LAS PLUMAS DE MONSIVÁIS Y JACOBO
• Otra muestra del pluralismo característico de las páginas de Opinión de EL UNIVERSAL se dio con la inclusión de Jacobo Zabludovsky y de Carlos Monsiváis.
Fue en 2007, cuando el licenciado Jacobo Zabludovsky aceptó la invitación de su entrañable amigo, Juan Francisco Ealy Ortiz, para escribir una columna semanal: Bucareli. El periodista declaró que su diario favorito era EL UNIVERSAL, por eso le representó un gran honor firmar un texto en sus páginas.
El lunes 26 de marzo de 2007 apareció su primera columna: “La fiesta de la imaginación”, letras ininterrumpidas hasta el 22 de junio de 2015, cuando publicó su última colaboración: “Borrador de mis memorias (III)”, apenas 10 días antes de su fallecimiento, ocurrido el 2 de julio de ese año.
Jacobo acostumbraba confeccionar sus textos en su máquina de escribir mecánica, hasta que aprendió a utilizar la computadora hace ocho años. Se decidió a dar el paso, precisamente, para escribir sus colaboraciones para este diario.
Antonio, encargado de su biblioteca, narró que Jacobo “de lunes a miércoles pensaba en el tema que iba a realizar, prendía su computadora y abría su hoja de word, ponía el título; él ya sabía que eran 4 mil 700 caracteres”. Cuando terminaba le decía: “Antonio, ya sácala por favor”. Esa versión a veces no era la definitiva.
Monsiváis dejó también un gran vacío en las páginas de EL UNIVERSAL. A su muerte Francisco Valdés Ugalde escribió: “Monsiváis se convirtió en el documentador de nuestro pesimismo. Su crítica puntual de los personajes de la clase política y empresarial, de la derecha ultramontana y no tan ultra, de las izquierdas sentimentales y quebradizas hasta la pulverización, de la hipocresía de la discriminación en el país de las declaratorias de igualdad, de las genuflexiones del Estado laico, de la fragilidad de la cultura democrática ante los reflejos autoritarios cotidianos, se volvió parte del medio cultural. Monsiváis convirtió la crítica de la moral privada y pública en una crónica de la vida nacional”.
Aquejado ya de la enfermedad que acabaría con su vida, el 28 de marzo de 2010 Monsiváis publicó su última columna en la que, como era usual, repasaba la actuación de la élite política. Luego de una puntillosa crítica al discurso oficial, cerró así su texto: “Gracias a la estrategia del autoengaño, el gobierno duerme en paz y las instituciones ya no tienen por qué lavar ajeno”.