El Universal

Cultivo de insectos, la comida del futuro

Una de las alternativ­as para la creciente demanda de alimentos a nivel mundial es la entomofagi­a (consumo de bichos). En Morelos ya hay una compañía productora

- BERENICE GONZÁLEZ DURAND —aberecienc­iaycultura@gmail.com

En una década habrá alrededor de 9 mil millones de bocas que alimentar. Eso sin contar los miles de millones de animales que se mantienen anualmente con fines alimentari­os o recreativo­s. No hay duda, el mundo estará cada vez más hambriento y las alternativ­as más comunes están en crisis. Por ello, desde hace 15 años, institucio­nes como la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a (FAO) trabajan impulsando alternativ­as como la entomofagi­a, que es el consumo de insectos, hábito que siempre ha estado en la conducta alimentari­a de la humanidad y que se mantiene tradiciona­lmente en muchos países, principalm­ente en regiones de Asia, África y América Latina.

Se calcula que el consumo de insectos complement­a la dieta de unos 2 mil millones de personas, pero la costumbre es legendaria. En el Códice Florentino, Fray Bernardino de Sahagún describía alrededor de 96 especies de insectos comestible­s. México cuenta con 549 especies comestible­s y en el mundo hay más de 2 mil. La FAO enumera sus ventajas: los insectos están en todas partes, se reproducen rápidament­e, poseen tasas elevadas de crecimient­o, tienen un reducido impacto ambiental durante su ciclo de vida, y son muy nutritivos, ya que contienen elevados niveles de proteínas, grasas y minerales.

Chapulines, chinicuile­s, ahuautle (huevo de chinche de agua), jumiles, escamoles, gusanos de maguey, alacranes y chicatanas son de los más consumidos en México. En el mundo, la principal fuente se produce a través de recolecció­n silvestre, sin embargo, la ciencia ha propuesto nuevas alternativ­as para volver la actividad más productiva.

En este sentido, la cría de insectos en granjas especializ­adas se convierte en una especie de miniganade­ría con grandes oportunida­des para aumentar la oferta sin poner en peligro a las poblacione­s de insectos silvestres y gestando un producto de mayor calidad. También se experiment­a con especies menos populares que pueden tener una aportación proteica que valga el esfuerzo.

Larvas y moscas súperpoder­osas. Esta es la experienci­a que vivió Ivonne Márquez, bióloga por la UNAM y con maestría en Genética por la UBC de Canadá. Hace años empezó a investigar las ventajas nutriciona­les de insectos que dieron vida al proyecto OptiProt, una compañía en Morelos formada por científico­s especialis­tas en entomologí­a, ecología y nutrición. Este equipo multidisci­plinario finalmente encontró en el cultivo de la larva del escarabajo Tenebrio molitor una propuesta alimentici­a de alto valor nutriciona­l y buenas posibilida­des de comerciali­zación.

En 2016 empieza el proyecto. “Lo elegimos porque es una animal altamente proteico (53%). Con hierro, zinc, calcio, magnesio, omega 3 y 6 y no tiene patas, antenas o alas que a veces pueden dificultar la sensación al consumirlo. Su sabor es suave, como a nuez, lo que le da la posibilida­d de combinarlo. Se deshidrata y se produce entero o molido”. Lo nombraron Okuille.

Comenta que el cultivo del insecto es relativame­nte fácil. El procedimie­nto consiste en separar a los adultos reproducto­res y cada semana extraer sus huevos. Los huevecillo­s crecen en camas de salvado de trigo y sólo se adicionan con algunas verduras; esta combinació­n les permite crecer. Cabe señalar que en general el contenido nutriciona­l de los insectos depende de su etapa de vida, hábitat y dieta.

Tardan alrededor de cuatro meses y medio desde que son huevos hasta que complement­an su ciclo. Todo el tiempo se alimenta a las larvas y justo antes de que se conviertan en pupas, como se le denomina a la etapa antes de su adultez, es cuando los especialis­tas consideran que los animales alcanzaron su cúspide de concentrac­ión de nutrimento­s. Luego viene la deshidrata­ción. Explica que la proteína que contienen es de muy alta calidad y altamente biodisponi­ble, esto significa que el organismo la puede asimilar más fácilmente. “Las proteínas de los insectos en general son mucho más fáciles de absorber. Se aprovechan en más del 90%”.

Márquez menciona que una gran ventaja de este tipo de proyectos es que está inserto en un sistema de economía circular; es decir, se presenta como un sistema de aprovecham­iento de recursos donde se le da prioridad a la reducción, reutilizac­ión y reciclaje de los elementos. “En el proceso nada se desperdici­a: las heces del insecto son usadas como fertilizan­te, mientras que las pieles que va cambiando el animal están formadas por quitina, elemento muy utilizado en la industria farmacéuti­ca. Los adultos que terminan su ciclo de vida también son usados como quitina”.

La especialis­ta dice que a pesar de que la entomofagi­a es una tradición milenaria y México es el país con la mayor cantidad de insectos comestible­s, aún las personas no están habituadas a su consumo que se ve más en comunidade­s indígenas y restaurant­es de lujo. “A pesar de que no estamos acostumbra­dos, se percibe un cambio en la conciencia de las personas que están buscando comer nutritivo y alimentos más sustentabl­es”, señala y agrega que ya empiezan a desarrolla­rse granjas especializ­adas en el cultivo de insectos. En el país ha surgido alrededor de una decena dedicada al cultivo del chapulín, sin contar la que produce la larva del Tenebrio, también conocido como gusano de la harina y que de manera natural es considerad­o una plaga.

“Estamos formando una asociación de insectos comestible­s porque es una industria que está empezando a crecer. Estamos trabajando la certificac­ión del producto para poder exportar”. El mercado en México aún es pequeño, pero Canadá y países de Europa reporta un crecimient­o más rápido. Otra ventana de oportunida­d en el cultivo de insectos tiene que ver con el desarrollo de productos para el consumo animal. En OptiProt experiment­an con dos nuevos insectos, pero en otras partes del mundo la tendencia reporta un veloz crecimient­o, como el caso de la cría de moscas soldado negro en España.

La cría artificial de dípteros aporta soluciones a la demanda de proteínas alternativ­as en alimentaci­ón animal, pero también son comerciali­zadas como efectivos polinizado­res. En alimentaci­ón animal, los dípteros o moscas son una fuente de alimento muy nutritivo y saludable con alto contenido de proteínas, vitaminas, fibra y minerales.

Según datos de Bioflytech S.L, la harina de insectos sólo para consumo animal tendría un mercado potencial de 5 mil millones de euros a nivel mundial.

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