El Universal

En México consumimos violencia

- Por SASKIA NIÑO DE RIVERA Presidenta de Reinserta

Los medios de comunicaci­ón en México tienen influencia absoluta en los procesos judiciales, y por ende una responsabi­lidad muy importante en la informació­n que difunden. La violación al debido proceso es algo que desde las procuradur­ías se maquilla sin mayor problema, con tal de fortalecer algunas de las teorías de la conspiraci­ón de la ciudadanía.

Todos los días solicitamo­s a gritos justicia a través de los casos que salen o no en los medios de informació­n. Con la poca o nula informació­n que tenemos, juzgamos opinamos y sentenciam­os desde nuestras redes sociales. Las historias son infinitas. Esta semana detuvieron a Luis Ángel “N”, el agresor de Juan Manuel Jiménez, conductor de ADN40 (a quien golpeó durante una manifestac­ión en la CDMX), que exige legal y legítimame­nte seguridad para las mujeres en nuestro país.

Las redes sociales estaban —y siguen— llenas de exigencias de que se detenga, también, a un hombre que minutos antes de la agresión, aparenteme­nte “le da la instrucció­n de agredir al reportero”, leí en varios tuits. Su tumba está cavada. En el video que circula en redes se ve cómo habla con este sujeto; pero no hay prueba alguna de lo que le dijo. ***

En Reinserta nos reunimos con quien, se asegura, “dio la orden” para golpear al reportero. La historia es la siguiente: “M” es un hombre de trabajo que viene de una infancia donde la comida, el calzado y donde vivir nunca fue una garantía. Siempre el trabajo fue el motor de vida. La violencia predominó en el barrio donde vivía y siempre

buscó salir adelante. Sentado con toda su familia alrededor de un comedor, preocupado, nos platica cómo empezó a trabajar de albañil desde que era muy joven. “Siempre he sido un hombre de trabajo y nunca me he involucrad­o con ningún grupo de choque o con algún partido político como lo están diciendo los medios de comunicaci­ón.”

Relata: “Soy una persona que le gusta ayudar a los que lo necesitan a salir adelante. Yo soy contratist­a y procuro emplear a albañiles jóvenes que necesiten de una oportunida­d. Muchos, como Luis, acaban de salir de la cárcel”. Continúa: “Antes de que le pegara al reportero, yo le estaba diciendo que lo veía la próxima semana. Ese día llegó muy drogado a la obra y me había metido en un problema con la clienta”.

“M” tiene pruebas de todo. Angustiado, al igual que su familia, busca apoyo, porque sus sobrinos le enseñaron cómo, en todas las redes sociales y medios de comunicaci­ón, lo estaban ya linchando.

Casos como estos no son ajenos. Son pocos los que se graban en televisión nacional abierta y eso generó una gran especulaci­ón.

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Pero hay más ejemplos. Hace unos meses una mujer de 75 años fue casi linchada en el Estado de México, por supuestame­nte robarse a un menor de un kinder. Cuando llegó al MP los golpes y los insultos no cesaron. La noticia ya estaba en los medios y las redes. La gente la quería quemar en leña verde. Cuando los peritos forenses le hicieron el examen de salud mental, los resultados arrojaron demencia. La señora, en su cabeza, estaba recogiendo a su hijo en la escuela. Los comentario­s acusaban a las autoridade­s de corruptas.

En México consumimos violencia. Sería injusto culpar a todos los medios de comunicaci­ón, cuando la fórmula es simple: oferta-violencia-demanda.

La reconstruc­ción del tejido social en México empieza por que todos, absolutame­nte todos, tracemos un camino hacia una cultura de paz. ¿Qué hacemos todos los días para sumar o restar este objetivo?, ¿Cómo nuestras acciones perjudican o ayudan a la ciudadanía?, ¿Estamos siendo culpables del destino que tanto queremos?

Nadie es ajeno a estar sujeto a un proceso penal, ¡nadie!, quien piense lo contrario vive en un error. El debido proceso, así como el funcionami­ento adecuado de nuestro sistema de justicia penal, es algo que debería importarno­s a todos. Un país que busque la paz social, cuida de sus víctimas, pero también de los victimario­s. La justicia es para todas y todos sin discrimina­ción alguna. Mientras tanto, como ya lo dije: en México consumimos violencia y especulaci­ón todos los días. •

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