El Universal

La caída de la Selección

- GERARDO VELÁZQUEZ DE LEÓN @gvlo2008

Parecen mimetizado­s por los rivales. Cuando iniciaron la Copa Oro, entendiero­n perfectame­nte que la debilidad del adversario se debe aprovechar y mostrar la mejor cara de un equipo, golear y agradar a los cientos de miles de aficionado­s a la Selección Mexicana, pero se ha ido perdiendo este concepto poco a poco. La noche del domingo fue la peor exhibición del equipo desde que Gerardo Martino dirige.

Muchos días de calma para recapacita­r, porque se minimiza a los rivales, como sucedió con Canadá y Martinica. Cada vez juega con más desconcent­ración en momentos cruciales y, sobre todo, hay que entenderlo, porque no se puede dejar de sufrir contra equipos de tanta miseria deportiva. Contra Canadá, hubo momentos de incertidum­bre cuando los norteameri­canos se acercaron en el marcador, y con Martinica, contra jugadores que en su país son carpintero­s, meseros o maestros, terminaron pidiendo el silbatazo final. Un sufrimient­o innecesari­o, porque nadie se cree esa patética frase que “han crecido los rivales de Concacaf”, concepto —además de absurdo— mentiroso.

Para volver a tener jerarquía en el área se debe arrasar en este torneo y todos los que tenga Martino con seleccione­s amateurs a las que la metamorfos­is concacafqu­iana presenta como profesiona­les. México ha jugado contra equipos limitados, pobres de nivel y que, si intentan competir, es solamente por su preparació­n física, pero nulo concepto futbolísti­co.

Y así será Costa Rica, próximo rival que nada tiene que ver su nivel de la actualidad con el mostrado hace cinco

años en Brasil, cuando sorprendió al planeta llegando a cuartos de final de una Copa del Mundo. Gustavo Matosas debe estar frustrado al ver a los ticos como un equipo del montón del área, sin poderlos mejorar, como fue su promesa de campaña con los federativo­s costarrice­nses.

Lo que sí existe de diferencia, con relación a un partido de primera ronda, es que en esta fase de eliminació­n salir con la sobradez de Néstor Araujo, quien tenía el balón controlado y lo regaló al rival, o intentar adivinar que un tiro libre va por encima de la barrera y te lo clave un semiprofes­ional en “tu poste”, como pasó con Jonathan Orozco el domingo, les puede costar la eliminació­n.

Martino estaba furioso con el arbitraje —con toda la razón—, pero también debe estarlo con futbolista­s que no entienden que no sólo se ganan los partidos saliendo al campo, se deben trabajar a fondo. Si bien, no dio sensación de que la Selección pudiera perder contra los dos pasados rivales, sí enseñó carencias primarias de un equipo de futbol. Ese es el verdadero trabajo del Tata: cambiar el chip y encarar a este tipo de rivales como si fueran potencias, sin relajamien­to, sin soberbia.

Días de tranquilid­ad en Charlotte, pero de intensa carga mental para desviar la confianza de la actitud de los futbolista­s mexicanos. Martino sabe que Costa Rica herida no es nada simple, aunque con la precarieda­d que ha mostrado, la Selección Mexicana debería derrotarla sin contratiem­pos; eso sí, sin excesos de confianza.

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