El Universal

La trampa de la revocación de mandato

- Por BENITO NACIF Consejero electoral del INE

El 3 de octubre pasado, el Senado aprobó en comisiones diversos acuerdos para dictaminar la iniciativa de consulta popular y revocación de mandado. La mayoría, conformada por los partidos políticos Morena, PT y PES, propone cambios a la minuta de la Cámara de Diputados, con el fin de sumar los votos suficiente­s para llegar a la mayoría calificada. A diferencia de la Cámara de Diputados, en el Senado de la República la oposición unida tiene la fuerza para detener cambios a la Constituci­ón. El acuerdo aprobado en comisiones busca acercar dos versiones diferentes de la revocación del mandato. La visión “positiva”, que defienden el presidente y su bancada en el Congreso, la concibe como una oportunida­d de re-energizar al gobierno justo a la mitad del sexenio. La consulta revocatori­a permitiría al presidente llegar a la segunda parte del ciclo sexenal con un mandato electoral fresco, que le inyectaría sangre nueva a su administra­ción.

La oposición ha hecho suya la visión “negativa” de la revocación del mandato. La entiende como una institució­n de control político, que le permitiría a la ciudadanía deshacerse de un presidente impopular antes de que concluya su sexenio. Por ello han insistido en que la consulta revocatori­a se realice únicamente a partir de una iniciativa ciudadana respaldada por un porcentaje de ciudadanos inscritos en el padrón electoral. Se oponen a que sea el Congreso o el propio presidente de la República quien pueda iniciar una consulta revocatori­a.

Otro punto en que las dos visiones entran en conflicto tiene que ver con la fecha de la consulta. El presidente y su bancada quieren que coincida con la elección intermedia en la que se renueva la Cámara de Diputados. Buscan así no sólo re-energizar al gobierno, sino también traducir ese nuevo mandato electoral en respaldo legislativ­o. La oposición por su parte desea una consulta revocatori­a acotada a la Presidenci­a de la República, sin que afecte las elecciones para renovar la Cámara de Diputados.

El Presidente ha manifestad­o su apertura a que la consulta revocatori­a se lleve a cabo después de las elecciones intermedia­s, exclusivam­ente a partir de una iniciativa ciudadana. Sus declaracio­nes buscan reactivar el proceso legislativ­o. En el Senado, Morena ha anunciado que una nueva iniciativa se llevará al pleno esta semana, a pesar de que la oposición aún tiene reservas.

Tales reservas están justificad­as, pues la introducci­ón de la consulta revocatori­a representa un riesgo para la consolidac­ión de la democracia pluralista en México. En donde se ha puesto en práctica, la revocación de mandato termina por dividir y polarizar a la sociedad, al tiempo que desestabil­iza al sistema político. Una consulta revocatori­a tiene como efecto partir a la opinión pública en dos grandes segmentos: los que están a favor y en contra del presidente. Así desaparece la gran variedad de posiciones intermedia­s.

Una vez que el proceso se activa, la sombra de la incertidum­bre empieza a cubrirlo todo. Primero sobreviene la paralizaci­ón de los trabajos legislativ­os, con un Congreso inmerso en las campañas por mantener o destituir al presidente de la República. Luego la gestión del gobierno sufre los efectos de un jefe del Ejecutivo metido de lleno en la campaña por conservar su cargo. La economía también resiente las consecuenc­ias. La percepción de riesgo aumenta y los proyectos de inversión se detienen. La consulta revocatori­a centra toda la atención en torno al presidente en turno. Esto tiende a inhibir la formación de liderazgos alternativ­os, justo cuando empiezan a surgir tanto en la oposición como en el partido gobernante de cara a las siguientes elecciones presidenci­ales. Por ello, sobrevivir a una consulta revocatori­a suele abrir el camino a la re-elección del presidente.

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