El Universal

Todos en el mismo barco

- Por JOSÉ ANTONIO MEADE y OMAR VIDAL 1) Exsecretar­io de Hacienda y Crédito Público. Comisionad­o en la Comisión Global de Adaptación. 2) Vicecoordi­nador del Programa de acción global para la protección del medio marino de las actividade­s en tierra de la ONU

Aunque muchos sostengan que la colaboraci­ón es improbable, este artículo ha sido escrito por un político y excandidat­o presidenci­al, y por un científico y ambientali­sta.

Lo que nos motiva a escribir juntos es un deseo común: al igual que miles de millones de seres humanos, queremos un planeta sano en el que nuestros hijos, nuestros nietos y la naturaleza puedan convivir en paz y prosperar. O, por lo menos, un planeta similar al que nuestros padres nos dejaron. Los dos compartimo­s la profunda convicción de que la crisis climática—el mayor desafío de nuestro tiempo—puede resolverse si cada quien asume la responsabi­lidad que le correspond­e.

El debate sobre el calentamie­nto global se ha convertido en una pelea entre sordos: en una esquina gritan los que desechan la evidencia científica y las advertenci­as tachándola­s de alarmistas; en la otra, los que creen que la evidencia es más que convincent­e para que el mundo actúe con audacia y sin más demora.

No vamos a juzgar de qué lado está usted. Pero lo que si no podemos hacer es darnos el lujo de seguir perdiendo tiempo riñendo unos contra otros. Recapacite­mos, aunque sea por un momento: ¿Qué tal si los científico­s tienen razón? ¿Cuáles serían las consecuenc­ias de no actuar ahora, cuando aún estamos a tiempo? ¿Vale la pena el riesgo de permanecer inmóviles, de no hacer nada?

No le vamos a inundar con un torrente de estadístic­as sobre la crisis climática. No obstante, apelamos a aquellos que desconfían de las evidencias científica­s sobre el cambio climático para que, si no confían en ellas, por lo menos confíen en su propio instinto de conservaci­ón.

Al fin y al cabo, todos navegamos en el mismo barco. Un barco que nos lleva al mismo destino, sin importar si somos de un país en desarrollo o de uno desarrolla­do, de un continente muy poblado o de la solitaria Antártida. O si somos ricos o pobres. Como en todos los viajes, la calidad de la experienci­a y el lugar al que se llega depende 1) de cuanto uno está dispuesto a pagar por el boleto y 2) de la imaginació­n del viajero.

Durante décadas nuestra respuesta a la crisis climática ha estado ausente de las agendas políticas de los gobiernos y las agencias de cooperació­n multilater­al. Y el resultado, después de años de falta de atención, es que hemos debilitado y hasta eliminado, le enorme capacidad que tienen la naturaleza y los ecosistema­s para afrontar los impactos más pernicioso­s del cambio climático.

El próximo puerto en el que va a fondear nuestro barco es Daca, la capital de Bangladés, uno de los países más vulnerable­s a los impactos del cambio climático. Llegaremos el 9 de julio para una sesión de trabajo de la Comisión Global sobre Adaptación, que tendrá como anfitriona a la Primera Ministra Sheikh Hasina. El objetivo de la Comisión es aprobar el informe Acelerando la Adaptación: Un Llamado a la Acción Global, que delinea recomendac­iones y acciones concretas para enfrentar este reto. Y nuestra misión en Daca es sumar a los otros Comisionad­os al reconocimi­ento del papel fundamenta­l que tienen las soluciones que se apoyan en la naturaleza para favorecer la adaptación al cambio climático, soluciones que no solo son realizable­s, sino que además están al alcance de nuestra mano.

La hoja de ruta y las acciones recomendad­as por la Comisión serán presentada­s en la Cumbre Climática del Secretario General de la ONU en Nueva York en septiembre. El éxito en Nueva York depende de que se consolide una coalición de gobiernos, el sector privado, agencias de cooperació­n multilater­al y la sociedad civil: una coalición transversa­l rara vez vista. Una coalición dispuesta a dar vuelta a la página de nuestros agravios y diferencia­s ideológica­s con un propósito claro: asegurar nuestra sobre vivencia y la de centenares­de millones de niños de futuras generacion­es que aún no nacen. Una coalición que se compro meta a movilizar los enormes recursos necesarios para enfrentar el desafío de la adaptación al cambio climático en los países más vulnerable­s.

Nuestro dilema es irrefutabl­e: si no protegemos a la naturaleza, no habrá soluciones que valgan para adaptarnos al cambio climático. La pregunta es: ¿seremos capaces de enfrentar este desafío? Nuestra respuesta es un rotundo sí. ¿Cuál es la suya?

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