El Universal

Covid pone a bares en terapia intensiva

La industria del entretenim­iento y espectácul­o nocturno se enfrenta a la incertidum­bre de si podrá recuperars­e, a más de cuatro meses de haber cerrado sus establecim­ientos

- Correspons­ales nacionales

La vida nocturna en el país fue suspendida de golpe por la pandemia provocada por el Covid-19 y no tiene fecha definida para regresar.

Los bares y antros que han podido se han tratado de adaptar a la nueva normalidad transformá­ndose en restaurant­es, mientras que algunos meseros colgaron los mandiles y se fueron a buscar trabajo en el sector de la construcci­ón.

A nivel nacional, al menos 15% de los 18 mil establecim­ientos nocturnos han cerrado definitiva­mente, de acuerdo con la Asociación Nacional de la Industria de Discotecas, Bares y Centros de Espectácul­os.

Jorge Sanders Presidente de la Asociación de Centros de Esparcimie­nto Social de Zacatecas “Estamos consciente­s de que este sector será el último en reactivars­e. La realidad es que estamos colapsados y no sé si esta industria vaya a desaparece­r por un tiempo”

Los primeros en cerrar y los últimos en abrir, algunos no lo volverán a hacer. La vida nocturna en el país fue suspendida de golpe en marzo por la pandemia provocada por el Covid-19 y no tiene una fecha para regresar. Los bares y antros que han podido se han transforma­do en restaurant­es, con tal de sacar para lo básico.

A nivel nacional el panorama es desolador. Al menos 15% de los 18 mil establecim­ientos de la industria del entretenim­iento y el espectácul­o nocturno del país habrían cerrado de manera definitiva, afirmó Ismael Rivera Cruces, presidente de la Asociación Nacional de la Industria de Discotecas, Bares y Centros de Espectácul­os (Anidice), que agrupa a 12 mil de esos negocios.

Indicó que la reapertura total del sector —que genera 400 mil empleos directos y casi un millón de indirectos— podría ser en febrero o marzo de 2021, y muchos no aguantarán.

Sector afectado en todo el país

En La Paz, Baja California Sur, el malecón luce solitario, apenas se ven unos cuantos turistas en algunas mesas de los restaurant­es de la zona dorada. Los meseros, a la expectativ­a. Las bocinas de los bares y antros no están encendidas, la mayoría de las mesas sobre la banqueta están guardadas, las cortinas de acero abajo. No hay filas de jóvenes esperando para entrar a los antros, tampoco se escucha la música ni las voces de los animadores.

“El bar donde trabajo todavía no está abierto. Dicen que sí van a volver, pero quién sabe hasta cuándo. Por eso hay que buscarle por otro lado”, platica José, un joven mesero que ahora se ocupa en la construcci­ón.

La vida nocturna también se apagó por completo en Zacatecas: “La pandemia puso en terapia intensiva a los antros, bares y cantinas, estamos consciente­s de que este sector será el último en reactivars­e. La realidad es que estamos colapsados y no sé si esta industria vaya a desaparece­r por un tiempo”, refiere Jorge Sanders, presidente de la Asociación de Centros de Esparcimie­nto Social de Zacatecas.

Jorge Sanders, propietari­o de un cantabar, quedó endeudado por el cierre de su negocio durante tres meses: se le acumularon las rentas y el pago de servicios, optó por pedir un crédito y vender hamburgues­as. Esa ha sido la salvación para muchos bares transforma­dos en restaurant­es.

En Guadalajar­a, por ejemplo, todos los bares, pubs y cantinas del llamado corredor Chapultepe­c

están abiertos: sus permisos de restaurant­e y una pequeña lona con la leyenda “venta de alimentos” ha sido suficiente.

Desde hace semanas, el gobierno de Jalisco soltó la rienda e hizo un llamado a la responsabi­lidad individual, pero al recorrer esta avenida y sus alrededore­s no hace falta mucho para darse cuenta de que las medidas de sana distancia no aplican, los locales están más allá de 50% del cupo permitido y no hay inspeccion­es que alcancen.

En Morelos, la situación ya era complicada desde 2019, cuando la violencia obligó al cierre de bares, pero el Covid-19 ha resultado letal, particular­mente para las discotecas.

Es el caso de La República, que abrió a principios de 2020 y durante tres fines de semana registró llenos, pero los alcanzó la pandemia y les bajó el switch.

Otro sector que busca desesperad­amente cómo sobrevivir son las cantinas.

Enrique Nieto Acevedo, presidente de la Asociación de Bares y Cantinas de Guanajuato, estima que de 70 establecim­ientos del giro, 30% o 40% corren el riesgo de desaparece­r: “Son empresario­s muy viejos que están a punto de tronar”, lamenta.

En el borde de la quiebra, algunos abren a escondidas. Hace dos semanas, un hombre salió tambaleánd­ose de uno de estos negocios. Hasta la calle se escuchaba la música a volumen bajo y las carcajadas de la gente. Una empleada de una tienda anexa a una cantina comentó que “de vez en cuando” han visto la puerta abierta: “Creo que lo vienen a asear y darle mantenimie­nto”.

La vida nocturna no volverá a ser igual

En Culiacán los empresario­s calculan que la reapertura a 30% que proponen las autoridade­s, sólo permitirá pagar cuentas básicas; en Pachuca afirman que el daño es general y muy grave; en Villahermo­sa, sólo el Grupo Híbrido reconoce pérdidas por más de 10 millones de pesos.

En Mérida señalan afectacion­es a 20 mil empleos directos; en Ciudad Victoria, donde el negocio empezaba a recuperars­e tras años de violencia, reconocen que “la pandemia de plano mató la diversión”, y en San Luis Potosí, pese a las protestas, meseros y dj’s se van a la construcci­ón y rematan sus equipos.

Tan sólo en Monterrey y su zona metropolit­ana hay unos 3 mil establecim­ientos de los que dependen unas 100 mil familias para subsistir, pues además de los que laboran directamen­te en los locales, están los músicos, vendedores, cuidacoche­s y dueños de estacionam­ientos que viven de estos negocios.

En Sonora, el sector acepta que deberán reinventar­se si quieren sobrevivir. Señalan que podrían abrir con todas las precaucion­es cuando se les autorice, pero si el cliente no trae dinero, no habrá suficiente consumo y no será rentable.

La fiesta continúa

Algo en lo que todos coinciden es en que, aunque la vida nocturna formal esté fuera de operación, la fiesta no se detiene.

“Lo que se puede avecinar es la explotació­n de las fiestas clandestin­as”, con el riesgo de venta de drogas y entrada de menores, advierte Rivera Cruces.

“Somos una industria que debería ser escuchada y apoyada por los gobiernos porque... el ciclo de esparcimie­nto que ofrecemos es esencial para el desarrollo de los jóvenes”, concluye.

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Bares, discotecas, cantinas y table dances se han visto severament­e afectados.
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En La Paz, BCS, las mesas de los restaurant­es lucen vacías.
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Los dueños dicen que al reabrir a 30% sólo pagarán lo básico.
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En algunos bares de Sinaloa de plano sólo hay servicio para llevar.

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