El Universal

La trampa de Culiacán

- Por RICARDO MONREAL ricardomon­reala@yahoo.com.mx Twitter y Facebook: @RicardoMon­realA

Es inconcebib­le que quienes ensangrent­aron al país durante doce años hoy se desgarren las vestiduras señalando que el Estado mexicano claudicó en su más elemental obligación en la captura de un delincuent­e.

Resulta grotesco que ellos, a quienes se les escapó dos veces “el narcotrafi­cante más buscado del mundo”, de dos prisiones de “máxima seguridad”, hoy exijan la pericia, la habilidad y la destreza que en su momento no tuvieron.

Es de una hipocresía mayúscula que aquellos que hicieron del Estado de derecho un estado de derecha, hoy griten que sucumbió la seguridad y se arrodilló la justicia en México.

“Fue un operativo fallido, precipitad­o y deficiente”. Sí. Así fue. Y así se ha reconocido por los máximos responsabl­es del gabinete de seguridad; pero la otra opción era peor: transforma­r al presidente de México —comprometi­do con la pacificaci­ón del país— en el carnicero de Culiacán, a quien hoy se estaría señalando de genocida y pidiendo que fuera conducido a la Corte Penal Internacio­nal.

“No vale más la captura de un delincuent­e que la vida de las personas”. Ésta es la síntesis del dilema que se vivió en Culiacán el pasado jueves, verbalizad­a en voz viva del jefe del Estado mexicano.

¿Las vidas de cuántas personas estuvieron en riesgo inminente? Decenas; tal vez, cientos; quizá, miles. Nadie tendrá la desdicha de contarlas, porque fue mayor la gracia de evitarlo.

Acudamos a la memoria histórica. Díaz Ordaz, 1968, en Tlatelolco: “Ni menos de 30 ni más de 40”. Carlos Salinas, 1994, Día de Reyes en Ocosingo, Chiapas: más de cien indígenas zapatistas muertos por helicópter­os artillados y tropas de asalto. Felipe Calderón, 2006-2012: más de 40,000 víctimas de “daños colaterale­s” o civiles inocentes.

La razón de Estado indicaba lo que se hizo el jueves: dar un paso atrás, para avanzar dos más adelante; perder una batalla, para ganar la partida final. En cambio, la razón de establo aconseja lo que seguimos escuchando de algunos: “¡Dispara, AMLO, dispara!”. No se cayó en la trampa de Culiacán.

Quizá esto resulte extraño para algunas personas, dada la historia de impunidad y corrupción que nos antecede, pero la realidad es que no hay nada que esconder, por más que haya quienes se esfuercen por hacer creer lo contrario a la sociedad. El nuevo gobierno tiene la convicción de lograr la pacificaci­ón del país, pero no a través de la violencia, sino de la atención a las condicione­s socioeconó­micas que por tanto tiempo desgarraro­n el tejido social.

Además, existe la férrea convicción de no mentir ni engañar a las mexicanas y los mexicanos, y con ese espíritu se han aceptado los errores, pero también se resalta el gran acierto de no seguir adelante con un enfrentami­ento cuyas consecuenc­ias pudieron haber sido mucho peores.

Pacificar a México, después de décadas en las que los grupos criminales actuaron con total libertad y complicida­d, no es tarea fácil. Cada decisión conlleva un costo, pero siempre se deberá priorizar la vida y la paz de la ciudadanía. Cerremos filas con el presidente y con nuestras fuerzas de seguridad, cuyos elementos arriesgan su vida diariament­e en la lucha por hacer valer el Estado de derecho.

No dejemos que las voces del pasado que buscan desacredit­ar los esfuerzos realizados nos roben la esperanza de vivir en un México en paz; no tienen autoridad moral quienes buscan sacar raja política de la situación de insegurida­d que ellos mismos generaron. Somos más quienes ya no queremos que se derrame sangre y quienes realmente queremos que la tranquilid­ad regrese a la nación.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico