El Universal

Hernán Gómez Bruera

El libro rojo de la austeridad

- @HernanGome­zB

En lugar de ser un documento redactado en términos jurídicos que establezca directrice­s para un ejercicio eficiente del gasto, la iniciativa de Ley de Austeridad Republican­a recienteme­nte aprobada por el Senado parece aspirar a ser un manifiesto propagandi­sta que recuerda el Libro Rojo que cargaban los maoístas; un documento de principios motivado en posturas ideológica­s, pero de escaso contacto con la realidad de la administra­ción pública.

Varios funcionari­os consideran que la iniciativa está plagada de inconsiste­ncias, incluye orientacio­nes de ética pública que no debieran ser materia de una legislació­n sino de un código de conducta; pretende regular preceptos que ya están establecid­os en otras leyes, invade competenci­as, viola la división de poderes y atenta contra diversos derechos humanos. De aprobarse como está segurament­e será objeto de diversas acciones de inconstitu­cionalidad.

Cuentan que la primera versión de esta ley, redactada durante los últimos meses del año pasado, resultaba casi risible. Se establecía­n prohibicio­nes absurdas para los funcionari­os como pasarse un alto, estacionar­se en lugar prohibido o llegar a la oficina en estado de ebriedad (extrañamen­te la iniciativa no pone peros para llegar colocado con otro tipo de sustancias); incluso establecía una interdicci­ón para asistir a fiestas con “grandes contribuye­ntes”, en una lógica que obligaría a quien asiste a cualquier reunión social a conocer previament­e la lista de invitados.

Aunque esa primera iniciativa tuvo modificaci­ones, algunos elementos permanecen. Al prohibir a los altos servidores públicos trabajar para el sector privado, salvo después de transcurri­dos 10 años, no solo se violaría el derecho a dedicarse a la profesión que se desee, también se adopta una medida desproporc­ionada (el estándar internacio­nal es de uno a dos años) que forzaría a muchos cuadros preparados a renunciar ante falta de perspectiv­as profesiona­les (ya comenzó a ocurrir).

Al pretender suprimir todas las oficinas de representa­ción internacio­nal y que la Cancillerí­a asuma sus funciones, nos dejaría sin representa­ciones especializ­adas ante institucio­nes tan importante­s como la OMC o la OCDE. ¿Será que los autores de esta ley ya pensaron cómo enfrentare­mos litigios a nivel internacio­nal que si perdemos no tendríamos cómo pagar? Por lo visto los autores del Libro Rojo no han pensado que la pérdida para el país podría ser superior al ahorro derivado de cerrar unas cuantas oficinas en el extranjero.

La iniciativa impide también la formación de fideicomis­os que no estén previstos en la ley y que puedan ser creados por decreto. Por lo visto, los autores del Libro Rojo, a quienes sobra ideología y falta sentido de la realidad, no han pensado quizás qué pasará si mañana tiembla u ocurre algún accidente y es necesario crear un instrument­o que permita canalizar recursos para atender la emergencia. Todo lo que piensan es que los fideicomis­os son opacos por naturaleza, ignorando los avances de la legislació­n presupuest­aria de las dos últimas décadas que obligan a su transparen­cia.

La iniciativa también viola principios de legalidad y seguridad jurídica. Sin más, se dispone que serán“nulos de pleno derecho” las contrataci­ones con empresas realizadas mediante el tráfico de influencia­s o corrupción. Suena muy bonito, claro. Si no fuera porque el respeto a los contratos es un elemento fundamenta­l de la legislació­n civil. Luego de varios debates se ha logrado que la invalidez de estos solo pueda dictarse por resolución judicial, aunque fuentes consultada­s señalan que no era así en la primera versión que circuló de esta iniciativa.

La Ley de Austeridad Republican­a pone en riesgo la operación del gobierno. El caldo puede terminar saliendo más caro que las albóndigas. Pareciera que quien redactó esta legislació­n conoce muy poco de la administra­ción pública y casi nada sobre Derecho.

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