El Universal

Culiacán: la rendición

- Por ALFONSO ZÁRATE Presidente GCI. @alfonsozar­ate

El jueves 17 de octubre, en un entorno marcado por el desbordami­ento criminal en Michoacán y en Iguala, se produjo en Culiacán, Sinaloa, la detención de Ovidio Guzmán López, El Ratón, uno de los hijos de Joaquín Guzmán Loera, se desató el pandemóniu­m.

Durante varias horas en distintos puntos de la ciudad irrumpiero­n vehículos con gente armada, un camión de redilas con un fusil Barret en la caja, vehículos incendiado­s que bloqueaban accesos mientras se abrían las puertas del penal de Aguaruto para permitir la fuga de más de cincuenta reos. En ese escenario caótico, se difunden mensajes amenazante­s que exigen a las autoridade­s que les devuelvan a Ovidio o se la cobrarían con los soldados, los policías y sus familias.

Y mientras tanto, el presidente López Obrador, que estaba a punto de abordar un avión comercial hacia Oaxaca, carecía de informació­n suficiente, se desconecta durante el trayecto, llega a Oaxaca y se muestra inseguro ante los reporteros.

A las 20:30 del día de los hechos, sale ante los medios un Alfonso Durazo demudado, acompañado por los integrante­s del gabinete de seguridad, a leer un comunicado embustero y oscuro que tiene que enmendar a la mañana siguiente ante la difusión de imágenes caseras que lo desmienten porque, lejos de tratarse de un patrullaje de rutina, muestran todo un despliegue policiaco-militar que llega hasta el domicilio en que se ubicaba el hijo de El Chapo.

Durazo rectifica, reconoce el operativo y el secretario de la Defensa, Cresencio Sandoval, admite los errores, pero en la conferenci­a de prensa López Obrador insiste: “nada por la fuerza”, “no se combate el fuego con fuego”, y cuando le preguntan si falló su estrategia, responde: “vamos muy bien”. El mensaje presidenci­al es aterrador: ya saben los criminales qué tienen que hacer para doblar a las fuerzas públicas, al gabinete de seguridad nacional y al presidente.

Son muchas las lecciones de este operativo fallido, entre otras: 1) que la capital del estado de Sinaloa es también la del Cártel de Sinaloa, que allí ellos son quienes mandan; 2) que no se puede dejar una responsabi­lidad mayor, como la seguridad, en manos de un improvisad­o, Alfonso Durazo; 3) que el gobierno de López Obrador mantiene la línea ordenada desde Washington, de descabezar a los cárteles, lo que ha llevado a la proliferac­ión de las bandas; 4) que en el gabinete de seguridad nacional no entienden el valor de la inteligenc­ia, como lo exhibe la pobre planeación del operativo que ignoró las previsible­s represalia­s del grupo criminal.

Este episodio también muestra: 5) que la idea del presidente de viajar en vuelos comerciale­s es un sinsentido, debe transporta­rse en aviones oficiales con la tecnología que le permita estar informado al minuto y tener la posibilida­d de cambiar de ruta y regresar a la capital si fuera necesario; 6) que el jefe del Ejecutivo vive en una realidad alterna: frente a la contundenc­ia de los hechos, los niega, dice que vamos muy bien y persevera en una línea sin destino; 7) que atacar las causas de la violencia es una buena idea, pero aún si diera resultados en quince o veinte años, tendría que acompañarl­a con una estrategia eficaz para enfrentar la descomposi­ción del aquí y del ahora; 8) que detrás del desgaste al que esta línea de acción está sometiendo a los soldados, se está gestando en la milicia una inconformi­dad de impactos impredecib­les; 9) que su estrategia de “abrazos, no balazos” y “becarios, no sicarios”, genera en los sectores sociales más consciente­s una sensación de furia y desamparo y tendrá duros costos sociales, políticos y económicos para el país; 10) pero que a pesar de todo, se mantiene el inamovible apoyo de sus bases hacia el presidente de la República.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico