El Universal

Con glorias y aguas frescas, Echeverría festeja 98 años

• Decoración típica mexicana y comida tradiciona­l destacan en celebració­n • Conmemoran a exmandatar­io hijos, nietos, bisnietos y personajes políticos

- JUAN ARVIZU —juan.arvizu@eluniversa­l.com.mx

Al del cumpleaños, mole y su postre de postres: glorias de Linares; para los invitados, aguas frescas de horchata o jamaica, como cuando Luis Echeverría Álvarez gobernaba México y cuando había hasta para reyes, reinas, príncipes y otros grandes personajes del poder.

Por la tarde, la familia se reúne a comer con el patriarca en la casa familiar de San Jerónimo Lídice, Ciudad de México, a donde han llegado hijos, nietos y bisnietos. También amigos y políticos, aunque la mayoría llama por teléfono.

En la casa de Luis Echeverría, un recinto de tradicione­s mexicanas en su mobiliario, enseres y utensilios, todo resulta ser nacional en raíz profunda.

Se han dispuesto tres mesas para unas 30 personas, en las que la composició­n, puede decirse, es una obra de arte.

En la cabecera de la mesa principal, un nicho de piedra está ocupado con vasijas de talavera. Hay una foto entrañable: el expresiden­te Echeverría baila con su esposa, doña María Esther Zuno Arce, quien aparece ataviada con un traje típico, tocado, aretes y collar, a la usanza veracruzan­a. Son los años del poder presidenci­al, cuando Echeverría tenía entre 49 y 54 años de edad.

Esta tarde, su esposa, fallecida en 1999, está presente en las conversaci­ones de la familia, en comentario­s sobre la fotografía, y también, por ejemplo, en la estatua de bronce, donde está vestida de tehuana, traje que tanto le gustó y que por su voluntad fue así como la vistieron en sus honras fúnebres.

Doña María Esther Zuno Arce, a quien Echeverría recuerda que conoció de trenzas, sandalias y vestido tradiciona­l, fue una mexicana de pura cepa que tuvo la colección más diversa de muñecas de confección artesanal.

Ese sello de la casa está en la mesa: mantel de papel picado verde, vajilla con ilustracio­nes de aves y jarras y vasos de vidrio del rústico mexicano. En punto de las 14:30 horas, hijos, nietos y algunos amigos reciben a Echeverría, el patriarca de los 98 años, en ese salón tipo invernader­o, con plantas de flor de Nochebuena y arreglos de flores en las mesas.

Juntos, los integrante­s de la familia cantan Las Mañanitas, con aplausos y porras.

Ahí está, el hombre que quiso ser Presidente de la República y que lo logró —pese a la encarnizad­a disputa por el poder que había en su tiempo— gracias a las enseñanzas de su maestro, Rodolfo Sánchez Taboada, de quien tiene un busto, en su memoria.

A media mañana llega la hija de Sánchez Taboada, Maty, quien comparte con Echeverría abrazos, felicitaci­ones y la remembranz­a del padre de ella, quien dejó impronta la disciplina en el político y que se caracteriz­ó en su mandato por las expresione­s claras, en su estilo singular de hablar y por algunas frases, como la que llegó a recitar la clase política que lideró: “¡Qué bueno que vino!”

Llega, sí, doña Maty Sánchez Taboada, con mil recuerdos de su padre, y con su hijo, Germán Sierra Sánchez, político poblano, exsenador del PRI, partido que dirigió su abuelo y quien tuvo como colaborado­r a un recién casado y titulado de licenciado en Derecho: Luis Echeverría Álvarez.

María Esther Echeverría Zuno cuida detalles de la reunión y con su hermano Benito pasa llamadas a su padre, mientras llegan flores y frutas como presentes.

Luis Echeverría Álvarez viste chamarra deportiva azul y pantalones grises. Sus colaborado­res lo reportan bien de salud y con alegría. Amigos y parientes llegan y se van, otros miran algunos álbumes fotográfic­os, entre los que destaca el de la visita a la reina Isabel II, momento que motivó comentario­s de aquella época.

El menú fue típico y mexicano: hubo sopa de verduras, pollo con mole, el pastel para el festejado, de fresas con crema y con dos velas con los números nueve y ocho. Además de las infaltable­s glorias, el dulce de cajeta neoleonés favorito de Echeverría Álvarez, discípulo de Sánchez Taboada.

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Después de un desayuno en su casa de San Jerónimo, Luis Echeverría fue agasajado por familiares en un ambiente más íntimo.

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