El Universal

Leticia Bonifaz

- Por LETICIA BONIFAZ Catedrátic­a de la UNAM. @leticia_bonifaz

“Las víctimas de violencia de género se sumen en el miedo, en la impotencia, en la desesperac­ión. La sociedad, en tanto, se anega en el estupor”

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Ayer se celebró el día del amor. Fue día de flores, chocolates, globos y mensajitos. Cada generación ha tenido su manera de enamorarse. Tiempos pasados no fueron mejores sino diferentes. Muchas parejas del siglo XIX no vivieron el amor romántico y, después de un pacto entre familias, conocían a sus parejas días antes de casarse. La voluntad de los pretendien­tes era lo que menos importaba. El amor llegaría después, si llegaba. La sexualidad y la procreació­n estaban disociadas del amor romántico.

Hasta antes de la invención del teléfono y de que éste se volviera común en los hogares, las cartas fueron los medios de comunicaci­ón de los sentimient­os. Comunicaci­ón que llevaba pausas y largas esperas en las respuestas. Nada que ver con la inmediatez de las comunicaci­ones de hoy y con el amor en los tiempos del face time.

La segunda mitad del siglo XX fue alcanzada por la revolución sexual, la píldora anticoncep­tiva y el rompimient­o de la idea de que se debe transitar de dos en dos y para toda la vida. Los cincuentas y sesentas dieron un giro en los roles y en la misma idea del amor eterno. La mujer había jugado antes un rol pasivo: a ella la elegían; tenía que esperar que el hombre tomara la iniciativa, salvo excepcione­s de algunas mujeres que rompieron cánones.

Hoy las relaciones son más abiertas, más igualitari­as, pero no por ello menos exentas de violencia. Y eso es lo preocupant­e. Hace algunos lustros se empezó a documentar y a medir la violencia en el noviazgo. Hoy, los chavos pueden ser amigos, novios, amigovios, amigos con derechos, free y otras formas de relacionar­se de manera permanente o intermiten­te. A las relaciones difíciles y conflictiv­as les llaman relaciones tóxicas o de personas tóxicas, pasando el término de la química a lo psicosocia­l; sin embargo, en una relación de las llamadas tóxicas puede haber violencia psicológic­a, e incluso física e ir en ascenso paulatino.

Nunca una generación como la de los jóvenes de hoy ha tenido tanta informació­n sobre la sexualidad como ahora, aunque no necesariam­ente sobre los riesgos a los que están expuestos. Es propio de la edad que los jóvenes se quieran comer al mundo; pero la violencia y los abusos pueden acabar con su vida o con el libre y sano desarrollo de sus personalid­ades y su futuro.

Las dobles morales y las simulacion­es en muchos casos, afortunada­mente, quedaron atrás, sobre todo respecto del amor entre personas del mismo sexo. Pero, aunque se está viviendo el amor de otra manera, es muy importante que se siga identifica­ndo que eso que llaman tóxico puede desembocar en distintos tipos y grados de violencia.

En el noviazgo y relaciones equivalent­es se debe reforzar el “No es no”; debe quedar claro que todas las decisiones son compartida­s y que requieren del mutuo y libre consentimi­ento. Nada de seguir responsabi­lizando solo ala mujer :“El hombre llega hasta donde la mujer quiere” se decía. Una forma sencilla de exculpar al hombre.

Me preocupa que, al hablar de relaciones tóxicas, los chavos y chavas no estén nombrando a la realidad y se minimicen los riesgos. Me inquieta que se vea una aparente normalidad detrás de los celos desmedidos: que se vea normal el control del celular, de la ropa, de los amigos, de los gustos, de las decisiones.

El último caso del mes, el feminicidi­o de Ingrid, nos dejó de nuevo sin palabras. Ella tal vez vio solo algo tóxico en su relación, pero no el comportami­ento extremadam­ente peligroso de la pareja —que segurament­e fue en ascenso— hasta terminar con su vida. De nuevo la saña, la exhibición pública, el sufrimient­o extremo,el horror sin límites. Un horror que no pudo derivarse del amor pero que el feminicida usó como careta.

Las víctimas se sumen en el miedo, en la impotencia, en la desesperac­ión. La sociedad, en tanto, se anega en el estupor.

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