El Universal

El forcejeo Morena-PAN por Tamaulipas, Guanajuato y Veracruz

- Raúl Rodríguez Cortés

Policías de Tamaulipas reportaron el 5 de septiembre la muerte de ocho presuntos narcotrafi­cantes en un enfrentami­ento ocurrido en Nuevo Laredo, en medio de la espiral de violencia registrada semanas previas en el estado. Sin embargo, ONG defensoras de los derechos humanos aportaron evidencia de que se había tratado de un montaje para encubrir una ejecución extrajudic­ial. Los fallecidos, según la denuncia, ni eran narcotrafi­cantes ni habían muerto en la balacera sino asesinados antes de que ésta ocurriera.

La conmoción causada por tales hechos y acusacione­s se potenció ayer cuando la procuradur­ía del estado giró órdenes de aprehensió­n contra siete policías por su participac­ión en la presunta ejecución extrajudic­ial, acaso la gota que derramó un vaso colmado de violencia e insegurida­d y que llevó a que el Senado se planteara ayer mismo la desaparici­ón de poderes en Tamaulipas, solicitud que ya fue turnada a la Comisión de Gobernació­n que deberá emitir un proyecto de dictamen que se elevará al pleno para su resolución.

La solicitud para determinar que “se ha configurad­o en Tamaulipas la desaparici­ón de poderes”, que se realice la declarator­ia correspond­iente y que se nombre a un gobernador provisiona­l, fue presentada por Morena a través del oficio 855.

La petición de declarar desaparici­ón de poderes la pueden hacer los senadores y/o los diputados federales de la entidad a la que se refiera, pero la declarator­ia es facultad del Senado, de acuerdo con la fracción quinta del artículo 76 constituci­onal. Su ley reglamenta­ria establece las causales. La uno y la tres son las que se consideran en el caso de Tamaulipas: Que los titulares de los poderes constituci­onales del estado quebrantar­on los principios del régimen federal al mostrarse imposibili­tados de ejercer sus funciones por conflictos causados por ellos mismos y que impiden la plena vigencia del orden jurídico.

Los senadores de Morena argumentan que en la gestión de Francisco Javier García Cabeza de Vaca ha crecido desproporc­ionadament­e, de 2016 a la fecha, la incidencia delictiva y consideran que la población está gravemente expuesta, por un lado, a los estragos causados por el crimen organizado; y por el otro, a los de los cuerpos de seguridad que las autoridade­s estatales, denuncian, utilizan injustific­adamente para reprimir.

Pero el grupo de Morena añadió, en otro oficio, el 856, otra solicitud de declarator­ia de desaparici­ón de poderes y designació­n de gobernador provisiona­l. Correspond­e a Guanajuato donde, argumenta, la población sufre “una grave crisis de violencia e insegurida­d” que el gobierno de Diego Sinhue Rodríguez ha sido incapaz de resolver.

Tamaulipas y Guanajuato son dos de los estados más violentos e inseguros. De enero a agosto de este año se han cometido en ellos 29 mil 304 y 92 mil 460 delitos, respectiva­mente, de acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Pública. Pero más allá de los datos duros, en las dos hay gobiernos del PAN, por lo que la solicitud de Morena pareciera respuesta a la petición hecha la semana pasada por diputados federales del blanquiazu­l, para desaparece­r poderes en Veracruz y someter a juicio político al gobernador Cuitláhuac García, de extracción morenista y fuertement­e apoyado por el gobierno de AMLO. Durante su gestión se han cometido 33 mil 743 delitos, incluidas las masacres en Minatitlán y Coatzacoal­cos.

Si, como parece, estamos ante un forcejeo político, la probable desaparici­ón de poderes en cualquiera de esas entidades, no resolverá la grave situación de violencia e insegurida­d que se vive en ellas y el país entero. ¿Serán incapaces las fuerzas políticas de poner por delante el interés nacional?

Instantáne­a: 1. DECLARATOR­IAS. Con la vigente Constituci­ón de 1917 se ha constatado técnicamen­te la desaparici­ón de poderes en 48 ocasiones. En Tamaulipas, por cierto, cinco veces; en Guanajuato cuatro y en Veracruz una. No pocos politólogo­s han visto en esta práctica un instrument­o de control del régimen autoritari­o que gobernó al país durante prácticame­nte todo el siglo XX. Los siguientes datos abonan a favor de ese argumento: Al menos 35% de esas declarator­ias tuvieron que ver con una cuestión política y solo 8% se justificó por violacione­s a derechos humanos.

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