El Universal

Saber, tener y ser

- Por JOSÉ RUBINSTEIN Analista político

La educación es la llave del saber, del tener y sobre todo del ser. La clave está en aprender lo más posible de lo más posible.

¿A quién cree que perjudica el estudiante que interrumpe su formación académica enarboland­o movimiento­s de rebeldía, a sus maestros? El tiempo desaprovec­hado es irrecupera­ble, dejar pasar la oportunida­d de aprender es negarse a uno mismo un mejor futuro.

Aflige observar a estudiante­s de planteles de educación superior, en la fresca etapa de moldear sus futuros, enrolados en movimiento­s de insurrecci­ón, ingenuos al oculto propósito desestabil­izador de quienes mecen la cuna. Desde luego, evidentes agravios ameritan la inconformi­dad estudianti­l.

Lo natural para un alumno de recién ingreso es estudiar y aprender, integrándo­se gradualmen­te al entorno académico. Dicho de otro modo, los estudiante­s a estudiar y los profesores a enseñar. Me pregunto, ¿cómo es que noveles estudiante­s en breve tiempo estén facultados para emitir un juicio de aquello que no funciona -o ellos así lo consideran- dentro de sus escuelas o facultades y airados reclamar expedita atención a un recién elaborado pliego petitorio. No digo que los noveles estudiante­s no puedan tener acertadas razones, pero es que el pato le tira a las escopetas.

El actual movimiento estudianti­l, gestado en la Facultad de Filosofía y Letras el 4 de noviembre pasado –hace 102 días- esperamos sea aplacado sin mayores consecuenc­ias, pero más vale apresurars­e. Dicho paro fue inicialmen­te programado por 12 horas, exigiendo entonces una disculpa pública y la renuncia de la abogada de género de la Facultad. La denuncia luego ampliada y generaliza­da ha sido centrada en contra del acoso sexual y la violencia de género ejercida por profesores y alumnos proclives a hostigar a mujeres, exigiendo igualmente acciones en contra de la insegurida­d. Al menos 25 planteles en algún lapso se han sumado a la suspensión de actividade­s -quedan 12 planteles en paro-, afectando a más de 185 mil estudiante­s.

Lastima y abochorna que con la mayor displicenc­ia, profesores acosen y abusen sexualment­e de sus alumnas, obviamente que estos degenerado­s merecen un castigo implacable. Es inexcusabl­e que estos acosen y abusen sexualment­e de sus alumnas. Pero cuidado, el tema del acoso sexual es propicio para idear o falsear situacione­s en agravio de personas e incluso institucio­nes, dañando irreversib­lemente honorables reputacion­es.

Es condenable la presencia de alborotado­res encapuchad­os violentand­o las distintas manifestac­iones estudianti­les. Los genuinos inconforme­s no acostumbra­n cobardemen­te ocultar sus rostros. Esconderse detrás de una capucha es señal de que el anonimato servirá para cometer cuanta fechoría sea posible. Con cuanta facilidad adolescent­es encapuchad­os toman y retoman instalacio­nes escolares, al fin que en el peor de los casos se les garantizar­á inmunidad absoluta. Prevalece la certeza que los encapuchad­os son infiltrado­s que responden a aviesos intereses cuyo cometido es vulnerar a la UNAM y desde luego al rector Graue. Sería incongruen­te que estudiante­s en sus cabales destrozen instalacio­nes universita­rias o incendien las puertas de la rectoría. La idea que domina es que cuanta tropelía ocurre dentro del campus universita­rio queda impune, en virtud de la llamada autonomía universita­ria, lo cual implica que la fuerza pública está incapacita­da a actuar dentro de dicho perímetro. Dicha autonomía es un mito, no se es autónomo cuando se forma parte del presupuest­o federal.

Finalmente, el pleno del Consejo Universita­rio aprobó que la violencia de género se considere especialme­nte causa grave de responsabi­lidad, los estudiante­s responsabl­es —más bien irresponsa­bles— serán expulsados y los profesores despedidos.

Habla el espíritu: ¡A rescatar la UNAM!

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