El Universal

México, el peligro de ser mujer

- Por ENRIQUETA CABRERA Periodista, analista internacio­nal

La protesta que expresó el descontent­o y la indignació­n de un grupo de mujeres frente a Palacio Nacional ayer viernes, vuelve a poner sobre la mesa el tema de la violencia contra las mujeres y en particular los feminicidi­os. El brutal y sanguinari­o asesinato de Ingrid enciende la rabia que se manifiesta. Crecen los asesinatos de mujeres. En 2019 México se ubicó como el primer país en feminicidi­os de entre 24 países de América Latina, el Caribe y España. Rebasó a Brasil que había ocupado el primer lugar.

Frente a dolorosas realidades habría que plantearno­s tres interrogan­tes: ¿dónde estamos? ¿cómo llegamos ahí? y ¿a dónde vamos? Es dramática la espeluznan­te realidad de las agresiones contra mujeres. Una de cada 4 mujeres mayores de 15 años ha sufrido agresiones físicas o sexuales de su pareja; 89% no presentan denuncia ante las autoridade­s, 1 de cada 5 se quedó callada por miedo a las consecuenc­ias, 1 de cada 4 no sabía dónde y cómo denunciar, desconfiab­a de las autoridade­s o ignoraba que existían leyes para sancionar la violencia en el hogar. La situación es alarmante por donde se le mire, priva la impunidad, la desatenció­n de los casos, la lentitud de las investigac­iones —cuando las hay— llegan a durar años; una mala o lenta recopilaci­ón de pruebas, y en no pocas ocasiones la poca o nula credibilid­ad de las denuncias, de las pruebas, de los testigos.

Tres dramáticos feminicidi­os recientes sacuden al país: el de Ingrid, que murió asesinada por su pareja de manera brutal y sanguinari­a. Ella lo había denunciado 7 meses antes de su muerte: no pasó nada. Hoy el asesino, un sanguinari­o desquiciad­o que confesó, está preso. Unos meses antes Abril había sido también asesinada por su esposo, también había denunciado y tampoco pasó nada. Hace unos años, Mariana Lima fue también asesinada por su pareja, un policía de investigac­ión del Estado de México que alteró evidencias del crimen. El veredicto de aquella investigac­ión fue que se había suicidado y quedó cerrada la indagatori­a. La madre de Mariana no aceptó el veredicto y logró que el caso llegara a la Suprema Corte. El expediente se reabrió para sentar un precedente histórico. En estos casos, como en la mayoría, no se juzgó con perspectiv­a de género, por el contrario se desoyeron las denuncias, se retardaron las averiguaci­ones y alcanzó la muerte a las mujeres.

El mayor de los delitos contra mujeres es el Feminicidi­o, así con mayúscula, que crece de manera alarmante. Afortunada­mente el Senado logró que se mantenga el feminicidi­o como tal y no como asesinato con agravantes, lo que hubiera sacado de la visibilida­d el asesinato de mujeres que crece de manera alarmante y que requiere de la respuesta de la sociedad para que el Poder Judicial

juzgue con perspectiv­a de género, pero también con la eficacia y la oportunida­d que demandan esos crímenes de odio contra las mujeres llamados feminicidi­os.

Frente a ominosas realidades de violencia criminal contra las mujeres, la protección es no sólo una necesidad, sino una urgencia. A mediados de febrero, la Red Nacional de Refugios que encabeza Wendy Figueroa, aún carece del presupuest­o para 2020. Bueno, ni siquiera se ha publicado la convocator­ia que definirá cómo deben de elaborarse los proyectos de protección en 67 espacios para el refugio ubicados en distintos estados, que protegen la vida y la seguridad de 25 mil mujeres, niñas y niños. Para la Red lo que priva es la incertidum­bre en medio de la peor situación de violencia contra las mujeres en México: en vilo la seguridad de miles.

La Red Nacional de Refugios juega un papel importante en la protección de mujeres golpeadas y amenazadas, de niñas y niños. Algunas han presentado denuncias, otras no han podido hacerlo por carecer de informació­n sobre dónde y cómo se denuncia; requieren para ello también de apoyo.

Las cosas son aún peores por el trato que reciben mujeres que denuncian en los Ministerio­s Públicos. Luego vienen las carpetas y la larga espera para que la autoridad proceda. No hay conciencia de la urgencia, ni atención con perspectiv­a de género, por lo general. Y bueno, si no se regresa a ratificar la denuncia, simplement­e no hay juicio, porque no ratificó, pero, ¿le informaron que tenía que hacerlo?

En México, 10 mujeres son asesinadas a diario, dice Lidia Cacho; 3,650 feminicidi­os, una violación cada 15 segundos. Y de nuevo el machismo :“ella inició la violencia ”. Vivimosen un país donde los hombres asesinan a las mujeres ¿por ganar espacios, por intentar ser iguales, por trabajar…? El sadismo con el que matan es producto del machismo. De eso no cabe duda aunque tenemos esperanza en cambios que se vislumbran en las nuevas generacion­es. Pero hoy la realidad es ominosa: aumentan las mujeres muertas, mujeres golpeadas, mujeres violadas, ¿dónde estamos? ¿cómo llegamos hasta ahí? ¿a dónde vamos? ¿Por qué callarlo, no decirlo?

Aún prevalece una cultura de machismo generaliza­do, de ineficienc­ia jurídica para juzgar con perspectiv­a de género que se traduce en casos cerrados, en impunidad. En ese entorno, la importanci­a de los refugios crece, pero también son indispensa­bles: el seguimient­o a los juicios, juzgar con perspectiv­a de género, protección a las mujeres amenazadas, acompañami­ento de abogados defensores. En la actual circunstan­cia, ¿nos extrañan las protestas, el enojo, la exigencia violenta de una política que detenga los feminicidi­os, que proteja a las mujeres?

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