Mario Maldonado
La cena en Palacio y la foto del hijo de AMLO con Bremer y Slim
La cena que ofreció el miércoles Andrés
Manuel López Obrador estuvo llena de símbolos. Desde los personajes que ocuparon una posición en la mesa principal hasta los alimentos que se sirvieron en el menú, fue una reunión cargada de mensajes.
De entrada, llamó la atención que el lugar elegido para la reunión haya sido el mismo en el que se desarrollan las conferencias de prensa mañaneras, con el Presidente en su tradicional templete de Palacio Nacional y por encima de la mayoría de los invitados.
La escena recordó los tiempos del expresidente Carlos Salinas de Gortari, en los que se buscaba que el Ejecutivo nacional superara siempre en altura a sus interlocutores; esto, decían sus colaboradores, con el objetivo de enviar una señal de dominio.
Por supuesto que esto contrasta con la imagen que AMLO transmite en sus giras por el interior de la República, en las que gusta de caminar por las calles para rodearse de lo que él suele llamar el “pueblo bueno”.
La sencillez del chocolate y los tamales de chipilín encajó perfecto con el discurso en el que el Presidente dijo respetar los lujos, aviones y helicópteros que los empresarios tienen por su trabajo, aunque estos mismos no sean bien vistos, como se pudo leer entre líneas, por la presente administración.
No se recurrió a las ya famosas croquetas o albóndigas de pejelagarto, al arroz con plátano Tabasco o al postre de galleta de chocolate. Bastaron en esta ocasión, para recibir a los personajes más ricos del país, unas cuantas ollas ‘tamaleras’, las cuales ingresaron a Palacio frente a los ojos de periodistas y, por supuesto, frente a las personas que pasaban cerca de Palacio Nacional.
La reunión fue austera y sin interacción, pero afable. En esto coinciden diversos participantes. Más que la presencia de Alfonso
Romo, transmitió confianza un Julio Scherer sentado en la mesa principal del evento; el mismo al que identifican los empresarios como el impulsor del “pragmatismo oficial”, con más influencia en las decisiones incluso que el jefe de la Oficina Presidencial.
Resulta ya anecdótico entre los hombres del dinero el mensaje que López Obrador manda con los personajes de los que se hace acompañar. “No es lo mismo encontrarse de frente a Scherer y a Romo, que a Raquel
Buenrostro ya Santiago Nieto”, dicen.
Se asegura incluso que entre Julio Scherer y Raquel Buenrostro no existe la mejor de las relaciones; esto por la desconfianza que en la actual titular del SAT genera la trayectoria del consejero jurídico como asesor del sector empresarial.
Completan el cuadro de simbolismos, flanqueando a la figura presidencial, Carlos
Slim y María Asunción Aramburuzabala. Dos emblemas del empresariado neoliberal que arrancaron con vicisitudes el sexenio —uno a punto de ser jubilado y otra con diversos problemas por devolución de impuestos a su grupo empresarial—, pero que con el paso del tiempo, y como lo hacen cada sexenio, se han sabido acomodar.
La foto de Slim y Bremer con el hijo de AMLO. En agosto pasado relatamos aquí la historia de una reunión de amigos empresarios, muy cercanos a AMLO, la cual tuvo lugar el 14 de abril en el estadio de beisbol de Monterrey, conocido como Palacio Sultán. Ahí estuvieron, en el palco de honor, Carlos Slim, Carlos Bremer y Alfonso Romo, el jefe de la Oficina de la Presidencia. Vieron el partido de grandes ligas entre los Rojos de Cincinnati y Los Cardenales de San Luis.
Estuvieron acompañados por un joven de 26 años de edad, al que los empresarios, en especial Carlos Bremer, trataban con singulares deferencias y que entre las pausas del partido acaparaba la conversación de los hombres de negocios. Era el hijo del presidente Andrés Manuel López Obrador, Gonzalo Alfonso López Beltrán.
La reunión quedó inmortalizada en una fotografía que tomó uno de los asistentes, la cual acompaña esta columna.
El presidente y director general de Value Grupo Financiero, Carlos Bremer, saltó a la fama por su amistad con empresarios como Carlos Slim, con deportistas como Saúl El
Canelo Álvarez y con estrellas del espectáculo como el cantante Luis Miguel, pero pocos conocían los vínculos que mantenía con el gobierno de la Cuarta Transformación, incluso antes de ser anunciado como el ganador de la subasta de la mansión de
Zhenli Ye Gon.
Fuentes cercanas a Bremer aseguran que el financiero ha sido el encargado de tender los puentes oficiales que Carlos Slim había dinamitado cuando salió a criticar públicamente la decisión de cancelar el aeropuerto de Texcoco.
Y así como aquella vez de la cena con la que Slim agasajó a Bill Clinton, en febrero, con una cuenta de 19 mil pesos a nombre de Bremer, habría sido también el hombre más rico de México quien le pidió al dueño de Value pujar y comprar la mansión de Zhenli Ye Gon por 102 millones; esta vez para agasajar a otro personaje: Andrés Manuel López Obrador.
Así que lo del ‘pase de charola’ para la rifa del avión no es la primera vez que sucede con empresarios como Bremer y Slim, quienes impulsados por Alfonso Romo han caído rendidos a los deseos del Presidente. •