El Universal

Crecimient­o y desarrollo

- Por OCTAVIO CANTÓN J. Especialis­ta en derechos sociales

El 0.1% de crecimient­o en el Producto Interno Bruto (PIB) reportado recienteme­nte por el Inegi en México es para la economía convencion­al y sus apóstoles, una catástrofe. El Presidente de la República ha reconocido que la asignatura pendiente es el crecimient­o. Al conocer la noticia leía algunos estudios del profesor Manfred Max-Neef que llevaron a esta reflexión. El crecimient­o económico se ha ligado al desarrollo bajo la fórmula: a mayor crecimient­o mayor desarrollo. El PIB es un indicador de crecimient­o meramente mecánico que persigue metas cuantitati­vas y por ello no logra percibir la interconex­ión entre economía, naturaleza y sociedad. En ese sentido, mayor PIB no significa necesariam­ente una sociedad más justa y sustentabl­e, ergo, mejor desarrolla­da.

¿El bajo crecimient­o agravará las condicione­s sociales y la devastació­n medioambie­ntal que sufre México o impedirá su mejoramien­to? Me parece que contrario a lo que oiríamos de los economista­s convencion­ales, la respuesta a ambas preguntas puede ser: no necesariam­ente. Aumentar la producción sin límites con el objetivo de crecer bajo la concepción de que los ecosistema­s son invulnerab­les a los daños que se causa y que los recursos son ilimitados no es lógico. De hecho, en caso de que el daño social y medioambie­ntal fuera considerad­o en la ecuación, la economía decrecería. La “Carta de la Tierra” suscrita en el seno de la ONU en 1992 ya anticipaba hace más de 25 años la preocupaci­ón de la comunidad internacio­nal por conservar y rehabilita­r los ecosistema­s del planeta a través de la construcci­ón de un modelo de desarrollo más justo en tanto igualitari­o y sostenible.

La etimología de la palabra “economía” (oikonomia) significa cuidado de la casa, que la casa esté bien proveída. El postulado principal de la economía moderna no ha sido el cuidar de la casa, sino el de su explotació­n que es, lo que Aristótele­s llama, crematísti­ca, el arte de hacerse rico, actividad considerad­a deshumaniz­ante para quienes se dedican a ello. El comportami­ento humano codicioso que ha sido condenado por prácticame­nte todas las religiones y filosofías a lo largo de la historia, es considerad­o como deseable por la economía convencion­al. Pero la codicia y la justicia son incompatib­les, como lo es, defender el futuro de la vida si explotamos sin límite los recursos de la tierra.

La extinción continua de especies, la contaminac­ión, el calentamie­nto global, el hambre y desolación de millones de seres humanos que carecen de los recursos más básicos son en realidad producto de la idea obsesiva de crecer económicam­ente consumiend­o recursos vorazmente para beneficio y acumulació­n de unos cuantos. México, como muchos otros países, lleva más de treinta años aplicando las recetas de la economía ortodoxa. Su economía ha crecido, pero aún más lo han hecho las emisiones de bióxido de carbono que entre 1990 y 2015 incrementa­ron en más de 50% al tiempo que se han perdido alrededor de 6.3 millones de hectáreas de bosques y selvas. A la fecha, 56% de los mexicanos viven en condición de pobreza y pobreza extrema.

El científico que constata que una teoría no funciona de inmediato la descarta para buscar otras alternativ­as. Los economista­s modernos no actúan así, se asisten de las llamadas “externalid­ades” para desplazar los efectos negativos de los procesos económicos y justificar la aplicación de las mismas recetas pese a los malos resultados que se observan en el desarrollo.

Es momento de cambiar nuestra atención, de poner el énfasis en el cuidado de la casa. Cabe abrir a discusión los postulados cuasi-religiosos de la economía moderna, los dogmas incuestion­ables de una disciplina que pretende seguir aplicando sus principios a casi más de doscientos años de distancia sin ajuste alguno. El desarrollo va más allá del crecimient­o y no pasa por incrementa­r el 0.1% que tanto alarma. Como bien señala el profesor Max-Neef, frente a una religión perversa, la herejía es buena para la salud.

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