AGARRA LA VIDA A PATADAS
Jazmín Trenado considera el deporte como una válvula de escape que puede alejar a niñas y jóvenes de Ecatepec de sus contextos violentos e inseguros
Jazmín usa el futbol como válvula de escape para ella y para niñas y jóvenes.
Antes de cumplir su sueño de ser futbolista, Jazmín Guadalupe Trenado enfrentó diversas dificultades. La principal: ser agredida desde pequeña por querer patear un balón. Pero su determinación la llevó a enfrentar los prejuicios y representar a México en Holanda.
Luego de la muerte de su papá y sin más opciones de cómo lograr su objetivo, Jazmín, quien en ese entonces tenía 15 años, decidió rendirse y olvidar el futbol. La oportunidad de retomar su camino se presentó hasta varios años después.
Ocurrió afuera de un bar. Una entrenadora retó a Jazmín a demostrar la fama que tenía de “buena goleadora” en un campeonato. Si aceptaba, ella le daría el uniforme y dinero para sus pasajes, pero la mayor recompensa la obtendría al llegar a las finales.
Tras ganar tres torneos en el municipio de Tlalnepantla, pasó a las nacionales en Guadalajara, enseguida a las finales y pronto la joven pisó una cancha poco habitual para ella: el estadio de la ciudad de Amsterdam, Holanda. El evento fue patrocinado por la asociación de futbol Street Soccer.
“Ver mis logros y jugar al otro lado del mundo me hizo tomar conciencia de que las lágrimas, el dolor y el coraje lo encaminé a decir: ‘Sí puedo, tengo talento, no importa mi género’, expresa la ahora futbolista de 25 años a EL UNIVERSAL. Hasta ese momento, ella sólo había mostrado su talento a escondidas de su familia y en las canchas del Estado de México, donde las porterías eran delimitadas por piedras.
Ella, junto con otras siete mujeres, fue galardonada con la Copa Mundial de la Homeless World Cup 2015 (conocida como la “copa de los sin techo”), tras hilar partidos sin perder. Vencieron a las selecciones de Chile, Francia, Estados Unidos, Inglaterra y Argentina.
En su regreso a México, Jazmín vio en el futbol una válvula de escape para que las ecatepenses dejen sus contextos de adicciones, inseguridad y violencia. Por ello, todos los días sale en busca de soñadoras para acercarlas a las organizaciones y así ellas puedan tener otras opciones de vida.
“Este deporte me ha dado muchas cosas. Si no existiera en mi vida, no sé qué me hubiera pasado. Me salvó”, expresa Jazmín, quien además usa sus redes sociales para difundir convocatorias de partidos y promover el derecho de las mujeres a anotar un gol.
Camino al anhelo
Desde los nueve años a Jazmín le dijeron que como futbolista no llegaría lejos. Se lo mencionaron varias personas, en particular su madre, quien le pedía aprender a cocinar y limpiar, pues “eso eran cosas de mujeres, no el futbol, y mucho menos el deporte”.
Pero a la Bebé, como es conocida por ser la más joven de sus amigos, no le importó. Debajo de su cama guardaba los balones que su tío Francisco le regalaba en Día de Reyes. Él y sus primos eran los únicos que la animaban a luchar por cumplir su sueño.
En su afán por mejorar sus habilidades, buscó iniciar su formación como deportista sin que su familia se diera cuenta. Trató de integrarse al equipo de su primaria, pero los profesores le negaron estar en un espacio que consideraban, era para hombres.
Entonces, decidió entrenar sola. Cada día, Jazmín escondía un pants y un balón en su mochila, los encargaba a un zapatero y después del colegio se dirigía a la calle donde por cuatro horas trataba de copiar los trucos del balompié que veía en la televisión.
“Muchas veces intenté jugar con otros niños, pero me ignoraron. Me decían: ‘Eres una manflora, aléjate’. Mis únicos cinco amigos sí me aceptaban y abogaban por mí cuando se oponían a que jugara”, cuenta la Bebé.
Por esta razón, se exigió a sí misma ser más brusca, ruda y fuerte: características que los árbitros le pedían para aceptarla dentro del campo. Sólo así pudo pisar una cancha. “Tenía 13 años, en lo único que pensaba era en patear un balón. Sí me sentía mal, pero luchaba contra la corriente”, añade.
En una ocasión, mientras Jazmín echaba una cascarita, un hombre le apostó darle dinero para unos tenis, si le anotaba tres goles a su hijo. El juego empezó y salió victoriosa; sin embargo, la felicidad le duró poco al ver los golpes que el señor le dio al niño.
De esta forma, la pequeña futbolista obtuvo sus primeros tenis. Algo que deseaba desde chica, pero sin el apoyo de su familia no tuvo cómo comprarlos.
Éstos se volvieron su amuleto, junto con el número ocho de su playera, para ganar los encuentros; el primero de ellos fue el torneo Futbol por la paz, y así sucesivamente durante tres años.
En ese tiempo, describe la joven, los partidos eran mixtos y se consideraban lugares seguros para las mujeres, aunque en el fondo no lo eran. Los jugadores, familiares de éstos y los árbitros las insultaban, escupían en sus tenis o las empujaban mientras corrían los 90 minutos de un partido.
A pesar de que ninguna jugadora denunció las agresiones, los juegos se cancelaron sin razón. Jazmín perdió el objetivo de su vida, no tenía dinero para encontrar otro sitio dónde practicar y la repentina muerte de su padre la deprimió y se refugió en el alcohol.
Pasó de tomar tres cervezas a botellas enteras y se olvidó de su meta por siete años. Afuera de un bar, una mujer que no conocía la desafió a mostrar sus habilidades y obtener buenas recompensas si dejaba su adicción.
Días antes de fallecer, una amiga de la Bebé la recomendó como una “promesa de la cancha”.
La pasión por imaginarse dentro de una cancha hizo a Jazmín aceptar la propuesta, de manera que buscó el apoyo de su mamá y sus 15 hermanos. Esta vez no deseaba mantener en secreto lo que hacía vibrar su cuerpo.
“Sin darme cuenta logré mi sueño: representar a México en otro país, y sentir el amor de mi familia hizo que todo valiera la pena. Aunque no pude entrar a las fuerzas básicas por falta de dinero”, expresa Trenado.
Hoy, la deportista se define como una buscadora. Divide su vida en jugar partidos informales, trabajar como coordinadora de actividades culturales en el Instituto Mexiquense de la Juventud y reclutar a quienes aspiren a patear un balón.
Son casi 40 mujeres y niñas ecatepenses a las que gracias a su acompañamiento y a la ayuda de las organizaciones están trazando un camino en el balompié. Todas ellas se organizan para protegerse en los traslados a los partidos, con el fin de no ser parte del número de mujeres que desaparecen o asesinan en su municipio.
Datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) demuestran que en Ecatepec, del periodo 2015-2019, se contabilizaron mil 258 carpetas de investigación por homicidio doloso contra mujeres; es decir, más de uno al día.
En ese mismo lapso sólo se reconocieron 299 casos de feminicidio. Cantidad que “no representan la realidad de la violencia contra las mujeres, ya que son maquilladas”, según especialistas consultadas por este diario.
El costo del futbol
Para Claudia Pedraza, especialista en género y futbol, la violencia contra las mujeres en este campo se mantiene de distintas formas. Desde no gozar las mismas oportunidades que un jugador a no tener espacios seguros y con buena infraestructura para practicar.
En su opinión, este deporte está pensado para hombres, por lo que la presencia de las mujeres se considera un “acto transgresor” a su masculinidad. De manera que el talento de ellas siempre es demeritado, su participación no es bien aceptada y “su cuerpo es sexualizado en los medios de comunicación”.
Además, expresa que los clubes de futbol tienen sus estadios alejados de las ciudades; en consecuencia, las mujeres se ven obligadas a solventar todos sus gastos si desean tener un futuro en este deporte.
Considera que la creación en 2016 de la Primera División Femenil de México y la lucha de las mujeres ha traído algunos avances, como que las niñas puedan imaginarse como futbolistas, pero las condiciones que les aseguren llegar a ser una siguen sin existir.
Actualmente hay cerca de 45 futbolistas mexicanas que juegan en Europa y Estados Unidos como Charlyn Corral, Kenti Robles, Pamela Tajonar, Mónica Flores y muchas otras que han evidenciado las desigualdades que enfrentaron al desarrollar su trayectoria.
Para impulsar estos progresos, asegura la experta, se debe trabajar en cambiar la visión de la sociedad para que cualquier actividad deportiva deje de ser considerada un “privilegio para las mujeres”.
En ese sentido, las futbolistas amateur Alejandra Mejía y Jessica Gallegos coinciden en que el balompié es un deporte muy caro, aun más para las mujeres, porque no hay patrocinios destinados para ellas y deben costear sus uniformes, las tobilleras y los tenis que pueden llegar a valer mil 400 pesos al mes.
Destacaron que es importante invertir en “equiparse bien”, puesto que esto evita que las jugadoras “trunquen” su carrera por lesiones.
Por ese motivo, Jazmín desea crear una organización para que las ecatepenses puedan practicar deporte y expresar de manera libre sus gustos por el arte, la música y demás aficiones.
“Tuve la dicha de lograr mi sueño. Eso quiero para más mujeres, que nunca se rindan”, concluye.
“Este deporte me ha dado muchas cosas. Si no existiera en mi vida, no sé qué me hubiera pasado. Me dio opciones y me salvó” JAZMÍN TRENADO Futbolista originaria del Edomex
“El futbol no está pensado para las mujeres. Su presencia en el campo siempre es considerada un acto transgresor” CLAUDIA PEDRAZA Especialista en género y futbol