otros especialistas, como el arquitecto Manuel Ortiz Monasterio, abogaron por conservar estos edificios. De hecho, gracias a una modificación que éste hizo al trazo de la prolongación del Paseo de la Reforma, la Garita de Peralvillo se salvó de la destrucción.
El proyecto de prolongar Reforma quedó en pausa hasta finales de los años 50, cuando se retomó como vía de conexión entre la construcción de la Unidad Habitacional Nonoalco Tlatelolco con el Centro de la Ciudad.
En 1959 el reportero de este diario Rubén Salazar, refiriéndose a la colonia Guerrero, escribió: “Ese barrio va a ser demolido dentro de poco. Ya están hechos los planos para acabar con la lepra, como que por ahí pasará la prolongación del Paseo de la Reforma”.
El comentario evidencia la estigmatización que se originó en esta área desde muchos años atrás.
“La zona norte del Centro permaneBasado
ció al margen del orden urbano de la Ciudad por siglos”, afirmó en entrevista la historiadora Clementina Battcock, quien estudió el devenir del barrio prehispánico de Cuepopan, hoy Santa María la Redonda, colonia Guerrero.
Según la investigadora, durante el Porfiriato estos espacios fueron considerados “no dignos” de las obras modernizadoras, las cuales se concentraron en el sector sur-poniente. Los barrios no se vieron involucrados en estos proyectos urbanos, lo cual favoreció a su ya tradicional connotación de espacios marginales y olvidados.
Los vecinos. Víctor Rosas, habitante de Santa María la Redonda, tenía 12 años cuando la prolongación de Reforma llegó a su barrio. Contó que se escuchaban rumores de que se construiría una nueva avenida y cuando se dio cuenta, ya había empezado la demolición de algunas vecindades.
“Por ejemplo, la calle de Galeana. Ahí tenía muchas amistades que se fueron, toda esa gente desapareció cuando pasó Reforma”, recordó.
“Fíjate que es una situación que he analizado [el que la prolongación partió el barrio en dos]. Cuando no estaba Reforma nos juntábamos con los del otro lado porque nada más atravesabas cualquier callecita. Ahora no, ahora tienes que atravesar toda la avenida. No está fácil y menos ahora… si quieres pasar en horas pico, ¡menos!”, dijo.
Como éste, existen otros registros que dan cuenta del cambio. Tal es el caso de la película Tívoli (1974).
en hechos reales, el filme retrató los últimos meses de este teatro de revista donde se exhibieron espectáculos de bailarinas exóticas y desnudos.
“Parece bombardeada una céntrica zona capitalina. Edificios con historia y sin ella son eliminados” se leía el 25 de agosto de 1963 en este diario. La prolongación del Paseo de la Reforma era el motivo de tal devastación.
Entre los edificios que desaparecieron se cuentan la sede de Relaciones Exteriores y del PAN en Juárez casi esquina con Rosales, la capilla del panteón de Santa Paula (del que queda un pequeño memorial) y el Cine Odeón, en la calle Mosqueta.
Además, se destruyeron casonas porfirianas que en las primeras décadas del siglo XX, “fueron adecuadas como vecindades”, recordó la señora Angélica Gómez, quien nació en la colonia Guerrero hace 87 años.
La prolongación del Paseo de la Reforma fue inaugurada el 21 de noviembre de 1964, el mismo día que la Unidad Habitacional Nonoalco Tlatelolco.
EL UNIVERSAL reportó que la nueva avenida medía 3 kilómetros por 60 metros de ancho y contaba con dos arroyos centrales y dos carriles laterales.
Siguiendo la composición y el estilo del original Paseo de la Reforma, en la prolongación se trazaron cinco glorietas: la del Caballito (Bucareli), el cruce con Violeta, Santa María la Redonda (Eje Central), Nonoalco y Peralvillo.
En la penúltima glorieta se colocó el monumento a Cuitláhuac, obra de Ignacio Asúnsolo.
El nuevo paseo se adornó con 50 jarrones de bronce y pedestales donde se colocaron esculturas de los próceres de la patria.
Según datos de este diario, para las obras de la nueva arteria se adquirieron 185 mil metros cuadrados de terreno, y se realizaron 166 mil de construcción, además de que se desalojó a 4 mil 504 inquilinos quienes en su mayoría fueron reubicados en la Unidad de Santa Cruz Meyehualco y la propia Unidad Tlatelolco. El costo total de la obra fue de 142 millones 310 mil pesos.
La nueva conexión de los barrios del norte con las colonias del poniente se retrató en una canción de Chava Flores: “Vino la Reforma a Peralvillo /ora sí las Lomas/ ya semos vecinos/ ¡ya sabrás mamón lo que es bolillo!”.
En efecto, llegó la Reforma, “pero no la modernidad”, afirmó el maestro en urbanismo Isaac Torres. Basta caminar por esta avenida para encontrar el contraste entre la parte “original” y la olvidada. “Si te fijas, casi no hay fachadas que dan hacia Reforma, y las que hay, son de edificios nuevos” señaló.
En su opinión, la irrupción de Reforma violentó el trazo anterior: “Si cuando abrieron el paso hubieran tenido la sensibilidad de integrar a estos barrios al paisaje, otra cosa sería” comentó el experto en urbanismo.
La marginalidad y la inseguridad no desaparecieron. En la actualidad continúan resistiendo frente a la especulación inmobiliaria de la zona. En palabras de Isaac:
“Las rutas comerciales y turísticas que van en la dirección de las calles de Madero y Juárez están surgiendo aquí. Con la instalación del Metrobús, esta parte de Reforma comienza a ser más valuada económicamente. Han surgido desarrollos de vivienda del estilo de la colonia Roma”, finalizó.
“Las obras de prolongación [de Reforma] están planeadas para enriquecer más a los proyectistas, instituciones bancarias, urbanistas que intervengan, pero no en beneficio de la Ciudad, que está hecha por sus habitantes” se escribió en este diario en 1951.
Casi 68 años después, Víctor Rosas, al referirse a la obra, criticó: “Yo no le veo ningún beneficio realmente”.
“Vino la Reforma a Peralvillo, ora sí las Lomas, ya semos vecinos, ¡ya sabrás mamón lo que es bolillo!”
CHAVA FLORES Cantante y cronista musical