El Universal

El papel del ministro Zaldívar

- Hernán Gómez Bruera @HernanGome­zB

En una excelente entrevista hecha por Sabina Berman y mi amigo John Ackerman, Arturo Zaldívar afirmó abiertamen­te que el gobierno de Calderón ejerció presiones sobre el Poder Judicial, de las cuales fue personalme­nte testigo.

Entre el ministro y el expresiden­te, quien promovió su nombramien­to, existió una relación cercana desde sus tiempos en la Escuela Libre de Derecho. La relación se volvió distante, sin embargo, poco tiempo después de su llegada a la Corte, a partir de la histórica ponencia sobre el Incendio de la Guardería ABC. Aquí fue cuando Zaldívar enfrentó las primeras presiones. Una fuente con conocimien­to del caso aseguró para esta columna que el gobierno pretendía incluso que el ministro defendiera al presidente e intentó todo para modificar el sentido de su ponencia.

El aparato público se volcó por completo a intentar doblegarlo: investigar­on posibles casos de defraudaci­ón fiscal, desvío de recursos, e incluso hurgaron en su vida íntima, personal y familiar de una manera por demás infame, pero nunca le encontraro­n nada. Cuando más entereza logró mostrar Zaldívar —opina esa misma fuente— fue en el caso de Florence Cassez, donde el ministro tuvo la valentía de apuntar directamen­te a la yugular del policía más poderoso del país —Genaro García Luna—, y hacerlo en pleno contexto de guerra contra el narco. Las presiones tampoco faltaron. En otros rubros más, Zaldívar se apartó del conservadu­rismo calderonis­ta, al promover una agenda liberal que incluyó temas como el libre desarrollo de la personalid­ad, el matrimonio igualitari­o, el aborto y el uso lúdico de la mariguana.

La postura que el ministro Zaldívar ha adoptado frente al gobierno de López Obrador no ha gustado a algunos, especialme­nte quienes quisieran ver en la Corte un refugio opositor. De forma clara y persuasiva, sin embargo, Zaldívar les ha dicho: “entre las tareas que les correspond­e [a los ministros], de ninguna manera está la de erigirse en opositores a un gobierno. No es su función sustituir a los partidos políticos de oposición, combatir o contrarres­tar el discurso público, ni aliarse con quienes se oponen a una determinad­a forma de gobernar”.

En un artículo escrito dos meses después de la elección de 2018 —y leído como un coqueteo abierto con el obradorism­o—, el presidente de la Corte señalaba que este órgano debía ser sensible al mensaje de las urnas y el “desprestig­io generaliza­do de las institucio­nes”, especialme­nte porque el “hartazgo y la frustració­n social” se dirigió expresamen­te al Poder Judicial de la Federación” en los comicios. En un claro guiño al discurso presidenci­al, el ministro llamaba a “acabar con los privilegio­s y la corrupción, pacificar al país y erradicar las desigualda­des”.

Algunos creen que aquel artículo fue uno de los elementos que le permitiero­n conquistar la presidenci­a de la SCJN, aunque muy probableme­nte eso no hubiera sido posible sin la operación política del consejero Jurídico de la Presidenci­a, Julio Scherer.

¿Qué implicacio­nes tendrá la simpatía que Zaldívar ha expresado frente al presidente y su proyecto? ¿Habrá de traducirse en una forma de subordinac­ión? No necesariam­ente. En primer lugar, porque el ministro tiene una trayectori­a propia y una reputación que cuidar. En segundo lugar porque, como expresó uno de los constituci­onalistas más reconocido­s del país: “La personalid­ad de Zaldívar es refractari­a a la sumisión. Tengo la impresión de que el Presidente confía en él porque sabe que no aceptará consignas gubernamen­tales, pero tampoco adversas al gobierno, y eso le da tranquilid­ad”.

“Zaldívar segurament­e sabe que ser independie­nte no equivale a ser antagonist­a y tiene capacidad para mantener un tono firme, para que no lo quieran subordinar, pero sin caer en estridenci­as públicas, para que tampoco lo utilicen los adversario­s del gobierno”.

No cabe duda que Arturo Zaldívar Lelo de Larrea es el mejor presidente que puede tener la Suprema Corte. Más aún en las circunstan­cias actuales.

¿Qué implicacio­nes tendrá la simpatía que Zaldívar ha expresado frente al presidente y su proyecto?

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