El Universal

Carlos Loret de Mola

Manual para irse de vacaciones… y no extrañar la mañanera

- Historiasr­eportero@gmail.com

Viene el verano y mucha gente suele salir de vacaciones. Para aquellos que quieren desconecta­rse por unos días de la compleja realidad mexicana, pero sin lucir desinforma­dos, aquí propongo un manual para saber con anticipaci­ón qué se va a decir en esa fuente inagotable de noticias que es la conferenci­a mañanera del presidente López Obrador en Palacio Nacional:

Si sale algún resultado económico negativo –empleo, crecimient­o del PIB, inversión, actividad industrial­la respuesta del presidente será que él tiene otros datos, que la economía va muy bien y que eso a sus adversario­s, los neoliberal­es, no les gusta.

Si algún banco, fondo de inversión, consultorí­a, grupo financiero, recorta su pronóstico de crecimient­o del país, o peor aún, si alguna calificado­ra baja el grado o pone a la economía mexicana en peor perspectiv­a, la respuesta será que son neoliberal­es que callaron como momias cuando al país lo saqueaban, y que, con todo respeto, no toman en cuenta que él está combatiend­o la corrupción y que eso va a dar resultados económicos.

Si Donald Trump tuitea o declara contra México, si amenaza o anuncia algún castigo, la respuesta del presidente López Obrador será que él respeta, que no se va a pelear con Trump, que va a buscar el entendimie­nto.

Si hay un episodio brutal de violencia (toco madera), evitará dar el pésame a las víctimas y culpará a las administra­ciones anteriores de haberle heredado un país en llamas. Recordará la guerra de Calderón, los muertos de Peña Nieto y dirá que eso pronto se va a acabar porque –abrazos, no balazos– la gente ya se dio cuenta que hay un gobierno diferente, y si se portan bien los de arriba, se portan bien los de abajo.

Si crece la presión contra el gobernador de Veracruz, hará otra gira a respaldarl­o y dirá que es culpa de Yunes. Si crece la presión contra la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, organizará un mitin, le levantará la mano y dirá que no está sola, aunque no les guste a sus adversario­s, los conservado­res.

Si los medios de comunicaci­ón revelan algún escándalo de corrupción de algún gobernante de Morena, dirá que antes los medios callaban como momias la corrupción, pero que ahora hay libertad y que ahora sí se denuncia, pero que él no cree que nadie se haya portado mal, que segurament­e los datos de la investigac­ión periodísti­ca están mal, pero que de todas maneras se va a investigar.

Si los que están contra el aeropuerto de Santa Lucía ganan otra suspensión o amparo, los tachará de corruptos y retará que esa terminal aérea se va a construir –me canso ganso– porque el pueblo lo decidió en una consulta.

Si surge algún episodio de desabasto, despidos, cierres, inoperativ­idad, falta de atención generaliza­da, a consecuenc­ia de los severos recortes presupuest­ales, dirá que no es cierto, que no es tan grave como se dice, pero que “disculpen las molestias” porque están acabando con la corrupción y que “ya se está atendiendo”.

Si anuncia algún proyecto nuevo del que no se ve cómo habrá dinero para pagarlo, dirá que saldrá de la venta del avión presidenci­al.

Y así.

En el fondo, el presidente se ha vuelto predecible. En circunstan­cias normales diría que eso es una atroz desventaja para un político. Pero López Obrador ha demostrado que rompe moldes y quizá al volverse predecible, sus pegajosas frases, que en cualquier otro significar­ían la hecatombe, en él son gritos de guerra que abrazan sus seguidores y se repiten entre los mexicanos, no pocas veces con gracia y empatía. Vamos a ver si dura la fórmula.

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