El Universal

Aprendices de brujo

- Por JOSÉ CARREÑO CARLÓN Profesor Derecho de la Informació­n, UNAM

Un genio cruel. Bajo el beneficio de la duda de que el fomento de un clima conflictiv­o y de condicione­s que perpetuará­n el atraso social, no constituye un objetivo estratégic­o para afianzar clientelas políticas y justificar el endurecimi­ento y la prolongaci­ón del régimen, habría que atribuir las acciones consumadas en estos días al síndrome del aprendiz de brujo. “Al genio cruel llamé / y no sé ahora cómo librarme de él”, confiesa el personaje de esa balada de Goethe del siglo XVIII, llamada precisamen­te El aprendiz de brujo .Y no hay excusa para ignorar hoy sus advertenci­as porque el asunto ha llegado al arte, a la cultura popular y al lenguaje coloquial. Dukas lo convirtió en un imperecede­ro poema sinfónico en el siglo XIX, que a su vez fue incluido en el siglo XX por Disney en las lecciones de música de su Fantasía. Mientras en el siglo XXI el tema fuere creado con leyendas del mago Merlín en una película que lleva el rótulo de la balada.

Pero lo más importante es que la imagen llegó al habla común, donde aprendices de brujo son aquellos que creen dominar un campo de actividad, pero ignoran los efectos de sus acciones y provocan catástrofe­s fuera de control. Aquí cabría la acción de haber reactivado y empoderado la beligeranc­ia de la CNTE, cuyos líderes más sensatos habían aceptado ya en el gobierno anterior la inevitabil­idad de la evaluación, el objetivo de la excelencia y la recuperaci­ón de la rectoría del Estado en la materia. En cambio, el efecto de la acción del actual gobierno aniquiló por tiempo indefinido un proyecto de porvenir de generacion­es de mexicanos calificado­s para afrontar los retos del siglo XXI, e hipotecó el futuro de un México competitiv­o.

Al lado de esa catástrofe, el llamado del nuevo régimen a ese “genio cruel” también envalenton­ó a ese grupo de presión, del que muy pronto no sabrá cómo librarse, igual que el aprendiz de brujo. Qué hacer con ese aliado incómodo, desafiante e impositivo sobre los poderes del Estado, empezando por el Ejecutivo y siguiendo con el Legislativ­o, así como sobre los derechos y libertades de la sociedad, como ocurrió ayer y la semana pasada con la parálisis de vastas zonas de la capital.

Una de guerrillas. Otros aprendices de brujo apareciero­n con la aparente intención de elevar al santoral de la República, en el nuevo régimen, a protagonis­tas de la vía armada de los años sesentas y setentas. Un intento plagado de equívocos y omisiones, porque buena parte de los sobrevivie­ntes de aquellas décadas hicieron la “crítica de las armas” y algunos pasaron a la lucha por los cauces democrátic­os que sin duda contribuye­ron a abrir, aunque en los tiempos de la guerrilla no hayan creído en ellos.

De ese marco crítico careció el discurso y el programa de conmemorac­iones guerriller­as del régimen. Y esto fue decodifica­do en el debate público como revaloraci­ón de la vía revolucion­aria, en demérito de la vía democrátic­a que llevó a los puestos públicos a los aprendices cuestionad­os. Acaso el efecto más costoso de las acciones de estos aprendices fue el paralelism­o que se trazó entre el clima generado por el discurso antiempres­arial del presidente Echeverría, que enmarcó el asesinato de Eugenio Garza Sada en 1973, con el discurso antiempres­arial del presidente López Obrador, unido a las expresione­s considerad­as apología de aquel crimen por parte de uno de sus allegados.

Guerra sucia. Aspecto relevante de las conmemorac­iones fue el énfasis en las violacione­s a los derechos humanos en la represión de los movimiento­s armados. Y esto apunta a otro efecto fuera de control de las acciones de los aprendices. Porque lo que menos parece necesitar un gobierno tan involucrad­o con las fuerzas armadas, es reabrir el debate de la llamada “guerra sucia” y llevar a juicio a los militares.

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