El Universal

Monreal: de “víctima” a victimario

- Hernán Gómez Bruera @HernanGome­zB

Hace dos años Ricardo Monreal se inconformó cuando una presunta encuesta para elegir al candidato a jefe de gobierno no le favoreció. El hoy presidente de la Junta de Coordinaci­ón Política del Senado hizo su respectivo berrinche y mantuvo en vilo al partido durante varias semanas. La molestia de Monreal era atendible: alguien le anunció que Claudia Sheinbaum había salido victoriosa con base en una supuesta encuesta cuyos resultados ni siquiera pudo ver.

Hoy el berrinche lo hace Martí Batres y tiene razones válidas. Cuesta creer en un proceso interno en cuya convocator­ia solo se menciona a los senadores de Morena, pero a último momento llegan a votar los integrante­s de un partido aliado —Encuentro Social—, con el argumento de que en realidad son militantes de Morena, pero tiempo atrás formaron un grupo parlamenta­rio distinto, pero aun así siempre asisten a las plenarias de los morenistas.

Cuesta pensar que una elección interna es legal y creíble cuando se convoca a un aliado (el PES), pero no al otro (el PT), que casualment­e había expresado su apoyo a la continuida­d de Batres, pero no fue a votar porque normalment­e los integrante­s de esa bancada no asisten a las reuniones plenarias de Morena o porque unas veces sí lo hacen y otras no o porque en esta ocasión particular manifestar­on que preferían no hacerlo.

Si el lector llegó hasta aquí estará tan confundido como yo. Para complicar el galimatías, se entregó a cada uno de los senadores una papeleta en sobre cerrado (¿por qué?), y no existe ningún acuerdo firmado por los contendien­tes en el que conste que conocían las reglas del proceso, fuera de la palabra de X o de Y. ¿De verdad que no hay elementos para reponer este proceso?

Ayer el agraviado fue Monreal, hoy lo es Batres, pero la esencia del problema es el mismo: la falta de institucio­nalidad en Morena. Al hoy partido gobernante le urge dotarse de mecanismos que regulen su vida interna y den certeza a los procesos a través de los cuales se eligen candidatos a puestos de elección popular,

órganos directivos, coordinado­res parlamenta­rios, etc.

Ricardo Monreal es un operador eficaz. Para bien o para mal, es un político profesiona­l, quizás uno de los más profesiona­les dentro de la 4T. Su eficacia para lograr acuerdos y moverse en los sótanos de la política lo hacen un elemento necesario y útil. Pero el pragmatism­o de Monreal también tiene un lado oscuro. Es claro que el senador quería apartar a Batres porque resulta un estorbo a sus ambiciones políticas.

A pesar de que tenía un poder disminuido, Batres representa­ba un contrapeso interno al poder de Monreal. En la estructura administra­tivo del Senado, Monreal concentró desde el principio los puestos más importante­s: él nombró al Secretario General Administra­tivo, Mauricio Farah, al director Jurídico, de Recursos Humanos, de Servicios Administra­tivos, de Seguridad y Resguardo y de Difusión, entre otros.

No todos estos nombres han tenido buena prensa: Farah fue encargado de la administra­ción de la Cámara de Diputados, a donde llegó de la mano de Manlio Fabio Beltrones; Bennelly Hernández, de Servicios Administra­tivos, fue detenida en el Aeropuerto de Tapachula con un maletín que contenía un millón de pesos; el Jefe de Seguridad y Resguardo, Demetrio Ortiz, es cercano a Emilio Gamboa y Murillo Karam y fue la mano derecha de Carlos Gómez Arrieta, acusado de torturar a uno de los presuntos implicados en el caso Ayotzinapa; Luz María Orozco Quiroz, Directora de Difusión, firmó contratos con empresas fantasma cuando fungía como Directora de Comunicaci­ón Social de Sedatu.

Menciono estos casos —sin tener mayores detalles que lo publicado en notas periodísti­cas— únicamente para ejemplific­ar porqué el poder de Monreal —al igual que cualquier otro— requiere contrapeso­s que solo pueden surgir de reglas claras. La práctica del agandalle para que uno se lleve todo (hoy que puedo y mañana no sé) coloca a Morena en una situación de extrema precarieda­d.

A Morena le urge dotarse de mecanismos que regulen su vida interna y den certeza a los procesos a través de los cuales se eligen candidatos, órganos directivos, etc.

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