La Bruja: la ex enfermera que secuestró a Norberto Ronquillo
“Puede ser la nalga o el muslo. Brazo sin pedos”, le escribió La Bruja por WhatsApp a uno de los secuestradores del estudiante Norberto Ronquillo.
La Bruja, una licenciada en enfermería de 49 años de edad, recomendó, en un mensaje que luego halló la Policía de Investigación, que se le inyectaran a la víctima 10 mililitros de ketamina. La intención era adormecer al estudiante para facilitar su secuestro.
Aquel día, Ronquillo asistió a su último día de clases en la Universidad del Pedregal: estaba a unas horas de recibir su título profesional. Según la procuraduría capitalina, esa misma tarde una exnovia suya, que había dejado la carrera meses atrás, visitó la universidad para constatar que el joven hubiera acudido a clases.
La muchacha, identificada como Yuritzia “N”, es considerada la autora intelectual del secuestro. De 23 años e hija de un militar en retiro, planeó el plagio de la mano de un sujeto apodado El Ovni.
Es probable que El Ovni —colaborador de la Unión Tepito, encargado de señalar bares del sur de la ciudad susceptibles de extorsión—, sostuviera una relación sentimental con Yuritzia. En todo caso, según la investigación, fue la muchacha quien propuso llevar a cabo el secuestro.
Cuando llegó la hora, Yuritzia avisó a los secuestradores que Norberto acababa de salir. “¡Ahora es cuando!”, informó en un mensaje.
Había hecho creer a sus cómplices que su exnovio le debía 700 mil pesos. Les dijo que la familia tenía negocios importantes, y pagaría con facilidad cinco millones de pesos por el rescate. “Recupero mis 700 mil y el resto se lo reparten”.
El Ovni convenció a un amigo de la infancia, un chofer de Uber apodado El Oso, de que participara como conductor. “Me ofreció un ‘cambiecito’… me ‘brilló’… y se me hizo fácil”, confesó El Oso más tarde. Al grupo se sumó también El Chema —quien la noche del secuestro sirvió de “muro” a bordo de una motocicleta.
Chats en poder de las autoridades revelan que El Ovni, un sujeto extremadamente supersticioso, consultaba el más mínimo paso que daba en la vida con una exenfermera que hacía “limpias”: La Bruja. Esta mujer y su pareja sentimental, un adicto y narcomenudista apodado El Lagarto, ofrecieron su domicilio en Xochimilco como “casa de seguridad”; se prestaron a “cuidar” al estudiante secuestrado.
Los plagiarios fingieron chocar accidentalmente con el coche de Norberto para que se detuviera. El rescate fue entregado al lado de una unidad habitacional ubicada en Calzada de las Bombas.
El cuerpo del estudiante apareció más tarde, con huellas de asfixia. Los detenidos culpan del homicidio al Lagarto quien, dicen, aquella noche estaba completamente drogado.
Era un caso sin salida. Las autoridades no tenían la voz del hombre que había negociado el secuestro; no se había numerado el dinero del rescate; no se tenía tampoco el testimonio de la víctima. Solo había un joven muerto.
Dos ciclistas que atestiguaron el plagio entregaron la clave que resolvió el asunto. Dijeron que Norberto había sido secuestrado en un Sonic rojo. En colaboración con cámaras del C5, la Policía de Investigación logró ubicar el vehículo. El dueño del Uber (se investiga aún si tuvo alguna responsabilidad) informó que quien conducía la unidad era un sujeto apodado El Oso. Dijo que le había devuelto el coche días más tarde, alegando problemas familiares.
La policía tuvo un nombre, un apodo y un número de teléfono. El Oso fue detenido en Miguel Hidalgo. Entregó nombres de cómplices y la mecánica de los hechos. Para entonces, El Lagarto estaba en el reclusorio, detenido por delitos contra la salud. Chema, La Bruja y Yuritzia habían desaparecido.
La Bruja hizo una compra con su tarjeta en Tututepec, Oaxaca. Unos agentes que se hicieron pasar como repartidores de despensas la encontraron recostada en una hamaca, oyendo música tropical. La videograbaron sin que se diera cuenta y enviaron las imágenes a México, para que su identidad fuera confirmada. Cuando al fin se la llevaban se quejó: “Todo por hacerles el pinche paro con la casa”.