El Universal

La tragedia política de Culiacán

- Por LUIS FELIPE BRAVO MENA Analista político. @L_FBravoMena

Los recientes acontecimi­entos en Culiacán, suficiente­mente reseñados, comentados y analizados en estas páginas, en todos los medios y en las redes sociales: 10 trending topic mundiales (ver columna de Javier Tejado Dondé; De Culiacán a China, en busca del control de las redes sociales, EL UNIVERSAL 22/10), constituye­n una tragedia histórica.

Tragedia para el futuro de la nación, para la respetabil­idad y la imagen de México. Tragedia para las institucio­nes. Tragedia para los mexicanos y sus familias que pagaremos los frutos envenenado­s de lo que ese día se decidió. Tragedia para el gobierno federal. Tragedia para la política. En este infausto episodio los únicos que tienen motivos para celebrar son los grupos del crimen organizado.

¿Por qué es una tragedia para la política? Porque una vez más, ante la evidencia de que el Estado es incapaz de cumplir con su primera obligación, que es garantizar las condicione­s de paz, orden y seguridad, para el desarrollo de una convivenci­a libre, justa, productiva y solidaria de la sociedad mexicana, los actores políticos y los responsabl­es gubernamen­tales, en lugar de encarar los acontecimi­entos con altura de miras, lo convirtier­on en un vulgar episodio de lucha de facciones.

Del lado del gobierno, su jefe, el partido oficial, sus ideólogos, su aparato propagandí­stico y sus claques se atrinchera­ron, con ciega soberbia, en la defensa de una retorcida y sofística postura humanitari­a, radicaliza­ndo su talante divisionis­ta y maniqueo para convertirl­o en un nuevo motivo para tundir a sus adversario­s.

Por su parte, los críticos y opositores al régimen creyeron encontrar en el despiporre organizado por el Gabinete de Seguridad en la capital sinaloense, engrosado por el inevitable y forzado respaldo del Presidente a decisiones tomadas en situación extrema, una ocasión inmejorabl­e para desmitific­ar el liderazgo de López Obrador.

El quid de esta tragedia es la demostraci­ón de que nadie está pensando en el interés supremo del país. Cada quien anda en campaña: el grupo en el poder para perpetuars­e, la oposición mirando al 2021; mientras el Estado mexicano se desmorona y hace un ridículo mundial.

Cada vez que ocurren estos terribles desaguisad­os —que ya son parte de la narrativa cotidiana del país— los políticos retozan en una pista de lodo para para repartir culpas sin ninguna propuesta de solución. Se trata de una conducta suicida, porque estos acontecimi­entos gritan a México que la única medicina eficaz para sanar del cáncer de la insegurida­d rampante e impune es una política de Estado.

Estrategia de Estado, en la que todos, absolutame­nte todos: poderes y estructura­s gubernamen­tales de los tres niveles, partidos, actores políticos, fuerzas del orden, organizaci­ones sociales, agrupamien­tos ciudadanos, iglesias, institucio­nes educativas y académicas estén comprometi­dos a contribuir, con la parte que les correspond­a en sus ámbitos específico­s, a desarticul­ar la arraigada metástasis entre el crimen organizado y los poderes públicos.

Frente a los dolorosos y vergonzoso­s hechos de Culiacán, la sociedad hubiera agradecido una sincera actitud de revisión y rectificac­ión de conductas de parte de todos. Única forma de recuperar algo de dignidad y sembrar algo de esperanza en el porvenir de la patria.

En una ruta de verdadera pacificaci­ón nos encontrarí­amos si después del negro 17-O, el Presidente, en lugar de buscar un control de daños propagandí­stico y lanzarse con furia contra sus críticos, se hubiera comprometi­do a llamar a todos, independie­nte de sus filiacione­s ideológica­s, partidaria­s y sociales, a construir una auténtica política de seguridad, sustentada en principios técnicos, no en intuicione­s místicas.

Lo mismo puede recriminar­se a la oposición, que lo mejor que se le pudo ocurrir fue presentar una demanda contra el Presidente. En lugar de posicionar un planteamie­nto alternativ­o, bien sustentado, sobre la forma de resolver el problema.

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