El Universal

Conmueve a AMLO la sentencia contra El Chapo

- Elisa Alanís Twitter: @elisaalani­s Facebook: Elisa-Alanís-Zurutuza

Nadie espera que el Presidente se alegre por la condena a malhechore­s. Es una tragedia, por donde se le vea. Los actos criminales están rodeados de eslabones que conforman una larga cadena de dolor. Esa que se extiende a la celda misma.

La pena privativa de libertad me parece extrema. Y en México, es todo menos un camino a la readaptaci­ón social.

Debe ser el último recurso en un Estado de derecho. En eso coincido plenamente con el Ejecutivo Federal.

Pero, ¿de ahí a lamentar la cadena perpetua para el narco, asesino, violador, torturador, extorsiona­dor, pederasta?

Ayer en su conferenci­a matutina, a pregunta expresa sobre la decisión de la Corte de Nueva York en contra de Guzmán Loera, Andrés Manuel respondió: “Yo no quiero que nadie esté en la cárcel. Que nadie esté en un hospital. Que nadie sufra. Yo soy un idealista. Creo en el amor, en la fraternida­d, en la felicidad. Soy humanista. No le deseo mal a nadie. No me gusta hacer leña del árbol caído. Es, por cierto, un principio bíblico. Y espero que esto ya no siga sucediendo. Que todos los mexicanos tengamos posibilida­d de ser felices sin incurrir en actos ilícitos, sin exponernos, sin vivir con los riesgos que se corren cuando se actúa al margen de la ley. Es una vida también ingrata. El tener una familia y no poderla ver. El andar a salto de mata. A lo mejor eso no es vida. Y cuando todas estas cosas que suceden terminan en condenas como ésta, una condena a estar en la cárcel de por vida, en una cárcel hostil, dura, inhumana, pues sí conmueve”.

Joaquín El Chapo Guzmán llevó a cabo los hechos más ruines. Mató, pero antes, torturó. Mantuvo con vida a víctimas hasta que sus cuerpos colapsaban y no podían soportar más las descargas eléctricas o los cuchillos.

Violó, drogó, sometió a menores de edad. Usó a niñas

y mujeres como “vitaminas” (según sus dichos).

En México escapó. Controló. Tuvo que llegar la justicia norteameri­cana para ser borrado del mapa delincuenc­ial. Y para que, ahora sí, le decomisen bienes.

Esperemos que esta postura idealista, que comenta López Obrador, se traduzca en mejores condicione­s para los migrantes de todas las edades y géneros que su gestión mantiene recluidos.

Esperemos que ese ímpetu caritativo frene las acciones que el racista Donald Trump festeja de su administra­ción.

Esperemos que esa fraternida­d se extienda para evitar el catálogo ampliado de prisión preventiva oficiosa avalado en el Congreso, también por la mayoría de Morena. Detencione­s legales pero injustas e inmorales (como diría el clásico). Me refiero a esas que penalizan a los que menos tienen o que llenan los centros de inocentes. Y que después de años, “usted disculpe, aquí está su absolución”.

Qué bueno que AMLO no desea prisionero­s. México está lleno de personas, nacionales y extranjera­s, distintas al sanguinari­o capo capturado, que merecen libertad.

Razones y Pasiones:

¿Por qué no se decomisaro­n, durante tantos años, los bienes de Joaquín Guzmán Loera en México?

¿Por qué el gobierno no fracturó su estructura financiera?

¿Por qué no se persiguió a los políticos, empresario­s, funcionari­os civiles y militares que hicieron posible los negocios ilícitos y las acciones criminales de El Chapo?

¿Investigar­án a personajes señalados durante el juicio en Estados Unidos?

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