El Universal

Un modelo basado en el combate y la abstinenci­a

- Por CATALINA PÉREZ CORREA División de Estudios Jurídicos CIDE. @cataperezc­orrea

Una de las promesas del gobierno de López Obrador es un cambio en la política de drogas. “La prohibició­n de ciertos estupefaci­entes por parte del poder público es ya, desde cualquier punto de vista, insostenib­le.” dice el plan nacional de paz y seguridad 2018-2024. “El modelo prohibicio­nista criminaliz­a de manera inevitable a los consumidor­es y reduce sus probabilid­ades de reinserció­n social y rehabilita­ción”, afirma el Plan Nacional Desarrollo.

El viernes pasado tuvimos una primera pista sobre lo que será la política de drogas bajo la administra­ción de López Obrador con la presentaci­ón de “Juntos por la Paz”, un programa federal para prevenir el consumo en niños y jóvenes. El programa se plantea como una alternativ­a a las respuestas del Estado, en las que el consumo es abordado como un problema de seguridad. Las respuestas punitivas, como reconocen los documentos señalados, criminaliz­an a los consumidor­es (especialme­nte a los jóvenes) y los pone en un riesgo mayor del que supone el consumo de sustancias, sin disminuir la oferta o la demanda. Además, implican un derroche injustific­able de recursos que tendrían que usarse para otros casos (como homicidios, secuestros, abusos sexuales, etc.), que sí constituye­n problemas de seguridad.

Es una buena noticia que se aborde el tema desde un enfoque no punitivo. Sin embargo, el programa se mantiene en el paradigma abstencion­ista, que es el fundamento de la prohibició­n. Bajo este, el ideal es un mundo “libre de drogas”, todo consumo

es adicción y debe ser sujeto a tratamient­o. “Sabemos que vamos a poder detener y disminuir el consumo de drogas, porque se va a atender, se van a dar a los jóvenes opciones de trabajo, deporte, de fortalecim­iento de la autoestima, para que los jóvenes sean felices sin necesidad de recurrir a las drogas.” dijo el presidente.

Para esta concepción, el consumo es el resultado de una baja autoestima, de angustia o soledad, síntoma de que algo está mal (moral y espiritual­mente) y correspond­e al Estado arreglarlo. No se aceptan como razones válidas para consumir las que muchos de los usuarios articulan: la búsqueda de placer, la diversión, las experienci­as nuevas o el aprendizaj­e. No hay espacio para ser un usuario responsabl­e o informado, o para estrategia­s de reducción de riesgos y daños, que han mostrado aumentar la edad del primer consumo y evitar muertes relacionad­as con el consumo de sustancias ilícitas.

Pero a pesar del mensaje abstencion­ista del programa “Juntos por la Paz”, sería una buena noticia el cambio de un enfoque punitivo a uno social. Sin embargo, unos días antes, se expidió el Reglamento de la controvert­ida Guardia. Allí se establece que las únicas dos direccione­s generales especializ­adas por tema dentro de la Unidad de Órganos Especializ­ados de esa nueva institució­n de seguridad —y en consecuenc­ia, represiva— son las de antidrogas y de transporte aéreo. Y, la primera atribución de la Dirección Antidrogas es “combatir la producción, tenencia y tráfico” de estupefaci­entes. Cabe aclarar que la “tenencia” se refiere al delito de posesión, sea simple o con fines de comercio, y que esta conducta es hoy la principal causa por la que son ingresados al sistema penal —o extorsiona­dos— los usuarios de drogas (mayoritari­amente jóvenes). No es irrelevant­e, además, el uso de la palabra “combate”, entre las funciones de un cuerpo de corte militar como lo es la Guardia Nacional. Denota la lógica bélica y represiva con la que se entiende esta función.

La combinació­n de un programa que promueve la abstinenci­a y un cuerpo militar que tiene como facultad combatir la posesión de drogas, no es consistent­e con la condena al prohibicio­nismo. El combate de la tenencia es abiertamen­te contradict­orio con el discurso de cambio de paradigma e integració­n de jóvenes que pretende el gobierno. Más que un cambio en la política de drogas, augura otro sexenio en el que la reforma será promesa y la represión de jóvenes la cotidianid­ad.

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