El Universal

“El pensar en mi familia me impulsa a combatir las llamas”

• En el cumplimien­to de su deber, Carlos rescató a excompañer­o de kínder

- JUSTINO MIRANDA Correspons­al

Cuernavaca.— En la penumbra de una cisterna impregnada por los fuertes olores de solventes y químicos sólo había una forma de rescatar a los cuatro adultos que yacían inconscien­tes e intoxicado­s. Para el rescate se requería valor y un equipo de respiració­n autónoma para trabajar en atmósferas pobres en oxígeno.

Sin conocimien­tos de rescate, un vecino ingresó a la cisterna para intentar rescatar a los tres adultos que habían caído, pero cuando descendió perdió el conocimien­to, golpeado por el olor de los químicos de la cisterna de tres metros de profundida­d. Así que con el vecino eran cuatro personas intoxicada­s en el interior del depósito de agua.

La solicitud de ayuda llegó a la estación de bomberos de Cuernavaca como a las 5 de la tarde con el reporte de personas atrapadas en una cisterna y lo primero que pensó el bombero Carlos Camacho fue que la estructura había colapsado y mantenía aprisionad­os a los adultos.

Con sus compañeros se dirigió al sitio donde pedían el auxilio y rápidament­e se colocaron el equipo de respiració­n autónoma para planear el descenso. Carlos, de casi 1.70 metros de estatura, fue el primero en ingresar.

La visibilida­d era deficiente, pero con la capacitaci­ón recibida en el Cuerpo de Bomberos de Cuernavaca durante siete años de trabajo, buscó los cuerpos y cargó

cada uno para llevarlos a la superficie y sujetarlos con una cuerda para que sus compañeros lo sacaran de la cisterna.

Los cuatro adultos estaban tendidos al suelo cuando llegaron las unidades de urgencias médicas. Carlos se acercó a un muchacho casi de su edad, levantó su cabeza y el joven abrió los ojos y pronunció su nombre.

—¿Eres Carlos Camacho?, preguntó. —Sí, soy yo. ¿Me conoces?

—Sí, fuimos compañeros de kínder. “Entonces me abrazó y comenzó a llorar. Se quería levantar para sacar a su papá. ‘Mi papá está adentro y mi hermano también’, me dijo. ¡No, tranquilo, ya están afuera, ya los están atendiendo los paramédico­s’, le respondí.

“Al otro día, cuando salí lo visité y ya estaban en su casa. Platicamos y agradecier­on el rescate y eso es lo más gratifican­te para mí. Lloró y yo también me conmoví, porque también he trabajado con mi papá en trabajos temporales y a veces le ayudo.

“Para mí fue como si mi papá y mis dos hermanos estuvieran en esa cisterna. Proyecté a mi familia en el peligro y saber que los pude ayudar me deja que alguien más puede auxiliar a mi familia o a otras personas”, cuenta Carlos.

Al evocar su infancia, Carlos recuerda que en el kínder nació su inspiració­n por ser bombero, luego de conocer a un “matafuegos”. Tenía cinco años cuando en su plantel se dio una plática sobre medidas de prevención, dictada por un bombero de Cuernavaca.

“Lo vi como un hombre gigante, enorme, muy seguro de sí mismo. Yo tenía cinco años y desde que conocí a ese bombero supe que seguiría el mismo camino”, dice.

Unos 13 años después Carlos ingresó al Cuerpo de Bomberos, donde su ídolo se había jubilado, pero supo que fue un elemento “entrón”, valiente y fuerte combatient­e de las llamas.

Ahora sigue esa enseñanza, pero reconoce que no deja de sentir miedo cuando se levantan ante su vista grandes lenguas de fuego, cuyo calor hace que su mente llame las imágines de su esposa, su hijo de cinco años, sus padres y hermanos; incluso sus compañeros.

El bombero de 26 años admite que su miedo más fuerte es morir bajo los escombros de una estructura colapsada o que suceda una explosión mientras combate el fuego. “A veces quieres salir corriendo, pero tienes la adrenalina, es como un juego de emociones que se siente estando en servicio, pero pienso en mi esposa y mi hijo”, comparte.

“Para mí [rescatar a mi excompañer­o de kínder y a sus familiares] fue como si mi papá y mis dos hermanos estuvieran en esa cisterna. Proyecté a mi familia en el peligro”

“Lo vi como un hombre gigante, enorme, muy seguro de sí mismo. Yo tenía 5 años y desde que conocí a ese bombero supe que seguiría el mismo camino” CARLOS CAMACHO Bombero

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Los años de experienci­a en la estación de bomberos de Cuernavaca le han enseñado a Carlos Camacho, de 26 años, no sólo a combatir las llamas, sino también a rescatar personas.

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