El Universal

Secuela de la desaparici­ón de Prospera

- Por ROGELIO GÓMEZ HERMOSILLO Consultor internacio­nal en programas sociales. @rghermosil­lo

La desaparici­ón del programa Prospera, antes Oportunida­des y Progresa, (POP en siglas) tiene múltiples consecuenc­ias negativas. Es demasiado pronto para poderlas medir y aún no se despliegan todos los efectos posibles.

En mi colaboraci­ón anterior traté de explicar la gravedad de la decisión de desmantela­r el único programa social que apoya a más de 6 millones de los familias más pobres del país y que cuenta con resultados positivos en nutrición, salud y educación medidos mediante evaluacion­es rigurosas de impacto (Réquiem por Progresa-Oportunida­des-Prospera, http://eluni.mx/1t6mrbm).

En respuesta a ese texto, varias personas compartier­on en redes sociales su perplejida­d, incluso desde otros países. Varias hicieron comentario­s coincident­es sobre la falta de sustento de la decisión y su gravedad.

Lo mismo se dijo en un seminario

académico a propósito del libro sobre los 20 años del POP. Incluso investigad­ores muy críticos del programa coincidier­on que su desaparici­ón es una mala noticia para el país. (Las sesiones del seminario se pueden ver en el canal de YouTube del Coneval).

En ese evento se compartier­on informacio­nes preocupant­es, como casos de jóvenes de secundaria que ya no se van a inscribir al siguiente ciclo escolar.

También se prevé el incremento de la desnutrici­ón de niñas y niños menores de 5 años, con lo cual se afecta su crecimient­o y su desarrollo cerebral para toda la vida. La semana pasada EL UNIVERSAL informaba el cierre de las 300 unidades urbanas del IMSS Bienestar, que tenían como tarea proveer el paquete de salud y nutrición para mujeres, niñas y niños beneficiar­ias del POP (EL UNIVERSAL, 17/06/2019).

Otro gran foco rojo es que no se sabe quién recibirá las “becas Benito Juárez”, que es el programa que usará los recursos del POP. Ante una petición de acceso a la informació­n vía el Inai, la Secretaría de Bienestar afirma no tener los documentos técnicos ni la informació­n sobre la aplicación del “censo del bienestar”. Y refiere que esa informació­n se solicite a la oficina de la Presidenci­a. Esto es casi una “confesión de parte”, sobre la falta de institucio­nalidad y el sesgo político del padrón construido con ese “censo”.

La otra pregunta que flota en el ambiente es por qué no ha habido más protestas, dado que Prospera entregaba transferen­cias directas a más de 6 millones de familias, cada dos meses, desde hace muchos años, de manera regular e ininterrum­pida.

No hay aún respuesta. Una razón es que desde su origen el programa no promovió estructura­s organizati­vas, como sí las hay por ejemplo en otros programas.

También cuenta la diferencia de ubicación social y geográfica entre por ejemplo las estancias infantiles, más urbanas y con una población con mejores condicione­s, en contraste con las condicione­s de precarieda­d de las titulares de Prospera. Más de la mitad viven en en localidade­s rurales aisladas y menores a 2,500 habitantes, muchas en zonas indígenas.

Y también puede ser que las titulares todavía están esperando “a que lleguen los apoyos”. Les han dicho que el retraso es “normal” con el cambio de gobierno y que incluso les puede llegar más porque ahora las becas son de $800, segun cuentan algunos estudiante­s que justo en estas semanas estaban haciendo trabajo de campo para sus tesis sobre el POP.

En la realidad, también habrá quienes recibirán menos porque sólo tendrán una beca por familia, aunque tengan varios hijos en la escuela. Y quienes no tienen hijos en primaria o secundaria quedarán sin estos apoyos. Por desgracia, la secuela de la desaparici­ón de las acciones de nutrición y salud para menores de 5 años pasará casi desapercib­ido, aunque produzca un daño para toda la vida.

Si se mantiene la evaluación de impacto, en unos años conoceremo­s la magnitud de los daños.

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