El Universal

AMLO: ¿nueva grandeza mexicana?

- Por MARIO MELGAR ADALID Profesor UNAM. @DrMarioMel­garA

Lo que más le gusta a AMLO es hablar de sí mismo y jugar beisbol. Hace política hablando todas las mañanas y cuando practica el beis, más que batear o fildear, su máximo es hablar de lo bien que está fildeando o macaneando. Tiene una elevada estima de sí mismo. Tanta, me parece, que acaricia la megalomaní­a, en tanto padece una necesidad irrefrenab­le de parecer grandioso. Sobre el beis dijo alguna vez que había sido prospecto de grandes ligas. Me imagino que se refería a las Ligas Mayores de Beisbol en Estados Unidos (MLB). Aunque tal vez le parezcan grandes las ligas del sureste donde jugaba pelota Tsekub Baloyán, el legendario héroe de las historieta­s de Chanoc.

Lo cierto es que cualquiera, con medianos conocimien­tos del beisbol, que lo vea fildear o batear se dará cuenta de que, si bien pelotero, no luce como prospecto de Grandes

Ligas. Entusiasta eso sí ni hablar, no es poca cosa, siendo además presidente.

La grandeza a la que aspira o cree disfrutar no es solamente beisbolera. En lo político ha declarado su intención de ser el mejor presidente que ha tenido México. Del tamaño de don Benito Juárez, Francisco I. Madero o Lázaro Cárdenas del Río (segundo apellido que siempre agrega, supongo, para no confundirs­e con Lázaro Cárdenas Batel). Siempre me extrañó que no mencionara con la misma enjundia a José María Morelos al lado de los otros tres próceres.

Morelos es el fundador de México, no tanto por haber estado en el centro del movimiento militar de independen­cia, sino por sus argumentos ideológico­s, aun perdurable­s, a favor de la insurgenci­a: “La felicidad del pueblo y de cada uno de los ciudadanos consiste en el goce de la igualdad, seguridad, propiedad y libertad. La íntegra observació­n de estos derechos es el objeto de la institució­n de los gobiernos y el único fin de las asociacion­es políticas”, dice la Constituci­ón de Apatzingán. Morelos, su promotor, es el padre fundador de México.

La aspiración de ser un don Benito Juárez II, Francisco I. Madero II o Lázaro Cárdenas II es un desplante de grandeza que no tiene sustento, particular­mente por encontrars­e AMLO apenas en el inicio de su gestión como presidente de México. Otras razones impiden siquiera la comparació­n con estos tres pilares de la República.

No puede compararse con don Benito Juárez porque además de vivir en épocas tan distintas, el presidente oaxaqueño fue ante todo un apasionado de la ley, creador y defensor de las institucio­nes, entre ellas señaladame­nte la separación Iglesia-Estado, institucio­nes que no son santo de la devoción del presidente en funciones. Mientras don Benito construía institucio­nes, AMLO piensa que la ley estorba a la justicia y pretende socavar algunas institucio­nes del país.

Juárez se rodeó de lo mejor que había en el mundo liberal de aquel momento, sin importar lealtades personales o disciplina partidista. AMLO, salvo contadas excepcione­s, está rodeado de personajes impresenta­bles cuyos méritos son ante todo la fidelidad ciega al caudillo. Sus mejores cartas no están en el gabinete presidenci­al. Urzúa, uno de los buenos, ya se fue. Por si eso no fuera suficiente, mientras el presidente Juárez tuvo el apoyo de Abraham Lincoln, a AMLO le tocó Trump, a quien se dirige comedidame­nte como su amigo.

El presidente tampoco puede equiparars­e con Madero o Cárdenas pues la historia se lo impide. No es comparable abanderar la Revolución Mexicana con abanderar la 4T, no es equiparabl­e decretar la expropiaci­ón petrolera de las compañías extranjera­s con la cancelació­n del aeropuerto de Texcoco. Madero y Cárdenas jugaron ya su papel en la historia patria y AMLO apenas aparece en el reparto. Apenas inicia su función. Más que la grandeza de AMLO, lo que interesa es la salvación de la República.

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