El Universal

Secreto del bosque

La recolecció­n de hongos durante la temporada de lluvias es una tarea que requiere destreza, fuerza física y un profundo conocimien­to de la naturaleza

- ALEJANDRO DUNGLA alejandro.dungla@clabsa.com.mx

El reino de los hongos o fungi, como lo denomina la ciencia de la biología formalment­e, comprende miles de especies de levaduras, mohos y setas en todos los hábitats a lo ancho y largo de nuestro planeta. Según datos de la Universida­d Autónoma de México (UNAM), México es el segundo centro genético de hongos más importante del mundo. De ahí que su consumo, tanto ritual o medicinal, como culinario, esté tan arraigado en las comunidade­s rurales de diferentes ecosistema­s del territorio nacional.

Son las 7 de la mañana y el día apenas está clareando en los alrededore­s de Amecameca, pueblo montañoso enclavado en las inmediacio­nes de los imponentes volcanes Iztaccíhua­tl y Popocatépe­tl (que este día tuvo exhalacion­es de ceniza que hizo que los coches amaneciera­n con una fina capa de polvillo).

Esta localidad en el Estado de México es conocida porque, en ella, pasó parte de su infancia la Décima Musa, Sor Juana Inés de la Cruz, y porque tradiciona­lmente se recolectan hongos en los bosques que la rodean durante la temporada de lluvias, de junio a septiembre.

Camino al Paso de Cortés, un valle enclavado entre los dos volcanes —que se llama así porque por allí pasó el conquistad­or español en su camino a México-Tenochtitl­an— hacemos una parada en el pueblo de San Pedro Nexapa, justo afuera de un templo mormón donde desde muy temprano se reúnen mujeres de distintas edades, en espera del transporte

Hongo mazayel, pambazo, pancita o porcini en estado silvestre. que las lleve a las montañas para realizar su recolecció­n. Estamos buscando que nos compartan su conocimien­to.

Ahí nos reciben Tomasa y Gloria, un par de lugareñas que todos los años se suben a la montaña en búsqueda de los codiciados honguitos, que después ellas venden en los mercados locales como complement­o de su sustento.

La indumentar­ia de estas sabias mujeres es sencilla. Ellas no parecen temerle al frío o a la irregulari­dad del terreno: portan sendas trenzas, van de falda, con un pequeño suéter y un rebozo. Portan, además, unas resistente­s canastas (para depositar los hongos), un cuchillo para cortar los “pies” de los ejemplares más grandes y un pequeño refrigerio de frutas, pan y refresco, porque pasarán todo el día “hongueando”, como dicen ellas.

“Ya arriba lo que buscamos también es un palo porque luego hay mucha víbora de cascabel y hay que matarlas. Esas también se pueden comer asadas”, explica Gloria con naturalida­d.

En días recientes días ha llovido poco en la región, así que los primeros 15 minutos de búsqueda rinden pocos frutos. Pero, poco a poco, empiezan a revelarse los primeros hallazgos. en la montaña.

“Esos son amarillos, estos no son. No se pueden comer, son venenosos. Pero, mira, este blanquito sí es, agárralo”, indica Tomasa, señalando un pequeño grupo de hongos al que conocen como señorita (Clitocybe gibba).

“Ahí está otro, toma el cuchillo”, señala la recolector­a. A sus 80 años, camina con una fuerza envidiable.

“Tómalo, es un mazayelito, está bien nuevecito. Córtale la punta de la patita y déjala ahí, para que crezcan más”, explica cuando encontramo­s un hongo porcini (Boletus edulis), muy apreciado en México y en Italia.

Sabiduría milenaria

Recolectar hongos requiere de un largo entrenamie­nto para poder reconocer las variedades comestible­s de aquellas que son tóxicas o alucinógen­as. Puede sonar algo dramático, pero equivocars­e de hongo puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.

“Yo empecé a recolectar desde los 30 años. Ya tengo mucho rato viniendo. A mi me enseñaron a recoger dos comadritas que cada año siempre venían a honguear. Nos animaron a venir y así aprendimos”, explica Tomasa.

“La temporada del hongo empieza cuando llegan las lluvias. A veces en mayo ya hay, pero si no hasta junio y se acaba hasta septiembre y octubre. Hay diferentes según la temporada, los primeros que vienen son los nixtamaler­itos y los paragüitas. También los pambazos ya hay en este tiempo”, apunta.

Para cocinarlos, las también cocineras explican que se pueden hacer con chile verde, pasilla o gujillo; se pueden asar en el comal o también se pueden hacer en sopa, con ajo, chile y epazote.

Las horas pasan y hay que regresar al pueblo. Gloria y Tomasa se despiden de nosotros con la promesa de volvernos a ver en agosto, cuando es el pico de la temporada de hongos.

Gloria y Tomasa,

recolector­as de hongos de San Pedro.

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Recolecció­n de hongos
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