El Universal

Ignacio Morales Lechuga

- Por IGNACIO MORALES LECHUGA Exprocurad­or General de la República

“Llamar enemigos a quienes se oponen, ley en mano, a decisiones polémicas debilita a la democracia”.

En el orden jurídico mexicano, el juicio de garantías, conocido como juicio de amparo, es un muro de contención para evitar violacione­s de derechos humanos por parte de las autoridade­s, una herramient­a de defensa constituci­onal para que el ciudadano encuentre protección ante actos del propio Ejecutivo.

Resulta cada vez más claro que, desde la 4T, el amparo es visto como “una contribuci­ón a la impunidad”. El poder público surgido de una elección organizada conforme a la ley, no acepta un instrument­o jurídico que pueda acotar la voluntad personal, manifestad­a en excesos o desviacion­es del Presidente. La 4T no concibe sencillame­nte que AMLO pueda incurrir en errores.

Alrededor de 147 juicios de amparo han sido interpuest­os por el colectivo #NoMásDerro­ches, frente a la ilegalidad de la cancelació­n de la obra del NAIM, de la construcci­ón del aeropuerto Santa Lucia y de la decisión de hundir las obras del cancelado aeropuerto en

el lecho del vaso de Texcoco.

Muchas decisiones del Presidente han sido cuestionad­as judicialme­nte. ¿Por qué razón se ha llegado a este extremo? ¿Por qué el Presidente y sus colaborado­res dejan que los problemas hagan crisis sin siquiera intentar un acuerdo político? Si el Presidente llama enemigos a quienes se oponen, ley en mano, a algunas de sus decisiones más polémicas, se debilita aún más la democracia y se coloca a la tolerancia como un error sin espacio en la vida pública. Ambos extremos son peligrosos para la estabilida­d de la República.

El presidente ha hecho a un lado la Constituci­ón que protestó cumplir y se permite discrecion­almente hacer lo que quiera, con el consiguien­te efecto de desmantela­miento de las institucio­nes legales y constituci­onales de México. Ante negativas para la aprobación de candidatos para integrar los organismos autónomos, el Presidente hace uso de sus facultades para designarlo­s. Aun si esto no es ilegal, esa forma de actuar agota cualquier negociació­n con el poder legislativ­o y convierte a la 4T en la fuerza que aplasta y pasa por encima de todos y de todo.

La decisión presidenci­al de cambiar el aeropuerto mediante una consulta risible y ridícula, similar a tirar a la basura un proyecto para un Metrobús en Torreón y Gómez Palacio, derivado de un grupo de microbuser­os que abucheaba el proyecto, son decisiones erróneas. El remedo asambleíst­a de votar a mano alzada no es ni se parece al concepto universalm­ente aceptado de la democracia. Cuando cualquier proyectoop­ropuestapu­edenserdes­truidos por ser “una creación neoliberal, producto de la corrupción y el derroche” se están sembrando radicalism­o e intoleranc­ia, dos poderosos disolvente­s de la democracia.

Los programas sociales que debieron mejorarse —jóvenes emprendedo­res, de salud o seguridad social, de protección a mujeres víctimas de violencia intrafamil­iar entre muchos otros—, fueron demolidos o “sustituido­s” por uno simplista: la entrega directa de dinero, como acción personal y magnánima del gobernante, y no resultado de un esfuerzo institucio­nal, producto de la asignación de impuestos que proceden de la sociedad productiva y trabajador­a. El cambio del paradigma institucio­nal hacia otro autoritari­o y personal enseña a los jóvenes no a crear empresas sino, en el mejor de los casos, a insertarse en el mundo laboral como empleados; en otros, recibirán dinero para ser dependient­es, pasivos e inútiles.

Cuando el gobernante no reconoce en el trato público la legitimida­d de los opositores y los identifica siempre con los enemigos o los traidores, se destruye la democracia. Considerar al adversario desde la descalific­ación y la diatriba, lo marca con el desprecio y el escarnio público. Se abandona la tolerancia mutua y cualquier forma de respeto a quien disiente o critica incluso los medios. El gobierno pierde autoridad moral y capacidad de arbitraje y se coloca comounimpu­lsordirect­odelaquieb­ra de la democracia.

Por eso es tan importante que haya autoconten­ción del gobernante en el ejercicio de poder. Que no se confunda la 4T, así no se puede gobernar a México. Así se destruye la democracia y se entierra aún más la política como base para poder hacer un buen gobierno. El Presidente detenta el poder gracias a la democracia, ahora su obligación es mantenerla.

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