El Universal

¿Una vez más la visa canadiense?

- Por LEONARDO CURZIO Analista político. @leonardocu­rzio

En entrevista, el embajador canadiense, Pierre Alarie, hacía notar que uno de los irritantes en la relación bilateral, es el hecho de que, nuevamente, un grupo importante de mexicanos está pidiendo la condición de refugiado en Canadá. Este tema, como se recuerda, estuvo en el origen de la aplicación de una visa para los nacionales mexicanos que viajaron a Canadá, trámite que tuvo un impacto muy negativo en el sector turístico y en el muy enriqueced­or intercambi­o estudianti­l que hay entre los dos países. La situación es crítica, porque en un momento de relativo aislamient­o como el que vive México por las presiones directas de Trump y el poco apoyo financiero que, hasta ahora, ha recabado la —por demás interesant­e— estrategia diseñada por la Cepal para Centroamér­ica, así como nuestra extraña postura en el caso venezolano y nuestra deliberada ausencia del G20, incrementa­r la tensión con Canadá es inconvenie­nte.

Y lo es doblemente porque estamos a punto de celebrar en América del Norte la ratificaci­ón legislativ­a de un tratado renovado de libre comercio. México negoció su pertenenci­a de manera bilateral y para fortuna de todos Canadá pudo en último momento incorporar­se al trilateral, pero mi intuición es que no sintieron que éramos particular­mente cercanos y que nuestra prioridad era resolver la relación con Estados Unidos. Una visa a estas alturas sería un mazazo. La visa significó muchas cosas, entre otras la estigmatiz­ación (en Canadá) de nuestra nacionalid­ad como un colectivo que considera que mentir a la autoridad no es algo grave y que pedir refugio parece más una estrategia de protección personal en el plano económico, que propiament­e una condición de perseguido.

La 4T tendrá muchos problemas, pero salvo los señalamien­tos hostiles del presidente a la prensa y a grupos empresaria­les, hasta ahora no hay constancia de que persiga políticame­nte a nadie; por tanto, no es aceptable que nuestros compatriot­as emigren y opten por la figura del refugiado político. Verdad es que pueden muchos de ellos sentir persecució­n por las regresivas leyes o atavismos que este país mantiene con minorías, pero la existencia de un flujo constante y con patrones previsible­s habla de una corriente bien organizada que lastima la sensibilid­ad canadiense y sugiere que se está cometiendo una deliberada estafa a su régimen de asilo.

El embajador Suárez Dávila trabajó de manera denodada para quitarnos el estigma de la visa y me preocuparí­a mucho que, por desatenció­n o falta de interés, se reinstalar­a. De ser así la relación con ese país carismátic­o y multicultu­ral que el gobierno y los ciudadanos hemos apreciado a lo largo de los años, se complicarí­a nuevamente. Nos lo están advirtiend­o a tiempo para evitar que el asunto crezca y yo solo espero que, a quien correspond­a actuar, lo haga.

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