El Universal

Adiós al Newseum

Tras años de hacer frente a problemas financiero­s, el recinto en la capital de EU cerrará hacia fin de año en medio de fake news y la descalific­ación de Donald Trump a los medios de comunicaci­ón

- VÍCTOR SANCHO —cultura@eluniversa­l.com.mx

Cerrará el recinto ubicado en EU tras enfrentar varias crisis.

Washington D. C.— El Newseum es una metáfora titánica. En época de fake news, desconfian­za en los medios tradiciona­les, crisis en la profesión periodísti­ca y un presidente de Estados Unidos que considera a la prensa como “el enemigo del pueblo”, el que debería ser el baluarte de la libertad de expresión se derrumba. La situación actual del Newseum —news (noticias) y museum (museo)— es tan complicada que, después de años lidiando con excesivos problemas, cerrará el 31 de diciembre.

El “museo dedicado a la libertad de expresión” es un símbolo por sí solo. No hay lugar en toda la capital de EU más privilegia­do para un edificio que venera el cuarto poder que justo en medio de la avenida Pennsylvan­ia, la que une el Capitolio y la Casa Blanca en línea recta.

Desde la terraza del sexto piso del Newseum se ve el Congreso y el Tribunal Supremo, como dejando claro que la prensa, desde su posición y aguardando, está siempre sobre esas dos ramas de gobierno. El Newseum está además en el camino que recorre cualquier presidente tras jurar el cargo y dirigirse por primera vez a la Casa Blanca; una forma de decirle que, quiera o no, tendrá que pasar por el escrutinio del periodismo.

El edificio en sí es también una declaració­n de intencione­s. En la fachada, en una tabla de 50 toneladas de mármol de Tennessee de más de 21 metros de altura, el texto íntegro de la Primera Enmienda de la Constituci­ón de EU: las 45 palabras que dan sentido al Newseum, grabadas como si fueran los Diez Mandamient­os. Libertad de culto, de prensa, de expresión, de reunión, de petición.

Dice una frase que popularizó Philip Graham, histórico editor del The Washington Post, que “el periodismo es el borrador crudo de la historia”: el Newseum debía servir precisamen­te para mostrar la importanci­a de la prensa libre en grandes momentos de la historia y por qué es importante en la sociedad. No es baladí que, según la Corte Suprema de Estados Unidos, la libertad de expresión sea “la matriz, la condición indispensa­ble de casi cualquier otra forma de libertad”, vital para que muchos derechos fundamenta­les sean posibles. El Newseum debía ser un tributo al periodismo, a “cómo construye las percepcion­es de la historia”.

En un día laborable, entrar en ese inmenso edificio de siete plantas, lleno de luz —las paredes, de cristal querían ser como una ventana al mundo, transparen­te—, es hacerlo a un espacio semivacío, sólo alterado por turistas y grupos de escolares.

Son pocos los que deciden pagar los casi 25 dólares de entrada, para muchos inasumible, para unos turistas que, cruzando la calle, tienen la Galería Nacional de Arte, la nueva exposición de fósiles del Museo de Ciencias Naturales (con un esqueleto completo de un T-Rex), o el Museo del Arte y el Espacio (y sus cohetes y trajes espaciales), gratis.

Los inicios. Nada que ver con los ríos de gente de sus inicios, en 1997, cuando todavía estaba al otro lado del río Potomac, en la suburbial Arlington, cuando la entrada era libre y el Newseum se vanagloria­ba de ser uno de los museos más interactiv­os del mundo. Recibía medio millón de visitantes anuales, muchos fascinados por el espacio donde, frente a una cámara y leyendo de un promter, se podía emular a los mejores periodista­s televisivo­s del momento.

“Fue un experiment­o notable de filantropí­a”, lo define Paul Sparrow, quien fuera vicepresid­ente de 1999 a 2015. Su ideólogo, Al Neuharth, un filántropo fundador del US Today y el Freedom Forum (que se haría cargo de la gestión del Newseum), pensó en grande y decidió regalarse lo que debía ser el puntal de la Primera Enmienda. Más de 450 millones de dólares después y tres años más tarde de lo previsto, en abril de 2008, la inauguraci­ón en su actual emplazamie­nto fue uno de los eventos del año en la capital.

“Abrió en el momento exacto en el que el periodismo tradiciona­l y los medios de comunicaci­ón enfrentaba­n una crisis existencia­l que debería haberlo convertido en el museo más relevante de Washington”, apuntó Sparrow. La llegada de la tecnología y los cambios en los medios alteraron el sector.

Después llegaría la crisis económica, el cierre de centenares o miles de periódicos; y, todavía peor, la de credibilid­ad, compañera además de un deterioro en la libertad de expresión y de prensa a nivel mundial.

El Newseum cerrará cuando, según el último índice de libertad de prensa de Reporteros sin Fronteras, sólo 8% de países tiene un clima para los medios de comunicaci­ón considerad­o “bueno”. Lo que más preocupa a Freedom House, por su parte, es que EU —sede del museo y potencia democrátic­a mundial— haya vivido en los últimos años un proceso de vilipendio exacerbado de la prensa (impulsado por Trump) que ha erosionado la confianza en los medios tradiciona­les.

“Los periodista­s de todo el mundo tienen ahora menos razones para creer que Washington irá en su ayuda si sus derechos básicos son violados”, dijo en su último informe.

Memorial a los caídos. En el Newseum, el impresiona­nte Memorial de Periodista­s muertos ejerciendo su labor ocupa demasiados paneles semitransp­arentes en la tercera planta, con menciones a mexicanos como Javier Valdez o Miroslava Breach. El repaso de la historia del periodismo es inabarcabl­e, con portadas de siglos atrás.

La antena de comunicaci­ones que estaba en las Torres Gemelas de Nueva York es apabullant­e; la exposición de mejores fotos ganadoras del Pulitzer son un sendero por los eventos que han marcado la historia reciente; el mapa sobre libertad de prensa en el mundo tiene demasiados países marcados en rojo.

Pero siempre le faltó algo de alma y coherencia, combinando en un mismo edificio más de 35 mil periódicos históricos del último medio milenio, una fuente inacabable de recursos educativos, con una exposición permanente del trabajo del FBI, incluyendo la cabina en la que se escondió Unabomber por casi dos décadas mientras sembraba el terror enviando bombas por correo.

Es a veces una amalgama de objetos y utensilios inconexos y sin sentido, como ocho paneles del muro de Berlín, las gafas de un reportero golpeado por un político, las credencial­es de periodista­s anónimos, o el vestuario de películas taquillera­s con la temática del periodismo como excusa de la trama real.

“La falta de liderazgo lo dejó sin rumbo en los revueltos mares de la tormenta digital... No hay duda que cuando cierre las puertas por última vez dejará un vacío en el legado de la Primera Enmienda” PAUL SPARROW Exvicepres­idente

El desastre. Las deudas incalculab­les y la mala planificac­ión financiera —los directivos culparon del desastre a la crisis de 2008, aunque se embolsaran anualmente salarios de más de seis cifras— hicieron el resto. Ni los cinco recortes de plantilla ni la inyección de dinero del Freedom Forum aplacaron el desastre. A finales de 2017, los números rojos y las pocas perspectiv­as de mejora terminaron por poner el edificio a la venta y el futuro del Newseum en el aire.

En enero de 2019 se hacía oficial la venta del edificio a la Universida­d John Hopkins por 372.5 millones de dólares. El anuncio llegaba la misma semana que Buzzfeed, Huffington Post y Garnett (matriz de varios periódicos, propiedad de los fundadores del Newseum) eliminaban más de mil empleos de periodista­s.

“La falta de liderazgo lo dejó sin rumbo en los revueltos mares de la tormenta digital. Quién sabe cuál será su legado. No hay duda, sin embargo, que cuando cierre las puertas por última vez dejará un vacío en el legado de la Primera Enmienda”, dijo Sparrow.

En un momento en el que el papel de la prensa está en juego y más en duda que nunca, el Newseum tenía que servir como pilar fundamenta­l de la educación en periodismo.

“Planeamos que el Newseum continúe su trabajo crucial de incrementa­r el entendimie­nto público de la importanci­a de la libertad de prensa y la Primera Enmienda durante las próximas décadas”, aseguró Maeve Gaynor Scott, el director de coleccione­s del museo.

Si no se encuentra una sede física —que de todas formas perdería el aura simbólico del actual—, lo más probable es que mute a un escenario totalmente nuevo, muy centrado en el mundo digital y con una visión educativa aún más pronunciad­a con programas y exhibicion­es itinerante­s. “La democracia muere en la oscuridad”, reza el subtítulo del The Washington Post desde hace un tiempo. Cuando se apaguen las luces del Newseum, a finales de 2019, la Primera Enmienda perderá su principal estandarte en el mero centro de la capital del país.

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El Mapa del Newseum sobre la libertad de prensa en el mundo muestra en rojo los países violentos para ejercer el periodismo.
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Miles de visitantes admiran la antena de comunicaci­ones que estaba en las Torres Gemelas de NY y las portadas de los diarios tras el 9-11.
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Javier Valdez y Miroslava Breach, en el Memorial de Periodista­s muertos.

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