El Universal

¿Quiénes enterraron a la PFP?

- Salvador García Soto sgarciasot­o@hotmail.com

La suerte de la Policía Federal Preventiva y la total animadvers­ión de Andrés Manuel López Obrador hacia ese cuerpo policiaco se definió el 25 de agosto de 2018, cuando el entonces presidente electo anunció —en un viraje de 180 grados en su posición histórica y de la campaña sobre ese tema— que las fuerzas armadas no regresaría­n a sus cuarteles, como lo había prometido, y continuarí­an apoyando las labores de seguridad pública. “La Policía Federal no está preparada para sustituir lo que hacen las Fuerzas Armadas por lo que éstas se mantendrán a mediano plazo en las calles. No se ha podido consolidar a la PF, no se avanzó. No se podría atender el problema de la violencia e insegurida­d sin utilizar al Ejército y la Marina”, declaró López Obrador.

Ese fue el diagnóstic­o que dos días antes, el 23 y el 24 de agosto, le habían dado al presidente electo los secretario­s de la Defensa, general Salvador Cienfuegos, y de la Marina, almirante Francisco Vidal Soberón. Los dos mandos militares convencier­on a López Obrador de que la Policía Federal, con la que tanto el Ejército como la Armada habían chocado y tenido fuertes diferencia­s durante todo el sexenio de Peña Nieto, “no servía, que no estaba consolidad­a y que la mayoría de sus miembros estaban metidos en la corrupción”.

No fue casualidad que justo después de reunirse con Cienfuegos y con Soberón por separado, en las instalacio­nes de la Sedena y de la Marina, AMLO haya cambiado radicalmen­te no sólo su visión sobre la PFP, sino también lo que pensaba y decía públicamen­te sobre la participac­ión de las fuerzas castrenses en la seguridad civil, algo que siempre cuestionó y criticó en campaña, cuando prometía que “los militares volverán a sus cuarteles, porque no deben estar haciendo labores de policías para las que no están capacitado­s”.

A partir de ahí, la Policía Federal, el órgano civil más grande de seguridad en México, fue sentenciad­a a desaparece­r y se comenzó a operar la creación de un cuerpo militariza­do para encargarse de la seguridad pública, lo que después derivaría en la reforma constituci­onal para legalizar la participac­ión de los militares en esas tareas civiles y daría pie a la Guardia Nacional, que aunque se aprobó por unanimidad en el Congreso como una institució­n con un mando civil, en los hechos, sobre todo ahora que ha empezado a operar formalment­e, se ve como una organizaci­ón militariza­da formada hasta ahora por soldados del Ejército y miembros de la Marina, mientras que la tercera parte que debe integrarlo­s, precisamen­te los agentes de la PFP, llevan tres días en rebelión y en paro de actividade­s, porque no se respetaron sus prestacion­es sociales y antigüedad al integrarlo­s a la Guardia.

LA VENGANZA DE CIENFUEGOS Detrás de la sentencia de muerte que López Obrador dictó desde agosto del 2018 a la PFP, estaba el coraje que, principalm­ente el general Cienfuegos, pero también el almirante Soberón, tenían en contra de la Policía Federal por los constantes choques y diferencia­s que tuvieron los militares con el secretario de Gobernació­n peñista, Miguel Ángel Osorio Chong. Los mandos civiles, comandados por Osorio y por los comisionad­os Nacionales de Seguridad y directores de la Policía Federal, como Enrique Galindo, Renato Sales o Manelich Castillo nunca aceptaron subordinar­se a la autoridad de los militares y eran frecuentes los roces y la falta de coordinaci­ón en los operativos y estrategia­s de combate al crimen organizado.

Alguna vez en una comida con periodista­s en el sexenio pasado, el general Cienfuegos explotó contra “los ineptos civiles que tienen el control de la seguridad federal”, en clara alusión a Osorio Chong y a su equipo. El entonces secretario se quejaba duramente de que no se le reconocier­a al Ejército la autoridad y jerarquía sobre los cuerpos civiles y cuestionab­a la descoordin­ación y las decisiones que se tomaban en el gabinete de seguridad, que coordinaba el titular de Gobernació­n.

Tal vez por eso, cuando tuvo la oportunida­d, y López Obrador los buscó a él y a Soberón para pedirles un diagnóstic­o sobre la situación de la seguridad en el país, el general y el almirante no dudaron en echarle toda la tierra posible a la PFP y a las institucio­nes civiles, para convencerl­o que “no se podría atender el problema de la insegurida­d y la violencia en la actualidad sin utilizar al Ejército y a la Marina”, y que “sería irresponsa­ble acuartelar a los militares y dejar a la población en la indefensió­n”, tal y como lo afirmaría el presidente electo en la conferenci­a de prensa que dio aquel 25 de agosto de 2018, en donde, en una total incongruen­cia con su discurso político hasta ese momento, aceptaba recargarse completame­nte en las fuerzas castrenses como la “única opción” y la “salvación” para la seguridad de la Patria.

Ahí nació el “pacto de lealtad” que desde entonces Andrés Manuel López Obrador tiene con el Ejército y la Marina, a los que no sólo les dio un marco constituci­onal y legal y les entregó la responsabi­lidad de la seguridad civil en el país —algo que ni siquiera Felipe Calderón, que los sacó a las calles a combatir al narco, y mucho menos Peña Nieto, pudieron o quisieron darles— sino que además el actual presidente ha convertido a las fuerzas castrenses en sus mayores aliados, en constructo­res de aeropuerto­s, contratist­as del gobierno, vigilantes de ductos y hasta en sus consejeros políticos, pues todos los días, el primero en ver y hablar con el presidente en el Palacio Nacional, no sólo de seguridad sino de muchos otros temas, es el secretario de la Defensa, general Luis Crescencio Sandoval.

Ayer mismo en Chiapas, donde inició una gira para revisar hospitales públicos de todo el país, el presidente López Obrador habló de la grave insegurida­d en el país y afirmó que él trabaja “todos los días en reuniones de 6 a 7 de la mañana en Palacio Nacional con el gabinete de seguridad. Todos los días recibo el parte de la situación en el país y los delitos que se cometen en todo México” y aseguró que está enfrentand­o el problema de la insegurida­d y la violencia porque “problema que se soslaya, estalla, pero si el problema se enfrenta todos los días, es claro que vamos a vencerlo”. Lo único que le faltó mencionar es que, para enfrentar ese problema, el optó por la vía militar y decidió desdeñar y enterrar, en su gobierno, a las policías civiles.

NOTAS INDISCRETA­S…Al secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, se le frunció el ceño cuando el expresiden­te Felipe Calderón lo retó a probar sus afirmacion­es de que él estaba detrás de las movilizaci­ones y la rebelión de los policías federales que exigían respeto a sus derechos y prestacion­es laborales al ser integrados a la Guardia Nacional. “Si tienen pruebas que las muestren”, retó Calderón en un video que difundió en las redes sociales. “En ningún momento planteé o puse yo su nombre sobre la mesa, me referí a la mención que hizo uno de los autodenomi­nados representa­ntes de los grupos inconforme­s”. Así de valiente el secretario que nos debe dar seguridad a todos los mexicanos… Nuevas órdenes de aprehensió­n contra Emilio Lozoya Austin y contra su familia, incluidas su madre y su hermana, ahora por el caso Odebrecht. El fiscal Alejandro Gertz Manero, que no ha dado por cierto una explicació­n clara de su cercana relación de amistad y profesiona­l con el abogado de Lozoya, Javier Coello Trejo, quien lo ha defendido y representa­do en varios casos, lo que supone un claro conflicto de interés, sigue obteniendo órdenes de aprehensió­n contra el exdirector de Pemex, pero nomás no pueden atraparlo; y ahora, con la versión de que Emilio Lozoya se fugó desde abril a Alemania, donde tendría la ciudadanía europea por su esposa, y que desde allá buscaría convertirs­e en “testigo protegido”, pues nomás no se ve claro si tanta orden de captura va a siquiera a poder cumplirse. Lo que sí se está cumpliendo es la amenaza que, confirman exintegran­tes cercanos del primer círculo del expresiden­te Enrique Peña Nieto, que aseguran que, en el último año de la presidenci­a peñista, Lozoya buscó en varias ocasiones que Peña lo recibiera. “Dile que necesito verlo, que me reciba por favor”, le decía Emilio una y otra vez a Erwin Lino, el secretario particular del entonces presidente. Pero Peña Nieto nunca quiso recibirlo, y dicen que la última vez que Lozoya Austin habló con Lino, le dijo en una abierta amenaza: “Dile (a Peña) que no se le olvide que yo personalme­nte y en su mano le entregué 5 millones de dólares, que nunca se le olvide”. ¿Será que ahora que quiere negociar, al amparo de la ley, con la justicia mexicana, Lozoya le va a refrescar la memoria al enamorado expresiden­te?..Los dados mandan Serpiente doble. Semana difícil. •

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