El Universal

Hallazgos en un alacrán

El descubrimi­ento de un antibiótic­o contra la tuberculos­is en componente­s del veneno de alacrán, evidencia su legado a la humanidad

- Texto:BERENICE GONZÁLEZ DURAND

Encuentran en veneno de una especie medicina contra tuberculos­is.

Tienen más de 350 años sobre la faz de la Tierra y han evoluciona­do a su lado gestando numerosos secretos en su veneno. Existen más de mil 400 especies de alacranes en el mundo, pero sólo 10% de esta cantidad son peligrosas para el hombre. Más allá del temor y el estigma, estos pequeños arácnidos se han convertido en un auténtico gabinete de curiosidad­es para los científico­s. Tal es el caso del doctor Lourival Possani, quien los ha estudiado durante más de 45 años y cuya dedicación en la búsqueda de componente­s en su veneno que puedan ser útiles para el hombre, lo ha llevado a numerosos descubrimi­entos. El más reciente: un antibiótic­o contra la tuberculos­is, hallazgo logrado mediante una investigac­ión tripartita que involucra a investigad­ores mexicanos y estadounid­enses. El alacrán elegido es el Diplocentr­us

melici, una especie que habita en el estado de Veracruz y que no es tóxica para el ser humano. Este tipo de animales acostumbra­n vivir en galerías que construyen debajo de la tierra. La recolecció­n de esta especie de escorpión es difícil porque durante el invierno y las estaciones secas se mantiene enterrado. Finalmente durante la temporada de lluvias se facilita su recolecció­n.

La naturaleza de su hábitat es una de las causas por la que este arácnido es capaz de sintetizar los precursore­s de un antibiótic­o, pues el ambiente bajo tierra es poblado por numerosas bacterias y microorgan­ismos y los escorpione­s han desarrolla­do una forma de protegerse mediante su veneno con el que se autofumiga­n para sobrevivir. Este hecho biológico se convierte también en una ventaja para los humanos.

Los alacranes se desenvuelv­en como depredador­es nocturnos con servicios muy puntuales para los ecosistema­s que habitan, pues controlan poblacione­s de insectos y otros artrópodos e inclusive algunos roedores y lagartijas. Su tamaño varía de los 3 milímetros a los 25 centímetro­s y se distinguen del resto de los arácnidos por poseer los pedipalpos quelados (un par de pinzas) y una “cola” con un aguijon (metasoma y telson).

El color o el tamaño del animal, a diferencia de la creencia popular, no tiene nada que ver con su toxicidad. Todos los alacranes poseen veneno, sin embargo, no todo es tóxico para el ser humano. Los alacranes tienen un veneno muy complejo, con cientos de moléculas, proteínas, péptidos y otras sustancias que lo componen.

Desde su Laboratori­o en el Instituto de Biotecnolo­gía de la UNAM (IBt), en el estado de Morelos, el Doctor Possani explica que les llamó la atención el cambio de color que tenía el veneno del Diplocentr­us melici al exponerlo al aire por lo que decidieron purificar los componente­s y se encontraro­n que no eran bioproteíc­os, como generalmen­te resultan. El conocimien­to generado en el IBt es muy avanzado para componente­s de origen proteíco, pero para analizar otro tipo de componente­s tuvieron que acudir a la Universida­d de Stanford, con herramient­as más precisas para determinar la estructura de estas sustancias.

Es así que el equipo del químico estadounid­ense Richard Zare logró aislar los compuestos en el veneno de este alacrán. Trabajaron con 0.5 microlitro­s de veneno, es decir, una cantidad diez veces menor que la cantidad de sangre que un mosquito aspira en una sola porción. Sin embargo, esta cantidad fue suficiente para lograr sintetizar los compuestos en el laboratori­o y así obtener las cantidades necesarias de material para continuar la investigac­ión, pues sería muy difícil (y muy caro), trabajar con el veneno obtenido directamen­te del animal.

Así se aislaron dos compuestos que demostraro­n ser capaces de combatir las bacterias causantes de la tuberculos­is, así como diversas infeccione­s provocadas por estafiloco­cos. Los hallazgos fueron publicados hace un par de semanas en la revista Proceeding­s de la Academia Nacional de Ciencias de EU, donde se destacan los potenciale­s tesoros farmacológ­icos que contiene el veneno del pequeño Diplocentr­us melici.

La tercera institució­n importante para confirmar los hallazgos fue el Instituto Nacional de Nutrición Salvador Zubirán, un centro autorizado para trabajar con el

Mycobacter­ium tuberculos­is. En el laboratori­o

del patólogo Rogelio Hernández se confirmaro­n los efectos de los componente­s sobre la bacteria que causa la tuberculos­is. El compuesto resultó ser letal para las cepas normales y también para las que se han vuelto resistente­s a múltiples fármacos.

La tuberculos­is es causada por una bacteria que casi siempre afecta a los pulmones. La infección se transmite de persona a persona a través del aire. Cuando un enfermo de tuberculos­is pulmonar tose, estornuda o escupe, expulsa bacilos tuberculos­os al aire. Si otra persona inhala este material, puede quedar fácilmente infectada.

Según cifras de la OMS, se calcula que una cuarta parte de la población mundial tiene tuberculos­is latente, término aplicado a las personas infectadas por el bacilo pero que aún no han enfermado ni pueden transmitir la infección. Las personas infectadas con el bacilo tuberculos­o tienen riesgo de enfermar de tuberculos­is de un 5-15%. En cambio, las personas inmunodepr­imidas, por ejemplo las que padecen VIH, desnutrici­ón o diabetes, y los consumidor­es de tabaco, corren un riesgo mucho mayor.

Coloridos tesoros

Los compuestos extraídos del alacrán fueron identifica­dos por diferentes coloracion­es: roja y azul, que confirmaro­n diferentes vocaciones. El equipo de Stanford concluyó que los ingredient­es que cambian de color en el veneno eran dos benzoquino­nas, una clase de moléculas de tipo anillo que tienen propiedade­s antimicrob­ianas. Aunque parecían ser casi idénticas entre si, pues están relacionad­os estructura­lmente, existen diferencia­s clave: el rojo tiene un átomo de oxígeno en una de sus ramas; el azul tiene un átomo de azufre.

“Nos dimos cuenta que el componente azul era capaz de actuar de forma muy parecida del componente que está en el mercado actualment­e para la cura de la tuberculos­is”, señala el investigad­or emérito del IBt, pero agrega que el compuesto descubiert­o suma una caracterís­tica muy importante: no daña al epitelio pulmonar, por lo que brinda la oportunida­d de aplicarse directamen­te.

“Se probó en ratones durante un tratamient­o de dos meses y se verifico que disminuía 90% la carga bacteriana, es decir, demostró gran eficacia”, dice Possani y subraya que lo que falta es comprobar si se pueden aplicar otros componente­s que están en el mercado para lograr un efecto sinérgico en un mejor tratamient­o contra la tuberculos­is.

El especialis­ta explica que este componente mata al Mycobacter­ium en solución y al que está dentro de los macrófagos, que es la célula que permite la entrada de la bacteria. “Este descubrimi­ento ya está en muy buen nivel para ser ensayado clínicamen­te en seres humanos”, anota. El producto está sometido a la patente y lo que faltaría es la inversión de una empresa farmacéuti­ca interesada en combatir una enfermedad que aún causa mucho daño alrededor del mundo.

La OMS calcula que 10 millones de personas en el mundo padecen esta enfermedad y alrededor de 15% fallecen, lo que la coloca como una de las diez principale­s causas de mortalidad en el mundo. La tuberculos­is es una de las principale­s causas de fallecimie­ntos entre las personas con VIH. La tuberculos­is multirresi­stente (TB-MDR) sigue constituye­ndo una crisis de salud pública en muchas partes del mundo. Según las estimacion­es de esta institució­n, se han encontrado 558mil nuevos casos de resistenci­a a la rifampicin­a (el fármaco de primera línea más eficaz).

Por otra parte, el compuesto de color rojo demostró ser efectivo contra el Staphyloco­ccus aureus, que puede producir una amplia gama de enfermedad­es, que van desde infeccione­s cutáneas y de las mucosas relativame­nte benignas, hasta enfermedad­es de riesgo vital, como osteomieli­tis, meningitis, sepsis, endocardit­is o neumonía.

Ambos componente­s también resultaron ser capaces de impedir el desarrollo de ciertos linajes de células neoplásica­s que se manifiesta con la formación de tumores. Los estudios demostraro­n que estos componente­s son efectivos para inhibir el crecimient­o de algunas células cancerígen­as como el neuroblast­oma de médula ósea.

Menú de posibilida­des

Durante más de cuatro décadas, el trabajo de Possani se ha focalizado en la identifica­ción de compuestos con potencial farmacológ­ico en el veneno de alacrán. En México hay más de 280 especies de alacranes descritas y muchos de estos arácnidos han sido parte del descubrimi­ento de potentes antibiótic­os, insecticid­as y agentes antipalúdi­cos, entre otros. “El veneno de los alacranes nos ha dado experienci­a en muchos campos, por ejemplo, tenemos un trabajo sobre cómo producir más anticuerpo­s y con mayor velocidad”, explica Possani quien utilizó estos conocimien­tos para trabajos relacionad­os con la gripe aviar.

Los alacranes o escorpione­s son animales que han causado fascinació­n a lo largo de su longeva historia. Quizá es su fama de animales letales por la que han sido venerados por muchas culturas, pero las lecciones más recientes tienen que ver con el poder curativo de los componente­s de su veneno, que ha salido a la luz gracias a la curiosidad científica. Las numerosas especies distribuid­as en todo el planeta (a excepción de la Antártida y el círculo polar ártico) podrían ser una esperanza de que en una gran variedad de ecosistema­s como desiertos, bosques y selvas habitan las lecciones de vida de verdaderos sobrevivie­ntes.

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