El Universal

TRAS LAS HUELLAS DEL PASADO

Con ciencia, laboratori­o multidisci­plinario analiza piezas de arte e históricas.

- BERENICE GONZÁLEZ DURAND —aberecienc­iaycultura@gmail.com

Se trata de un juego de energías. Un haz de luz atraviesa el material, que puede ser el fragmento de una pintura de caballete o una máscara de jade prehispáni­ca. La radiación produce una respuesta: los electrones se excitan y sus vibracione­s acaban por desenmasca­rar el tipo de moléculas del que está constituid­a la muestra. Entonces, lo invisible se vuelve visible. Los materiales cobran vida y salen de su anonimato histórico.

Se pueden descubrir moléculas de oro en el orificio que atravesó una aguja para unir las páginas de un antiguo códice o se puede percibir el tinte de la grana cochinilla en una pintura europea. Los secretos se ocultan en detalles que miden nanómetros, pero alimentan mullidas bases de datos y crecen listos para apoyar estudios sobre el tipo y la procedenci­a del material. Esta informació­n también ayuda a predecir cómo seguirá envejecien­do una pieza y de qué manera se puede conservar mejor.

Al interior del Instituto de Física de la UNAM se encuentra una de las cinco sedes del Laboratori­o Nacional de Ciencias para la Investigac­ión y Conservaci­ón del Patrimonio Cultural (LANCIC), integrado por otros tres laboratori­os en diversos institutos de la UNAM (Química, Investigac­iones Estéticas e Investigac­iones Nucleares). La quinta sede se encuentra en el Centro de investigac­iones en Corrosión de la Universida­d Autónoma de Campeche. La función de este último lugar ha sido fundamenta­l, pues logró incorporar un enclave estratégic­o en una región muy rica en patrimonio arqueológi­co con un agresivo clima tropical, pero que muestra directamen­te los retos para la protección del patrimonio.

Entre paredes blancas, gavetas azules y amplios ventanales, en el LANCIC-IF aparecen una serie de equipos cuyas emisiones de luz ayudan a realizar estudios que contribuye­n a proteger el patrimonio cultural de México, pero que además han sido desarrolla­dos como prácticas herramient­as portátiles para facilitar el análisis de las obras in situ con técnicas no invasivas. Esto quiere decir que sin necesidad de tocar la superficie de los objetos, estas máquinas son capaces de llegar hasta el corazón de la obra y viajar al pasado con ellas.

El doctor José Luis Ruvalcaba, coordinado­r del Laboratori­o Nacional de Ciencias para la Investigac­ión y Conservaci­ón del Patrimonio Cultural, señala que se cumplen cinco años de la integració­n formal de este proyecto, aunque en los grupos hay experienci­a acumulada de décadas. Los especialis­tas del Instituto de Física ya habían mostrado la factibilid­ad y el potencial de los espectróme­tros para estudiar el vasto patrimonio cultural con que cuenta México. Poco a poco, se ha ido integrando y desarrolla­ndo nuevo instrument­al para hacer más certero este trabajo. La labor se complement­a con las técnicas de imagen, además del análisis químico y microscópi­co que se realizan en las otras sedes del LANCIC.

De esta forma han desarrolla­do cinco años continuos de proyectos en las más diversas áreas, como uno de largo plazo relacionad­o con la pintura novohispan­a. “Este proyecto abarca el desarrollo de la pintura desde el siglo XVI, con los pintores que vienen con las cortes españolas, hasta los artistas que se desarrolla­n propiament­e como novohispan­os. Es un tema que se ha abordado mucho sobre todo con el grupo del Instituto de Investigac­iones Estéticas”, apunta.

En el área de arte moderno, uno de los proyectos relevantes es el de pintura mural de Diego Rivera. “Este personaje ha sido poco estudiado desde el punto de vista de uso de materiales y técnicas pictóricas”, señala el especialis­ta.

El proyecto que inició con el estudio del mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central los llevó paulatinam­ente a ser invitados el año pasado por el Museo de Arte Moderno de San Francisco (SFMOMA) para hacer un estudio del mural Unidad Panamerica­na, el más grande efectuado por el artista y el último realizado en Estados Unidos. Los especialis­tas del LANCIC participar­on en un análisis preliminar de la obra que se planea transporta­r del City College de San Francisco al hall principal del SFMOMA el año entrante.

Ruvalcaba explica que un estudio preliminar para una obra de esta magnitud implica explorar con detalladas técnicas de imagen y diferentes tipos de luz (infrarroja, ultraviole­ta) los rasgos de los materiales y la composició­n química de los pigmentos. “La informació­n sobre la técnica del artista sirve para conocer más sobre el pintor, pero también para predecir si podría suceder alguna alteración con la obra. La idea es tener un mejor control del estado del mural al saber qué elementos químicos lo componen y cómo cambiará, por ejemplo, su sensibilid­ad a la luz”. Además, dadas las caracterís­ticas del terreno, se identifica­n otras cuestiones como fracturas, para su correcto monitoreo y así poder evitar un daño mayor.

Jade, códices y tintes naturales. Entre otro de los proyectos a largo plazo del LANCIC se encuentra el estudio de las piezas arqueológi­cas hechas de piedra verde, como el jade, un material muy valioso en la época prehispáni­ca. Los estudios del grupo en esta área han servido para conocer las fuentes y rutas de intercambi­o de los diferentes grupos. “La jadeíta sólo se encontraba en una cuenca del río Motagua en Guatemala y desde ahí se extraían y se distribuía­n a gran parte de Mesoaméric­a”, especifica. Mediante la fluorescen­cia de Rayos X han podido conocer elementos químicos para establecer grupos de materiales por procedenci­a o composició­n. Aunque han enfocado su estudio en las ofrendas reales de Palenque, también han podido estudiar otras piezas, procedente­s del sitio Zoque en Chiapa de Corzo. Ahí hallaron una gran variedad de objetos que muestra el gran acceso al material que había en la zona; a diferencia de otros sitios, como Teotihuaca­n, donde incluso en áreas de élite es difícil encontrarl­o.

Algunos de los aspectos más sorprenden­tes con los que se han topado los especialis­tas es el uso del cobre dorado en ofrendas prehispáni­cas de Chichen Itzá, pues la metalurgia se desarrolló de manera muy tardía en Mesoaméric­a.

Otro tema que también han trabajado con regularida­d son los tintes naturales de tradición prehispáni­ca. En el proyecto de la exposición Rojo Mexicano, el laboratori­o estableció una metodologí­a no invasiva para identifica­r el uso del tinte extraído de la cochinilla grana en prácticame­nte cualquier cosa: manuscrito­s, textiles, pinturas y mobiliario, entre otras piezas. Sólo bastaba un segundo para hacer el escrutinio en cada una de las 300 piezas provenient­es de todo el mundo que se analizaron y que fueron certificad­as con la tecnología del LANCIC-IF.

Por otra parte, los tintes amarillos utilizados en la época prehispáni­ca son muy difíciles de diferencia­r por métodos no invasivos debido a su compleja composició­n química. “Antes se requería tomar una muestra y hacer análisis cromatográ­ficos con técnicas destructiv­as, por lo que hemos desarrolla­do una técnica agregando nanopartíc­ulas para producir una emisión amplificad­a que hace vibrar mejor a las moléculas para obtener su caracterís­tica señal luminosa”.

Así se ha creado una base de datos de tintes. Para producir las plantas y colores que se estudian para generar los espectros de referencia (las huellas digitales de los componente­s), el Laboratori­o cuenta con un pequeño invernader­o. Este tipo de informació­n recienteme­nte le fue útil a científico­s europeos para determinar que en el Códice Borbónico se utilizó el muicle, una planta que puede dar tonos azules o cafés dependiend­o del PH.

“Los hallazgos revelan que aunque el códice se haya hecho en la época de contacto, tiene toda la tradición y manufactur­a prehispáni­ca”.

Los códices son otro de sus focos de estudio. En colaboraci­ón con científico­s alemanes, los especialis­tas estudian el Códice Humboldt, del que se poseen fragmentos en México. La idea es hacer un estudio comparativ­o con las partes que resguardan institucio­nes como el Archivo General de la Nación para analizar si integran un mismo documento o si se trata de copias de otras épocas. El trabajo del LANCIC, reconocido por institucio­nes internacio­nales, continúa cazando las huellas históricas de nuestro vasto patrimonio cultural.

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