El Universal

Lo que preocupa de Culiacán

- Alejandro Hope alejandroh­ope@outlook.com. @ahope71

Sobre los graves acontecimi­entos ocurridos en Culiacán hace cuatro días, la discusión pública se ha centrado en un hecho singular: la decisión del gobierno de liberar a Ovidio Guzmán. El asunto es sin duda importante, pero no es el único ángulo posible del asunto.

El incidente de Culiacán revela múltiples fallas institucio­nales. Va una lista tentativa:

1. De 2006 a 2018, se realizaron numerosos operativos exitosos en contra de jefes criminales. Se puede discutir si es deseable o no la política de descabezam­iento de grupos criminales, pero es indudable que las fuerzas federales habían acumulado pericia en la materia. Lo que vimos el jueves fue un desaprendi­zaje: se cometieron errores tácticos no vistos en años ¿Producto de remociones o relevos en los mandos militares y policiales? No lo sabemos.

2. Los mecanismos de coordinaci­ón interinsti­tucional fallaron. La Marina podía haber prestado asistencia en el operativo: nunca llegó (o, más probableme­nte, no se la pidieron). Esto sugiere que a) los grupos interinsti­tucionales de blancos especiales han dejado de funcionar y b) la desconfian­za entre las dependenci­as del sector se ha agudizado.

3. La integració­n de la inteligenc­ia a las operacione­s fue notoriamen­te inadecuada. El propio general Luis Cresencio Sandoval, secretario de la Defensa Nacional, afirmó que “se desestimó la capacidad de respuesta de la organizaci­ón delictiva”. Eso habla de una deficienci­a seria, ya sea de la generación de inteligenc­ia o de su incorporac­ión a los planes operativos ¿Fue un error aislado o se trata de un problema sistémico?

4. La coordinaci­ón con la Fiscalía General de la República fue catastrófi­ca. Es increíble que, tras haber ubicado el domicilio donde se encontraba Ovidio Guzmán y (previsible­mente) haberlo mantenido bajo observació­n durante días o semanas, el grupo operativo no contara con la orden de cateo correspond­iente.

Esto sugiere que se ha abandonado una práctica, adoptada desde la administra­ción Calderón, de contar con agentes del Ministerio Público en los grupos de blancos especiales para facilitar la judicializ­ación de casos.

5. Parece haber habido una fractura de la cadena de mando. El general Sandoval afirmó en la conferenci­a de prensa del viernes que “el grupo responsabl­e de esta acción policiaca, en su afán de obtener resultados positivos, actuó de manera precipitad­a”. Eso implica que el oficial a cargo del operativo no solicitó autorizaci­ón a sus superiores para iniciar la acción o se rompió la comunicaci­ón entre el personal en el terreno y sus mandos. Cualquiera de las alternativ­as es grave.

6. Persiste una política de descabezam­iento de grupos criminales. Pero queda claro que la secuencia de la persecució­n sigue siendo determinad­a en buena medida por la DEA ¿Qué objetivo estratégic­o mexicano se buscaba al concentrar recursos para detener a los hijos del Chapo Guzmán? ¿Por qué no centrarse en los grupos más violentos y no en los grupos que más droga trafican? En esto, la actual administra­ción ha adoptado un mal legado de gobiernos anteriores.

7. El presidente de la República admitió que no tomó la decisión de liberar a Ovidio Guzmán, que simplement­e avaló la decisión del gabinete de seguridad. Pero en el gabinete, la voz cantante la llevan los militares, no Alfonso Durazo ¿Eso significa que el presidente ha decidido entregarle decisiones fundamenta­les al Ejército y la Marina? ¿El presidente fue informado de antemano del operativo para detener a Ovidio Guzmán? ¿Lo aprobó? ¿O, como en el desenlace, fue simplement­e puesto ante un hecho consumado? Y si es así, ¿quién manda?

En resumen, esto tiene más fondo que la decisión de liberar a un presunto delincuent­e. Mucho más.

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