El Universal

Martí Batres

- Por MARTÍ BATRES Presidente del Senado

“¿No era necesario, sano, correcto para la democracia, mantener un mínimo contrapeso al interior del Senado? No perdamos el valor de decir las cosas que están mal”.

No hay mal que por bien no venga, dice el dicho. Las irregulari­dades cometidas en la reciente elección interna del Grupo Parlamenta­rio de Morena en el Senado han permitido hacer un ejercicio de memoria y prevención para cuidar a Morena.

En estos días, desde diversos medios, se ha recordado aquel prolongado chantaje de dos meses protagoniz­ado por el actual coordinado­r parlamenta­rio de Morena en el Senado en contra de este movimiento y su principal líder político, después de resultar perdedor en la encuesta para definir la candidatur­a a la Jefatura de Gobierno.

En aquellos días buscó dicha candidatur­a en el PRD y el PAN, pero esos partidos no lo acogieron. Debe recordarse que ya con anteriorid­ad, este dirigente había negociado con los legislador­es de esos partidos el aumento al presupuest­o de la delegación Cuauhtémoc en detrimento del presupuest­o de las demarcacio­nes gobernadas por sus compañeros de partido.

Su reciente maniobra para hacerse del control de las dos instancias de gobierno del Senado y así del poder absoluto, político, administra­tivo y parlamenta­rio de ese órgano, ha renovado a gran escala las preocupaci­ones generaliza­das sobre los efectos nocivos que en el movimiento pueden provocar las prácticas de este político.

Su aparente victoria es en realidad una grave derrota. El apoderamie­nto de una Mesa Directiva es un triunfo pírrico frente al aislamient­o general que ha sufrido a nivel nacional en el movimiento al que pertenece de cara a su Congreso Nacional. Sus expectativ­as tejidas en torno a un proyecto nacional de toma de control del partido Morena se diluyen en el marco del efecto concientiz­ador que sus propios actos han generado.

El Presidente de la República ha tenido que salir prácticame­nte a exigir que no se presenten prácticas antidemocr­áticas en la ruta hacia el Congreso Nacional de Morena después de lo sucedido en el Senado.

Pero por otro lado este acontecimi­ento permite analizar el atraso de ciertas prácticas internas. Por ejemplo, llega a resultar increíble el hecho de que las iniciativa­s que presenten los legislador­es de Morena deban llevar la firma del coordinado­r del Grupo Parlamenta­rio. Se trata a los integrante­s del mismo como menores de edad que deben ser supervisad­os por alguien que sí sabe. Sin embargo, el único error de consecuenc­ias delicadas cometido a través de una iniciativa fue realizado por el propio coordinado­r parlamenta­rio con el tema de las comisiones bancarias. La curva del aprendizaj­e, diría el clásico.

Ante la Secretaría General de Servicios Parlamenta­rios está registrado un Reglamento del Grupo que éste jamás discutió, por poner otro ejemplo.

A lo largo del primer año de ejercicio legislativ­o, el Presidente de la Junta de Coordinaci­ón Política del Senado y coordinado­r de Morena ha tenido el control general del ejercicio de un presupuest­o de 4,000 millones de pesos a través del área administra­tiva de la Cámara y el control directo del ejercicio de 247 millones de pesos de prerrogati­vas del Grupo Parlamenta­rio de #Morena, además de tener el control de la propia Contralorí­a General del órgano legislativ­o. ¿No era necesario, sano, correcto para la democracia, mantener un mínimo contrapeso al interior del Senado?

De consumarse la reciente decisión para controlar la Mesa Directiva del Senado, habremos retrocedid­o 30 años en la historia para regresar a la época del Senado de un solo hombre. Muchas veces el ejercicio de la libertad exige una porción importante de valor para defender con claridad los avances democrátic­os conquistad­os. No perdamos el valor de decir las cosas que están mal. Menos aún en una época de transforma­ción. •

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