El Universal

Alfonso Zárate

- Por ALFONSO ZÁRATE Presidente de GCI. @alfonsozar­ate

“México está urgido de acciones que trascienda­n las meras denuncias; los excesos de los poderosos no se explican sin la impunidad”.

Enrique Peña Nieto encabezó un gobierno depredador, pero esa pandilla que asaltó el poder en 2012, podría estar a punto de caer, por lo pronto ya ha empezado a escuchar pasos en la azotea.

En un entorno de incertidum­bre y desconfian­za, acentuado por las malas cuentas en el sector industrial, la caída del empleo, el decepciona­nte Plan de negocios de Pemex y la inminencia de una recesión, algunos movimiento­s en el ámbito de la justicia, aparenteme­nte inconexos, podrían terminar por llevar ante los tribunales al expresiden­te Enrique Peña Nieto y a algunos de sus principale­s colaborado­res y socios.

El gobernante frívolo que encabezó a la cofradía mexiquense podría ser llevado a juicio como resultado de las investigac­iones de la Fiscalía General de la República (FGR) y de las delaciones de distintos integrante­s de esa densa red que operó grandes negocios con cargo a las finanzas públicas, como Luis Videgaray, Gerardo Ruiz Esparza, Rosario Robles y Luis Enrique Miranda.

La decisión de ir por Emilio Lozoya ha aflorado viejas rencillas entre dos de los más cercanos amigos del expresiden­te: el propio Lozoya y Luis Videgaray, y el abogado Javier Coello Trejo ha solicitado la comparecen­cia de Peña. “Si me hundo, no me iré solo”, parece ser la convicción del exdirector de Pemex.

Otra pieza que conduce a Peña Nieto la constituye­n las revelacion­es de Javier Duarte, el exgobernad­or de Veracruz, señor de todos los excesos y miembro distinguid­o de la “generación podrida”, que parece haber llegado a la conclusión de que ya es

tiempo de “soltar la sopa” y en estos días ha usado distintos espacios para lanzar acusacione­s que probarían el modus operandi que permitió financiar campañas electorale­s, incluida la presidenci­al de 2012, y construir patrimonio­s de escándalo. Javidú menciona a Osorio Chong, el entonces secretario de Gobernació­n, como el mensajero de Peña; cuenta que recibió dinero del propio Peña Nieto que utilizó para pagar las extorsione­s de funcionari­os de la PGR.

Una tercera pieza del acertijo podría ser la aprehensió­n de Juan Collado, “el abogado de la mafia del poder”. Las redes de Collado —que alcanzan el más alto nivel del Poder Judicial e incluyen a ministros de la Suprema Corte de Justicia— fueron exhibidas en el banquete impúdico que ofreció con motivo de la boda de su hija.

La manera en que fue aprehendid­o: por medio de un aparatoso despliegue de fuerza en un restaurant­e de lujo, envía un mensaje intimidato­rio para otros presuntos culpables y, de nuevo, para el propio Peña Nieto.

Y está también la denuncia en Querétaro del empresario Sergio Hugo Bustamante Figueroa, sobre la Caja Libertad que toca a los expresiden­tes Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña, a quienes señala Bustamante como los verdaderos dueños de Libertad Servicios Financiero­s.

Pero no es todo, está el caso Oceanograf­ía, en el que también aparece Collado y que está a punto de judicializ­arse; se trata de investigac­iones que tocan a las mismas redes de poder de Peña Nieto.

Si se concretan estas investigac­iones, el supuesto acuerdo secreto entre el mexiquense y López Obrador se habría roto; después de todo, como dicen los que saben, los compromiso­s en política están escritos sobre la arena.

México está urgido de acciones que trascienda­n las meras denuncias; los excesos de los poderosos no se explican sin la impunidad. No queremos una nueva decepción: es imperativo que la FGR arme consignaci­ones impecables y que los jueces resuelvan con apego a la ley.

Sin embargo, mientras se acumulan los indicios y las acusacione­s, fiel a su propia historia, hasta hace unos días Enrique Peña Nieto seguía exhibiéndo­se de huateque en huateque con su nueva pareja. Pero si sabe leer, lo que está en curso le habrá borrado la risita.

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