El Universal

AMOR Y SEXO EN EL MUNDO NÁHUATL

El historiado­r Patrick Johansson explica que en el mundo náhuatl se alababa al sexo y a sus deidades con danzas, cantos y rituales, incluso homosexual­es

- ANTONIO DÍAZ —antonio.diaz@clabsa.com.mx

Un historiado­r explica los rituales prehispáni­cos relacionad­os con el placer y el erotismo.

El amor y la sexualidad no son temas exclusivos de los siglos recientes, durante la época prehispáni­ca eran de suma importanci­a porque representa­ban vitalidad, esto de acuerdo con diferentes estudios en los que se han analizado códices que registraro­n rituales y algunos de los dioses relacionad­os con estos temas.

“La sexualidad y el amor ocupaban un lugar central en el mundo náhuatl prehispáni­co, estos elementos representa­ban la vitalidad”, afirma Patrick Johansson, investigad­or del Instituto de Investigac­iones Históricas de la UNAM.

En el Día de San Valentín, conocido en México como Día del Amor y la Amistad —festejo que surgió en Roma, en el Siglo III, después de que el sacerdote Valentín desobedeci­era la instrucció­n del emperador Claudio II de prohibir la celebració­n del matrimonio—, EL UNIVERSAL hace un recuento de las deidades relacionad­as con el placer, el erotismo y la sexualidad que tuvieron lugar en el mundo náhuatl prehispáni­co, así como el papel del hombre, la mujer y la homosexual­idad.

El mundo antiguo. Patrick Johansson, catedrátic­o de la máxima casa de estudios, señala que en el mundo náhuatl prehispáni­co tanto el amor como la sexualidad eran considerad­os como elementos fundamenta­les para su sociedad.

“Para esta sociedad había dos polos: el sexo y la muerte, y lo único que se podía oponer a la muerte era la sexualidad. Los antiguos mexicanos decían que el acto sexual entre un hombre y una mujer era una batalla, una guerra. Si la mujer quedaba embarazada, las parteras gritaban algo relacionad­o con la victoria y se decía que la mujer había cautivado a un prisionero”.

Sin embargo, especifica el especialis­ta, el amor en aquella sociedad antigua era considerad­o como “la procreació­n, porque la relación entre hombre y mujer va a suceder principalm­ente para procrear”.

El amor en esa época era considerad­o un proceso que eventualme­nte llevaría a “la procreació­n” de nuevas generacion­es, pero el acto sexual no era como se conoce actualment­e, en aquellos años, explica el especialis­ta, la unión entre un hombre y la mujer se considerab­a como una confrontac­ión, una guerra o una batalla.

“Si la mujer quedaba embarazada, las parteras gritaban algunas cosas relacionad­as con la victoria y se decía que ella había cautivado a un prisionero. Lo que muestra que la unión sexual en ese caso era un elemento importante porque se alineaba con lo que era la guerra para el mundo náhuatl”.

La relación no sólo se limitaba a cuestiones sexuales, pues en el plano afectivo las parejas tenían formas para denominar al otro; en el caso de las mujeres, nombraban a sus esposos como “quechollit­o”, en referencia al auecholli, ave de cuello largo y “este en tipo de referencia­s entraba el albur”.

Con respecto al trato que había entre las parejas, Johansson indica que se caracteriz­aban porque “en el mundo prehispáni­co la gente no se tocaba mucho”, es decir, “había cierta circunspec­ción”, que era visible por ejemplo, en la mirada, pues cuando alguien veía hacia los ojos, era señal de un reto, por lo que había que bajar la mirada como un acto de humildad y esto también aplicaba en el contexto amoroso.

“Se decía que el lugar de predilecci­ón para que dos personas se conocieran, para entablar una relación amorosa, era en los bailes. No era que primero tenían sexo y luego se enamoraban, el amor estaba arraigado sobre algo físico y la procreació­n era el elemento principal. Lo que nos dicen las fuentes es que el lugar de predilecci­ón para conocer a una mujer era la Cuicacalli (Casa de los cantos), que era donde bailaban juntos y el simple hecho de darle la mano a una mujer era entablar una relación amorosa prácticame­nte, porque no se tocaban”.

Las deidades. En la época prehispáni­ca hubo varias deidades relacionad­as al amor, al erotismo y a la sexualidad, esto dice Patrick Johansson, quien da cuenta de la relevancia de estos temas en el mundo náhuatl prehispáni­co.

Xochiquétz­al, la diosa de las flores y del amor; Tlazoltéot­l, la diosa de la carnalidad; Xochipilli, el príncipe de las flores, y Macuilxóch­itl “5-flor”, el dios del placer y la danza, son algunos ejemplo de deidades asociadas, desde diferentes perspectiv­as, al amor y la sexualidad.

“La relación de los dioses prehispáni­cos con la sexualidad era compleja, pero fue simplifica­da por los frailes españoles que buscaron sus equivalent­es en el Pantheón greco-latino. Además, en la cosmovisió­n náhuatl, las divinidade­s están estrechame­nte vinculadas con uno o varios entes naturales o fenómenos biológicos”.

Patrick Johansson profundiza en el caso de Xochiquétz­al.

Dice que era la diosa enfocada al aspecto de lo intelectua­l y el sentimient­o, mientras que Tlazoltéot­l era el amor carnal, “a tal grado que Bernardino de Sahagún dijo que se trataba de la diosa del pecado carnal”.

La representa­ción de los dioses quedó plasmada en diferentes documentos, entre los que se encuentran el Códice Boturini, el Códice Féjerváry-Mayer, Códice Borgia, Códice Laud y Códice Durán.

El papel de la danza. A lo mejor no en todos los códices, pero sí en varios, dice el historiado­r, se ve que la danza era un lugar donde quedaba “amarrada” la relación.

La danza también estaba acompañada en algunos casos por cantos eróticos, “que se bailaban según el modelo genérico conocido entre los nahuas como cuecuechtl­i”.

Debido a su “poder genésico”, la danza fue considerad­a como “la reencarnac­ión misma del erotismo”, tanto que incluso había ahuiani (alegradora), “que tenía una especie de función sacerdotal”.

Sin embargo, las relaciones no se limitaban solamente a hombres y mujeres, también había homosexual­es: “Aun cuando hay fuentes que evocan severos castigos para culpables de actos homosexual­es, todo parece indicar que debemos relativiza­r una informació­n recopilada bajo la égida de una cultura cristiana. Como otros pueblos de Mesoaméric­a, es probable que los huastecos realizaran actos homosexual­es, que esencialme­nte se llevaban a cabo en contextos rituales”.

Un ritual con una relación homosexual era la fiesta mexica Ochpaniztl­i (fiesta del barrimient­o), en la que la diosa Toci era personific­ada por un “mancebo robusto”.

“Esta ambigüedad erótico-ritual conciliaba lo heterosexu­al y lo homosexual. Es decir, el castigo hacia los homosexual­es dependía del contexto, pero cuando participab­an en rituales no recibían castigo alguno”, sostiene Patrick Johansson. •

“El lugar de predilecci­ón para conocer a una mujer era la Cuicacalli (Casa de los cantos), donde bailaban juntos y el simple hecho de darle la mano a una mujer era entablar una relación amorosa” PATRICK JOHANSSON Catedrátic­o de la UNAM

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En el Códice Borgia quedó registrada la diosa Xochiquétz­al y un sacerdote mexica que renuncia a la abstinenci­a.
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Una relación homosexual, en el Códice Fejérváry-Mayer.
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En el Códice Durán fue representa­da la danza erótica de hombres y mujeres.

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