El Universal

“ME NECESITAN MÁS QUE MIS HIJOS”

Con los enfermos de Covid se crea un lazo, somos familia, por eso es muy difícil verlos partir; ellos confían en nosotros y lo más importante es estar ahí, cuenta la enfermera María

- JULIO SUÁREZ —nacion@eluniversa­l.com.mx

CDMX.– Hace cinco meses, la capitana del Ejército María Teresa Martínez decidió dejar el retiro como enfermera y se integró como voluntaria en el hospital del 81 Batallón Militar de Infantería. Madre de seis hijos, dice que le frustra no poder convivir con ellos, pero asegura que ahora es más importante estar con sus pacientes.

Hace cinco meses María Teresa Martínez, quien es madre soltera de seis hijos y enfermera, decidió regresar del retiro en cuanto comprendió la gravedad que se vislumbrab­a con la llegada del coronaviru­s a nuestro país. No lo dudó y pidió integrarse como voluntaria para volver a dar sus servicios.

“Para mí, como madre, es frustrante no poder estar con mis hijos, pero es más importante, en estos momentos, poder estar con mis pacientes. Realizo todas las medidas. Tiene mucho que no los puedo abrazar, pero sí trato de convivir con ellos todos los días”, comenta la capitana segunda del Ejército y enfermera en retiro.

Desde que fueron reconverti­dos los dormitorio­s del 81 Batallón Militar de Infantería en un Hospital Covid, María junto con otros 179 profesiona­les de la salud, se encarga de atender a todo aquel paciente que llega con síntomas del virus que ha puesto en jaque al sistema de salud de varios países.

Durante su jornada no hay momento de tranquilid­ad: todo es un ir y venir constante. Las marcas que han dejado en su cara los goggles y cubrebocas al término de su día dan fe de todo.

“El personal de salud —mis compañeros— está cansado. Nos hemos agotado y es muy complicado estar ahí adentro [en el área de terapia intensiva].

“A veces es muy difícil ver a un paciente que llega apenas hablándono­s, pidiéndono­s auxilio. Es muy complicado verlo partir, porque pone toda la confianza en nosotros”, platica María mientras retira de su cuerpo el arsenal que la protege de su lucha diaria.

Hoy se va tranquila, cuenta. Nadie murió durante su turno y ha comenzado a mostrar mejoría uno de los dos pacientes que se encuentran intubados.

“Nos frustra ver que de pronto se desestabil­iza el paciente ante un virus que todavía no conocemos, pero al final del día hay que respirar y borrarse la lágrima. Aunque no lo crean, hacemos un enlace con el enfermo: somos su familia, su pensar, la transmisió­n y recepción de lo que vive.

“Son momentos muy difíciles... A veces nos preguntan: ‘¿Voy a despertar o no?’, y en ocasiones sí llegamos a prometer: ‘No te preocupes. Yo te espero cuando despiertes’. Es muy bonito cuando ellos regresan, pero es muy triste cuando no lo hacen”, manifiesta María Teresa, quien por un momento parece perderse al recordar estos sucesos.

La cifra de enfermos que son intubados en el área de terapia intensiva de este hospital y logran recuperars­e no es nada alentadora: el promedio es que sólo tres de cada 10 pacientes que necesitan respiració­n asistida se reponen a pesar del intenso trabajo y seguimient­o que se les da.

“Durante todo este tiempo hemos recibido a 37 pacientes; nueve de ellos han pasado a hospitaliz­ación y a dos los tuvimos que trasladar a un centro de tercer nivel. Lamentable­mente es una enfermedad compleja: entre 28% y 30% de los pacientes que ingresan a esta unidad han logrado pasar al área de hospitaliz­ación por mejoría; sin embargo, hay otros que no”, comenta el mayor médico cirujano José Luis López, quien está a cargo del equipo en el que labora Teresa.

Para José Luis la situación de ser del personal de salud durante la pandemia no ha sido nada sencilla, sobre todo porque lleva cinco meses sin ver a su familia. Desde que inició la crisis, sólo se comunica con ellos por teléfono. No obstante, se siente tranquilo, porque en cada oportunida­d que tienen le recuerdan su orgullo.

Durante el recorrido que realizó EL UNIVERSAL a este hospital, una de sus pacientes, la señora Yolanda, fue dada de alta. Luego de tocar la tradiciona­l campana y de que fuera despedida entre aplausos del personal médico y militar, la mujer de 53 años recibió las últimas indicacion­es necesarias.

“Llegué aquí el viernes, y estoy muy agradecida con Dios y con el personal médico. Yo jamás pensé llegar a esto, yo me dije: ‘A mí no me va a pasar, estoy sana’, pero lamentable­mente la enfermedad no respeta”, dice Yolanda al borde de las lágrimas y mientras se aleja del hospital Covid para ver a sus familiares.

El hospital se encuentra en las instalacio­nes del 81 Batallón de Infantería y Escuela Militar de Infantería (en la salida de la carretera México-Cuernavaca).

Tiene capacidad para atender a 80 pacientes en hospitaliz­ación y 20 más en terapia intensiva. Allí prestan sus servicios 180 profesiona­les de salud, tanto militares como civiles. La clínica comenzó a operar a finales de mayo, como parte del Plan DN-III-E.

MARÍA MARTÍNEZ Enfermera

“Es frustrante no poder estar con mis hijos, pero en estos momentos es más importante estar con mis pacientes [con coronaviru­s]”

YOLANDA Paciente recuperada

“Estoy agradecida con el hospital. Jamás pensé llegar a esto (...) pero la enfermedad no respeta”

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María Teresa (centro) es una enfermera en retiro; sin embargo, se unió al hospital contra Covid como una voluntaria.
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Al ser dada de alta, la señora Yolanda caminó entre aplausos del personal médico y militar.
El Hospital Covid ubicado en el 81 Batallón Militar puede atender a 80 personas en hospitaliz­ación y a 20 en terapia intensiva. Al ser dada de alta, la señora Yolanda caminó entre aplausos del personal médico y militar.
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Las marcas que el cubrebocas y los goggles han dejado en la cara de María demuestran su esfuerzo.
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