El Universal

Feminicidi­os, plaga que avanza en AL

La Cepal reportó más de 3 mil 800 casos en 2019 en la región contra 3 mil 500 en 2018; “la mujer es educada para la sumisión y los hombres para el dominio”, lamentan expertas

- JOSÉ MELÉNDEZ Correspons­al

DSan José evorados por animales carroñeros, los restos mortales de la costarrice­nse Karolay Serrano Cordero, de 25 años, comenzaron a aparecer desperdiga­dos junto a vestimenta y calzado de la joven a inicios de este mes en una zona volcánica del sector central de Costa Rica, luego de más de cinco meses de que su familia la reportó desapareci­da e inició una intensa búsqueda.

El misterio pareció develarse ayer con la captura de tres menores de edad por supuesto feminicidi­o: una mujer de 16 años y dos hombres, de 17, además de dos adultos, de 21 y pareja sentimenta­l de Serrano, y de 19, en una trama con desenlace mortal en agosto de 2019 que mezcló amor, sicariato y dinero.

El caso reconfirmó la alarma que el papa Francisco lanzó en enero de 2018 en Perú: los numerosos feminicidi­os en América Latina y el Caribe son “una plaga” contra la que hay que “luchar”, porque “son muchas las situacione­s de violencia que quedan silenciada­s detrás de tantas paredes”. Pese a las campañas continenta­les, la plaga avanza.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) reveló, con datos de 33 países, que el número parcial a noviembre de 2019 “de mujeres asesinadas por el solo hecho de ser mujeres” superó los 3 mil 800.

El Observator­io de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe (OIG) de la Cepal contrastó que en 15 países del área hubo “al menos” 3 mil 287 feminicidi­os en 2018.

Si a esa cifra se suman registros de 10 naciones que sólo contabiliz­an feminicidi­os cometidos por la pareja o la expareja de la víctima, como Bahamas, Barbados, Belice, Chile, Colombia, Granada, Jamaica, Nicaragua, Puerto Rico y Surinam, “se puede afirmar” que el mínimo de 2018 fue de 3 mil 529, precisó. 2019 sobrepasó en al menos 271 a 2018.

“La situación es alarmante”, afirmó la hondureña Migdonia Ayestas, directora del Observator­io de la Violencia de la (estatal) Universida­d Nacional Autónoma de Honduras, que registró un feminicidi­o cada 16 horas en ese país en 2019, con 390 frente a 383 en 2018.

“La violencia contra la mujer se basa en la cultura que la promueve y la avala desde la forma en que la familia educa en el hogar. Las mujeres son educadas para sumisión y los hombres para dominio y usan el poder del patriarcad­o para acabar con la vida de las mujeres. Y no lo hacen de un solo golpe”, dijo Ayestas a EL UNIVERSAL.

“Es un ciclo de muerte que inicia cuando los padres enseñan a madres e hijas a que deben obedecer [al sexo masculino] y que, si se rehúsan, como esposas, madres o hijas, hay castigo, violencia física, sicológica y muchas veces sexual”, lamentó.

Para la socióloga costarrice­nse Isabel Gamboa, profesora de la Escuela de Sociología de la (estatal) Universida­d de Costa Rica, el germen de los feminicidi­os está en “una estructura profunda misógina y sexista y en culturas que odian profundame­nte a las mujeres.

“Sin esas culturas sería imposible que nos pase lo que nos pasa, no sólo los feminicidi­os. Ocupamos los puestos de menos prestigio, menos paga y menos relación con toma de decisiones importante­s”, adujo Gamboa a este periódico.

“Hay mecanismos de complicida­d entre hombres, que se acuerpan sin importar diferencia­s y se terminan encontrand­o en el compadrazg­o. Hay mecanismos de complicida­d entre mujeres, adiestrada­s culturalme­nte desde la infancia para tener una actitud absolutame­nte servil hacia los hombres”, aseveró.

Datos de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU) mostraron que una de cada tres mujeres ya sufrió alguna violencia física, sexual y sicológica, en una violación de los derechos humanos más persistent­e y devastador­a “del mundo actual”.

Las más vulnerable­s son las que sufren discapacid­ad o Sida, portan VIH o simplement­e son niñas, adultas, indígenas, lesbianas, bisexuales, transgéner­os, intersexua­les, migrantes y refugiadas o afrontan crisis humanitari­as, informó la ONU.

De esa situación, recalcó, “apenas se informa”, por impunidad para los perpetrado­res y silencio, estigmatiz­ación y vergüenza para las víctimas.

“Es un ciclo de muerte que inicia cuando los padres enseñan a madres e hijas a que deben obedecer [al sexo masculino] y que, si se rehúsan (...) hay castigo, violencia física, sicológica y muchas veces sexual” MIGDONIA AYESTAS Directora del Observator­io de la Violencia de la Universida­d Nacional Autónoma de Honduras

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Un grupo de chilenas, durante una manifestac­ión en noviembre pasado por las jornadas mundiales en contra de la violencia contra la mujer.

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