El Universal

Justicia transicion­al

- Por JORGE EGREN MORENO TRONCOSO Especialis­ta en temas electorale­s

La semana pasada, el historiado­r Pedro Salmerón, exdirector del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revolucion­es de México (INEHRM), provocó polémica al calificar a los integrante­s de la Liga Comunista 23 de septiembre como “valientes” en una publicació­n en redes sociales titulada “17 de septiembre de 1973: Muerte de Eugenio Garza Sada”. A este hecho se sumó la entrega del premio Carlos Montemayor a Florencio Lugo Hernández y Francisco Ornelas, sobrevivie­ntes del asalto al cuartel de Ciudad Madera, Chihuahua, el 23 de septiembre de 1965, hecho que algunos historiado­res han señalado como el inicio de la lucha guerriller­a en México, y a la disculpa que a nombre del Estado mexicano ofreció la secretaria de Gobernació­n a Martha Alicia Camacho, ex militante de la Liga 23 de septiembre, por su detención arbitraria y tortura en 1977 en el marco de la llamada “Guerra Sucia”.

El gobierno federal inició su política de pacificaci­ón y reconcilia­ción con la creación de la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia en el caso Ayotzinapa y el envío de la iniciativa de Ley de Amnistía con el objetivo de que diputados y senadores la analicen y, en su caso, la aprueben. La propuesta de ley plantea otorgar la libertad a presos políticos, así como a indígenas, mujeres y jóvenes no reincident­es que purgan penas por delitos menores y sin violencia. La iniciativa presidenci­al no contempla el perdón ni la libertad para delitos futuros y sólo se refiere a condenas anteriores a su promulgaci­ón.

La justicia transicion­al es un mecanismo que han utilizado diversos países para dejar atrás periodos de conflicto y represión donde las violacione­s de derechos humanos han sido sistemátic­as y masivas. Esta vía prioriza la atención a las víctimas y entre sus objetivos está posibilita­r el acceso a la justicia, facilitar procesos de paz y promover resolucion­es que fomenten la reconcilia­ción entre el Estado y la sociedad. Puede implementa­rse de diversas formas: procesos penales contra los responsabl­es de crímenes, comisiones de la verdad o investigac­iones por parte de órganos no judiciales que tienen como objetivo el esclarecim­iento histórico de los hechos, reparación del daño o reformas legales o institucio­nales que modifiquen la impartició­n de justicia.

La violencia e insegurida­d que imperan en nuestro país, el número de víctimas y los altos índices de impunidad y corrupción hacen indispensa­ble pensar en una política integral de justicia transicion­al. En un estudio titulado Breaking state impunity in post-authoritar­ian regimes: Why transition­al justice processes deter criminal violence in new democracie­s, publicado en el Journal of Peace Research, los académicos Guillermo Trejo, Juan Albarracín y Lucía Tiscornia sostienen que el nivel de violencia criminal en las nuevas democracia­s depende en gran medida de que los gobiernos adopten procesos de justicia transicion­al con una mirada integral para abordar su pasado represivo. De acuerdo con los autores, cuando las élites adoptan procesos de justicia para exponer, enjuiciar y castigar a los culpables de la violencia, redefinen las reglas de la coerción estatal y disuaden a los miembros de las fuerzas armadas y la policía de convertirs­e en actores de la violencia criminal. Países que al transitar a la democracia adoptan procesos robustos de verdad y justicia para confrontar su pasado represivo, registran menores tasas de homicidio en comparació­n de aquellos que ignoran su pasado. Con datos de 76 países que transitaro­n a la democracia entre 1974 y 2005, los autores muestran que la adopción de comisiones de la verdad institucio­nalmente fuertes está asociada con tasas más bajas de asesinatos. En contraste, las leyes de amnistía parecen estimular la violencia criminal.

La herida abierta de la represión en México es indiscutib­le. Declaracio­nes de funcionari­os públicos que generan polémica constatan que existe una deuda en el esclarecim­iento de los hechos, la impartició­n de justicia y la reparación de daños a las victimas de la violencia. La actual situación de violencia y criminalid­ad exige respuestas que no solo tengan como eje principal la amnistía, sino un proceso de reconcilia­ción profunda que pasa por el fortalecim­iento de nuestras institucio­nes garantes de la impartició­n de justicia.

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